Hotel Triana. Una fiesta en Triana

Estela Zatania

Sábado 5 de octubre, 2002 24 h Patio del Hotel Monte Triana – Sevilla

 

XII Bienal de Sevilla 2002

Primera parte: Juana la del Revuelo
Segunda parte: Familia Fernández

El último acontecimiento de la Bienal ofrecido en el Hotel Triana del histórico y castizo barrio sevillano del mismo nombre, fue dedicado precisamente a artistas de ese barrio, y de nuevo hubo la admirable intención de representar el flamenco en un estado más depurado de lo que se había ofrecido en los teatros de la capital a lo largo del dilatado festival.

La primera parte corría al cargo de Juana la del Revuelo, trianera, simpática, flamenca y festera por excelencia. Siempre con su delantal, canasto, pololos y ramito de romero, más caricatura que carácter, más teatro que cante, pero tampoco se le puede acusar de no ser auténtica. Como ella misma ha dicho con orgullo en tantas ocasiones, no es más que un ama de casa que canta y baila. Pero lo hace con pureza y simpatía, además de poseer el don, como el Nano o el Mono de Jerez, como la misma Lola Flores, de saber establecer línea directa con el público, faceta íntegra e imprescindible del digno e infravalorado oficio de festero. Normalmente se limita a su pincelada, pero en esta ocasión, con el apoyo de su familia y algún que otro amigo, se hacía cargo de medio recital.

Su repertorio de siempre se compone de bulerías, tangos, fandangos y bulerías… es que no parece suficiente decir 'bulerías' una sola vez por tratarse del noventa y nueve por ciento, como es propio de cualquier festero que se aprecie. Martín Revuelo, el madrileño marido de la Juana, apoyó a su mujer, no sólo con sus palmas y jaleos, pero también con una selección de sus graciosísimos cantes, mas notablemente el recorrido trabalengüístico por el «cante» de Galicia, Cataluña y País Vasco que siempre queda simpático, y no menos delicioso su baile con el dedo índice dibujando círculos en el aire para representar las piruetas que nunca realiza. El tocaor es Martín Chico, hijo de la pareja, y es un artista interesantísimo, el único de la cosecha de guitarristas noveles que ha sabido asimilar y actualizar algunas falsetas del tocaor moronense Diego del Gastor. También destacable, un joven del cuadro que hizo las delicias del público al convertir la canción de los dibujos animados 'Marco' («En un puerto de montaña…») en la bulería más flamenca, demostrando el carácter tan sumamente maleable y camaleónico de este palo. Una vez más, la Juana durmió a su Curro en brazos, y así acabó una de las actuaciones menos pretenciosos y más entretenidos de la Bienal.

La segunda parte aspiraba a más, y hasta cierto punto acertó. Empezó con el veterano cantaor Curro Fernández sentado solo al borde del escenario, cantando a palo seco, evocando las fraguas y casas de vecinos de la cava trianera. Irrumpe la seriedad la entrada del cuadro, una colección de profesionales, familiares y aficionados del barrio para representar una 'Fiesta en Triana', como prometía el título del programa. María Ángeles Gabaldón, que venía en sustitución de la bailaora Carmen Ledesma, realizó una siguiriya con bata de cola y palillos, hazaña que se ha visto poco en los últimos años, y Joselito Fernández bailó por alegrías, sabroso y racial. El joven fenómeno del toque, Paco Fernández, hijo de Curro, supo llevar la fiesta familiar con brío y buen gusto demostrando que su juventud no le impide arropar perfectamente una reunión a la antigua usanza.

Unos tangos completaron la 'fiesta' con la intervención de todos y mucho tomaquetoma, un niño o una niña (había diferencia de opinión entre la plebe) de cortísima edad presentado-da como «el último eslabón de los Fernández» cantó la siguiriya de Torre convincentemente, y todo fue sellado y ratificado con el fin de fiesta por bulerías que no podía faltar.

 


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