Equipo artístico: Daniel Méndez (guitarra),
Óscar Lagos (guitarra), Jallal Chekkara (voz, violín
y laud), David Palomar (cante), Antonio Montiel (percusión),
Felipe Mato (baile), Ángel Morilla (chelo, bajo y teclados),
Nicolia Morris (bailaora)-artista invitada
Viento del desierto
Llega el momento de acabar con la intriga. Bajo
el título de Harmattan se esconde un formidable montaje
que había conseguido crear una enorme expectación
en el público. Seis artistas jóvenes se reparten
el escenario conjugando frescura y una agradable mezcla de
sabores musicales de procedencias distintas. Bien conocidos
son ya los experimentos del flamenco con la música
andalusí, pero sorprende este nuevo encuentro por la
naturalidad con la que conviven y la perfecta compenetración
entre los músicos.
Foto: Ana Gallego
Abre el programa la rumba y comienza la arriesgada apuesta
de sostener un espectáculo básicamente instrumental.
Jallal Chekkara alza su quejío árabe, “profundamente
flamenco”, y hace sonar el violín como si estuviera
improvisando cada nota. Arremete la seguiriya sentida y llora
la guitarra de Daniel Méndez, que encaja con maestría
en composiciones con ciertos matices modernos. Las melodías
creadas por este moronense traspasan con creces los límites
de un simple aficionado. Una sonanta dulce, limpia, sin excesivos
alardes de virtuosismo, que deja para la ocasión oportuna
las filigranas con las que otros adornan cada segundo de música.
Memorable su breve interpretación con el laúd
al Compás nazarí, gratificada luego con los
aplausos impacientes de un público agradecido.
Antes, un solo de percusión donde tienen lugar los
lucimientos de Antonio Montiel y especialmente el de la bailaora
negra Nicolia Morris. Felipe Mato queda a la sombra, ante
la impresionante figura de Nicolia, que arrasa en las tablas
con sus contoneos raciales, el gesto y la forma de mover los
brazos, amén de la sensualidad que rebosa y la fuerza
con la que clava sus tacones en el suelo.
Tras los jaleos que ya interpretara Daniel en el espectáculo
Inmigración, David Palomar se atreve con un bolero,
quizás animado por el éxito que han tenido Diego
“El Cigala” y Bebo Valdés. No consigue
grandes proezas pero el publico lo valoró: no coincidimos
en los pareceres. Luego unos magníficos tangos, la
soleá y el fin de fiestas por bulerías: Caliche,
capota y alcayata. Muy graciosa la pataíta de Montiel.
Un derroche de arte.