Texto: Pablo San Nicasio Ramos
RESURRECCIÓN
Jardines de Sabatini – 7 julio 2012 Guitarra: Agustín Carbonell “El Bola”. Cante: Juan Pinilla. Baile: Lola Greco Parecía de justicia programar un monográfico sobre Ramón Montoya. Un directo que reivindicase la figura del padre de la guitarra flamenca moderna. Un detalle, qué menos. Y en el año de Sabicas, otro de los reyes de quien por aquí nadie se acuerda, el Palacio de Oriente volvió a testificar a favor de obra. A falta de masas, el marco resultó incomparable para el “tributo a Don Ramón” La segunda tarea era la del toque. Sobresaliente. Grata sorpresa la presencia de un guitarrista que acaba de sacar disco (“Rojo y Rosa”, del que paseó únicamente tres toques) pero se acuerda de los viejos. Y acordarse es estar a su altura sin frivolizar. Desde la granaína hasta la rondeña final impresionó la solvencia y limpieza de su toque, la generosidad y concentración. “El Bola” se hizo intérprete y compositor en un mismo recital y, aunque disfrutamos más los “frikis” de la guitarra, resultaron más que evidentes para todos algunos destellos sublimes de buen toque.
A la antigua usanza, con la guitarra casi vertical y sobre la pierna derecha (qué difícil es tocar esta música de esta manera), con pajarita. Estética de café cantante. Con una Lola Greco entre bolera y goyesca, extraordinaria coreografiando la inédita Farruca Gitana, estrenada para la ocasión y recluida en un cajón tantos años… importante el apunte de Juan Pinilla “chaconeando” la música de quien tanto acompañó al genial jerezano. Cantes por caracoles, taranta, soleá y malagueña.
Y la cuerda de un quinteto rematado al piano por Pablo Rubén Maldonado en el que destacó el violonchelo de Lucía Otero. Era la resurrección de una estética y un concepto. Quizá en otro escenario hubiese sido apoteósico. Pero en el inmenso solar de Sabatini no pudo ser. No obstante las intenciones están ahí. Y Rosita Montoya, nieta del patriarca homenajeado, lo dejó bien claro. La guitarra flamenca añeja comenzó a resucitar anoche.
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