Festival Vaivenes Flamencos |
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Han pasado cuatro noches y tiene uno ya la sensación de estar asistiendo a un festival consolidado. La buena programación, el equilibrio con el que está planteada y dispuesta en los días de la semana, nos hace estar predispuestos a disfrutar de la segunda mitad de propuestas con el mismo entusiasmo. Ocurre a veces que festivales de otras grandes ciudades, larguísimos, ofrecen un gran número de espectáculos de pobre contenido, muchos de los cuales no llegan a volverse a representar. Las obras y grupos que están reuniéndose en la cima de Alcalá tienen una calidad contrastada que está atrayendo a un público diverso con ganas de ver el flamenco que viene (que ya está aquí, de hecho). Texto: Juan Diego Martín Cabeza LA MAGIA DEL FLAMENCO ALEGRE Dramaturgia: Jorge Barroso “Bifu” Una noche mágica. Flamenco, teatro, circo, muy bien hechos… se sabe que es una gran obra simplemente porque cuando sales quieres decirle a todo el mundo que vaya a verla: a los padres, a los niños, a los programadores, a los políticos, a los críticos, a los abogados… y eso tiene que ser bueno. Ojalá que los Varuma puedan viajar mucho con su Malgama, hacer ver al mundo las posibilidades escénicas del flamenco de nuestros días, ojalá que haya muchos niños que escuchen flamenco por primera vez a través de ellos. Hay magia, mucha magia, así que el flamenco corre siempre por el escenario como Pedro por su casa. Nada de lo que ocurre le es ajeno porque todo está conectado por hilos invisibles; como la bata de cola con el manto en el que hace equilibrio la trapecista, o los lunares del vestido con las bolas de un malabarista. El flamenco fluye libre, hermoso y verdadero. La Choni se nos destapa como una Alicia en el País de las Maravillas en medio de un mundo hecho a la medida de todos. Por fin un flamenco que no discrimina por ningún lado, hecho desde lo más hondo y sin embargo cercano para un niño y para un grande.
Otra apuesta escénica convincente, buen ritmo en las entradas y salidas, en las transiciones entre escenas… muy bien también la música, tanto la guitarra de Raúl Cantizano como las mezclas electrónicas que juegan un papel primordial y aportan mucho a la acción sobre todo en un uso coherente y preciso del compás. Buena también la iluminación integrando el espacio en el que se estaba representando, convirtiendo los muros del castillo, la noche, la luna, en parte imprescindible de lo que estaba ocurriendo. El flamenco desprovisto de prejuicios, de falsos dogmas, de barrocas teorías… tiene que ser un flamenco parecido a éste, ligero y ágil, donde el compás se lleva conteniendo el aliento en las bolas del malabarista sobre unos cajones, donde la petenera (maldita y dichosa petenera) forma parte de la broma del payaso (¡por fin libre!); donde la guajira es una melodía que recuerda a los números de los magos… donde la bailaora y la trapecista se confunden, al final, en un baile de reflejos con la luna al fondo. Más información:
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