XXIII FESTIVAL DE JEREZ
Compañía Eva Yerbabuena
“Cuentos de Azúcar”
Domingo, 24 de febrero, 2019. 2100h. Teatro Villamarta.
Dirección, idea y coreografía: Eva Yerbabuena. Dirección musical y guitarra: Paco Jarana. Colaboración especial: Anna Sato. Cante flamenco: Miguel Ortega, Alfredo Tejada. Batería: Antonio Coronel. Taiko: Kaoru Watanabe. Cajón y congas: Rafael Heredia. Baile: Fernando Jiménez. (video)
Estela Zatania
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Especial Festival de Jerez
La tarde de domingo, con temperaturas suaves en Jerez y Eva Yerbabuena en el Teatro Villamarta, había mucha gente en la calle. Es que la presencia de esta bailaora provoca aglomeraciones y expectación entre el personal.
“Cuentos de Azúcar” se llama la propuesta, descrita como un encuentro entre dos culturas, basada en la música popular de la isla de Amami (Japón). Ya hemos aprendido que no hay que buscar un alto contenido de flamenco en las obras de Eva, entonces te acomodas en tu butaca y abres los sentidos para entrar como invitada de honor en la vida interior de la Yerbabuena.
Eva enigmática. La enigmática cultura asiática. En principio, son conceptos que casan bien. Juegos de manos y brazos, la hipnótica repetición de movimientos, la danza contemporánea como expresión universal que no conoce fronteras. Y la oscuridad, siempre la oscuridad, en el sentido más literal. El poder de la privación sensorial te hace indagar en tu propio ser. Hay infinidad de maneras de torear las cosas de la vida. La de Eva es a través de la oscuridad y los silencios, apoyada en esta ocasión por la dulce voz de Anna Sato. Es un paisaje de invierno, sin color ni energía, tan adusto y severo como un martinete de la Cava de Triana.
Cuando suena la caña con soleá apolá, el alivio es más veloz que de haberse tomado un Ibuprofeno. Eva se enamora de su bata de cola, y nosotros asistimos al affaire. Pero justamente cuando la vida parece soportable, vuelve la oscuridad, y no sabes si lo oriental es afín al flamenco como se pretende demostrar, o si es la antítesis.
Entre otras cosas, Eva baila una versión acompasada de cante minero, y los dos cantaores, Miguel Ortega y Alfredo Tejada, Lámparas Mineras ambos, derrochan un poderío que contrasta con el sereno decir de la cantante japonesa.
Unos tangos nos recuerdan que Eva es granadina, y por cantiñas con bulería de Cádiz la bailaora deja constancia de que es la maestra. Y todo acaba con las dos mujeres, Eva y Anna, sentadas en el suelo tomando el té, representando un hermanamiento cultural que no terminó de cuajarse mediante la música.