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Juventud y veteranía en el II festival
flamenco Al Gurugú
Cante: Antonio Núñez «Chocolate», Guillermo Cano, Laura Vital
Guitarra: Antonio Carrión, Eduardo Rebollar .
No es el festival de cante más importante
del territorio. Ni el más antiguo. De hecho la modesta reunión
que se celebró el viernes 20 de junio 2003 en el sevillano
pueblo de El Arahal sólo va por su segunda edición.
«Modesto» quizás en medios, pero no en aspiraciones.
Según la tradición oral, si no la escrita, la mítica
cantaora Pastora Pavón Cruz «La Niña de los Peines»
nació en El Arahal, y su arahalense biógrafo Manuel
Bohórquez fue el encargado de presentar el segundo festival
Al Gurugú dedicado a la memoria de la dama de honor del cante,
una voz que algunos entendidos del flamenco consideran la mejor
de todos los tiempos, masculina o femenina. No sabemos por qué
motivo cantaría Pastora aquellos versos de tangos al legendario
monte que protege los destinos de Melilla y donde lucharon por la
patria tantos españoles, pero los tangos del Gurugú
están irremediablemente relacionados con la de los Peines,
y de ahí el nombre de este festival. Bohórquez explicó
las aspiraciones y planes de los organizadores de que el festival
crezca y se dé a conocer para ocupar un lugar de relevancia
en el panorama del flamenco. Las actividades paralelas han ocupado
desde los días 16 a 21 de junio, y se cerró la semana
con la actuación del pianista Arturo Pavón y su espectáculo
«Treinta años sin Caracol» con su hija Salomé
Pavón al cante, el toque de Pepe Habichuela y la bailaora
jerezana Mercedes Ruiz.
El toque sabio y sabroso
de Antonio Carrión arrancó
tantos aplausos como los cantaores protagonistas.
La provincia de Sevilla se jacta de la dudosa distinción
de ser el lugar del mundo donde más bares por habitante hay,
pero sentada en la acogedora Plaza del Santo Cristo de El Arahal
no había manera de tomarse una cañita para combatir
el aplastante calor que todavía desprendían los muros
de los antiguos edificios en la noche más corta del año
cuando pasadas las once el festival dio comienzo. El joven onubense
Guillermo Cano presentado como continuador de la escuela del Niño
Marchena, Manuel Vallejo, Pastora Pavón y otras figuras históricas
empezó por tientos, o tientos tangos como dicen ahora, con
el toque sabio y sabroso de Antonio Carrión que a lo largo
de la noche arrancó tantos aplausos como los cantaores protagonistas.
Cano tuvo cuidado de incluir los tangos del Gurugú y terminó
por los de Triana. Luego granaína, un cante que se escucha
relativamente poco en los festivales del triángulo geográfico
del cante, unas siguiriyas clásicas con sabor a voces antiguas
y el rechazo absoluto de la escuela camaronera que tanto ha fascinado
a los jóvenes durante tres décadas. Por más
señas de su afición a una época anterior, huyó
de la bulería y finalizó por fandangos logrando poner
el público de pie.
Guillermo Cano con Antonio Carrión
A pesar de sus mejores
esfuerzos, nos dejó con la
impresión de que le iría mejor la copla que el cante.
Del reducido cartel entonces nos tocó la sanluqueña
Laura Vital, ganadora del concurso para jóvenes intérpretes
de la Bienal de Sevilla del 2000. Difícilmente se podría
tener menos pinta flamenca a pesar del vestido de lunares y el clavel
rojo que lucía la joven. Y este look compuesto y aplicado
es reflejado en su cante, correctísimo pero enlatado y cerebral.
No obstante su estilo pastorero pegaba perfectamente en esta noche
de homenaje a la figura de La Niña de los Peines. Su tocaor
Eduardo Rebollar en cambio no se limitó a lo tradicional
e insertaba acordes jazzísticos que parecían no pegar
demasiado. Cantiña y peteneras sin novedad en el frente.
Una serie excesivamente larga de fandangos en el noble tono femenino
de siete por medio que tiene una vitalidad especial que el mi-fa
no proporciona. Para terminar, bulerías con pataíta
tristona de academia y fuerte sabor a pelota, repetida integramente
en un rebuscado bis. A pesar de los mejores esfuerzos de la estudiosa
cantaora, nos dejó con la impresión de que le iría
mejor la copla que el cante.
Laura Vital con Eduardo Rebollar
Estamos transportados
a la Alameda de Hércules con
el vellito subido, y hasta vemos el rostro de Tomás Pavón.
Seguidamente el escenario se llena de la persona y el arte de Antonio
Núñez el Chocolate con sus 70 años de cante
y despampanante corbata azul eléctrico. Esta pieza fundamental
de la historia moderna del cante, niño de los años
del hambre, cantaor al que Carmen Amaya aconsejó que dejara
de cantar para baile porque servía para más, y ganador
del Grammy Latino empieza por la malagueña del Mellizo. «Eso
es, Carri» susurra el Chocolate a Antonio Carrión, el
joven tocaor que habitualmente acompaña al maestro. Con sus
décadas cumplidas Antonio Núñez se permite
hablar con el público como un maestro de escuela tolerante
pero inflexible. Cuando se claman fandangos: «que noooo, que
los fandangos chocolateros van al final». Entonces tocaba la
lección de taranto con el sabor torrero que dan los no levantinos.
El Chocolate encuentra ese equilibrio ideal y tan difícil
de lograr entre un estilo personal y el respeto absoluto a la tradición.
Cuando arranca por soleá con «Tengo el gusto tan colmao»
estamos transportados a la Alameda de Hércules con el vellito
subido, y hasta vemos el rostro de Tomás Pavón. Al
terminar, la clase vuelve a solicitar fandangos pero el profe no
cede: «Tenéis que escuchar los cantes básicos,
si no, no vais a aprender como el flamenco se siente de verdad».
El patio obedece y entre bambalinas los dos jóvenes que habían
precedido, no pierden detalle. «Esta siguiriya se la dedico
a Tomás, a Pastora y al Pinto, los tres que me querían
de verdad». Al duro «Reniego» sin salida ni na',
con su versión clásica del clásico trianero.
Siguiendo el ejemplo de su mentor Tomás, y sin mudarse de
barrio, «Y Dios mandó remedio…». Carrión
se muestra feliz y se vuelca con el Chocolate a la vez que tiene
sumo cuidado de no pisarlo. Qué mejor remate que los «Dos
días señalaítos», y el profe nos enseña
«una cosita de Málaga» que resulta ser los tangos
del Piyayo, entre estilos cortos y uno de los largos antiguos que
ya apenas se escuchan. Por fin llega el momento, ligeramente anticlimático,
de los prometidos fandangos. Los alumnos están contentos.
Antonio Núñez 'Chocolate'
Y para deberes, ronda de martinetes entre el curioso personal,
el tronco viejo y los dos brotes. En el taxi de regreso, en la radio
toca algo que llaman «flamenco chill» y en ese instante
tomo conciencia del privilegio que acabo de gozar.
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Biografía y discografía Antonio
Núñez ' Chocolate'
Texto y Fotografías: Estela
Zatania
Entrevista
y Reseña 'Mis 70 años de cante'