Tres niños jugando a ser flamencos (¡Las cosas que hablo!)

Inés Bacán - De pozo y luna - La Bienal

Inés Bacán - De pozo y luna - La Bienal

Título: De pozo y luna. Cante: Inés Bacán y La Macanita. Piano: Pedro Ricardo Miño. Palmas: Juan Diego Valencia y Cantarote. Percusión: Paco Vega. Lugar: Real Alcázar. La Bienal de Flamenco de Sevilla. Fecha: Miércoles 18 de 2024. Aforo lleno.

A Pedro Ricardo Miño lo vimos en la última Bienal con la ‘Rúbrica’ que firmó con María Terremoto en el Cartuja Center. A La Macanita en la Iglesia de San Luis de los Franceses con ‘Gratia Plena’ y a Inés Bacán en la de 2020 con ‘Memoria de una superviviente’, un recital que  trajo al Lope de Vega, ahora cerrado por reformas. Sin embargo, la singularidad de esta noche única era la de reunir por primera vez a estas tres generaciones del flamenco en un entorno inigualable.

Con un formato cuidado, sin los contratiempos de días anteriores, el pianista sevillano pisó el escenario llenando de soníos negros las murallas del Real Alcázar con su toque, tan vertiginoso como delicado, que recuerda al gran maestro de este instrumento Arturo Pavón. Primero en las seguiriyas, donde las cuerdas parecían pegar latigazos, y luego en los tientos tangos, con los que nos sentó en ‘La cava de los gitanos’ de  Triana, Miño presumió de compás, naturalidad y jondura no sólo por el soniquete con que aprieta las teclas sino -lo más importante- porque sabe cuándo dejar las notas volar y buscar el silencio. «Sevilla, qué categoría más grande tocar debajo de la Giralda», confesó antes de presentar a «la fenómena de Lebrija, Inés Bacán».

No sabemos si fue por las campanas que sonaron cuando salió, que la cantaora recordó a media voz un refranillo de sus tíos para luego, como si de repente tomara consciencia de dónde estaba, decirse a sí misma: «¡Las cosas que hablo!». Mostrando así la misma ingenuidad y ternura que desprende cuando canta de esa forma tan infantil como anárquica.

Da igual que sea una nana, que los romances de su tierra, que una seguiriya, que la soberbia versión de la canción ‘Los ejes de mi carreta’ con la que nos hizo llorar hace años en ‘La curva’ de Israel Galván y con la que nos volvió a sacar las lágrimas anoche otra vez, por primera vez en esta Bienal. La Bacán mece sus manos y las encoge mientras canta porque guarda lo jondo en su memoria de niña y, por eso, no se da importancia ni le preocupa si un tercio está fuera de tono. Y, por eso, también, tiene tanto mérito acompañarla como hizo Miño, para que ella se sienta libre y siga en el trance, olvidándose de que estamos ahí. «¿Lo he hecho bien?», preguntó con sincera ingenuidad a los palmeros.

Cómo decimos, Inés es abuela y nieta en una misma voz. Esa que cobija,  te acuna, te consuela y te hace sentir vulnerable. No sabemos en qué piensa cuando cierra los ojos pero sabemos que no nos ve. Su emoción es ancestral, profunda y espiritual, como de una chamana que sana las heridas con su eco melancólico. Nuestra Chavela Vargas.

Las arrebatadoras y coloristas alegrías y las frenéticas bulerías ‘Plazuela Santa Ana’, donde Miño presumió de virtuosismo y soniquete con las palmas de Cantarote y Juan Diego Valencia y la percusión de Paco Vega, dieron paso al cante racial de La Macanita.

Por malagueña empezó la jerezana su recital llenando el patio con su eco penetrante y gitano. Para a partir de la soleá y, sobre todo, en los tientos-tangos (con guiños a Pastora) y en las bulerías de su Jerez, expandir ese cante corto y seco, pero al mismo tiempo sensible y elegante, que se fue haciendo más grande que la luna llena que iluminaba el patio.

Desde luego, es un gustazo disfrutar de esta artista de solera, que es sin duda una de las que más influyentes y de las que tiene la garganta más limpia y poderosa del flamenco actual. De hecho, a pesar de que la llevamos escuchando desde que era una enana, resulta siempre nueva. 

En realidad, éste ha sido el recital más emotivo, honesto y sincero que hemos visto hasta ahora en la Bienal. Por cierto con cierre de los tres por martinete con una pletórica Macana. Fue como poner a tres niños a jugar a ser flamencos. Así sí.

 
 
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