Texto: Sara Arguijo
Fotos: Oscar Romero / La Bienal
Inmanencia Baile: Javier Barón, Rafael Campallo y Alberto Sellés Guitarra: Miguel Pérez y Manuel de la Luz Cante: Jeromo Segura y Javier Rivera Palmas: Roberto Jaén y José Luis Pérez-Vera Dirección artística y escénica: Javier Barón
Guión y dirección musical: Faustino Núñez Teatro Lope de Vega Martes 20 de septiembre
Ovación para un trío de ases
Un teatro, público, luces (de Dominique You) y a bailar. En Inmanencia a Javier Barón, Rafael Campallo y Alberto Sellés, sin duda, tres de las figuras del baile presente y futuro, se desprendieron de cualquier artificio porque lo que venían era precisamente a eso. A mostrar la danza que llevan pegada en el estómago y en las pestañas.
Así, con la sobriedad y la sencillez como premisa, los tres fueron atrapando al espectador sin más armas que la del flamenco que profesan y las ganas de hacer sentir su grandeza. Bueno, eso, y un excelente acompañamiento musical (cante, guitarra, palmas) donde no cabían los descuidos. ¡Qué bien, además, cuando todo tiene un sentido!
En este ambiente se fueron corriendo las cortinas del arte de la elegancia de Sellés, al magisterio de Barón pasando por la frescura de Campallo y luego la unión de los tres en absoluto entendimiento. Al fin y al cabo les hermana la defensa de un baile clásico que tiene eje y escuela. Un baile viril, pasional, emocional y riguroso en el que hay que meter pies pero también las caderas, los brazos, el corazón y la cabeza.
Sellés, bailarín principal del Ballet Flamenco de Andalucía, escogió la petenera para entregar su fuerza. La rotundidad de su danza, la precisión, la seguridad. Con sus pies es capaz de hacer temblar el teatro pero, sobre todo, este joven transmite una seguridad infinita.
Rafael Campallo, por su parte, bailó por seguiriyas mostrando su enorme personalidad, capacidad de contención y equilibrio. Desde luego es un gustazo ver moverse a este artista, que provocó aplausos con cada gesto y fue el que logró destacar esta noche. Su danza detallista no se entiende sin la agitación. Por eso, atrapa. Porque la delicadeza de cada uno de sus movimientos es una provocación. Porque se esparce y entretiene.
Barón eligió la soleá por bulerías para dejar ver su maestría. Su elegancia, su naturalidad y su concepto. La forma de liberar sus brazos y de sentar las bases con sus pies. Aunque de especial gusto fueron los juegos que protagonizó Barón con los más jóvenes en una suerte de sana competición (terminaban en choque de manos) entre generaciones. Definitivamente en los tangos junto a Campallo sentimos la misma dulzura que al darle el primer bocado a un buñuelo. ¡Cuánta sensualidad, cuánta sevillanía! Lo mismo en las bulerías casi carnavaleras –lideradas por un Roberto Jaén que está sembrado en todo en lo que hace- junto a Sellés.
En definitiva, un espectáculo enormemente bello que pueden recomendar a cualquier aficionado o no que ansíe disfrutar de las cosas bonitas. Por supuesto, hubo ovación para este trío de ases.