Dos sillas, dos micrófonos y algunos altavoces esperan su turno en un escenario negro. Lo que va a pasar es sobrio y es profundo: una hora de cante y toque flamencos. No es nada fácil, en estas tierras (ni en las otras) llenar un teatro con un espectáculo modesto, sin dobleces: un cantaor y un tocaor, y los cantes que a ellos les vaya apeteciendo hacer. Pero este jueves, en Logroño, la cita era con Pedro el Granaíno, que tiene al público de la capital riojana en el bolsillo desde la primera vez que vino hace cinco años. Y su fiel escudero, el tocaor Antonio el Patrocinio Hijo. Y el Teatro Bretón, para su tercer recital del ciclo Jueves Flamencos, estaba lleno.
Empezaron por granaína y media granaína, y malagueña con cierre fandangos naturales por abandolao. Pedro, con su metal camaronero e inimitable, y Antonio, que contenía los acordes clásicos del abandolao ya divirtiéndose con el compás, empezaban despacito pero firmes. Siguieron por soleá, desde Utrera hasta Cádiz pasando por Alcalá y saludando a la Serneta. El cantaor mostró en la soleá sus quejíos largos y sus melismas escalonados, y sonreía entre la admiración y la travesura con las melodías de la guitarra de su socio: se motivaban el uno al otro.
Siguió por la vidalita de Pepe Marchena que registró Morente, y entró en los tientos de Pedro Peña que incluyó el cantaor granaíno en su disco Cruz y Luna, Dime Ana (Di, di, Ana, en la composición original). La transición de la guitarra de la vidalita a los tientos resultó ligera y natural, coronada con la entrada del cantaor, voz de almíbar: “Dime Ana, / por qué bordas / sábanas como el jazmín”. Pasó a la seguiriya, y una de las falsetas del tocaor arrancó el aplauso del público (nada común en mi humilde experiencia), y el cantaor, ancho y en faena, pasó excelente por los tercios para rematar, con empaque, con el macho de los días señalaítos.
En el taranto aparecieron los jipíos agudos y camaroneros del cantaor, con las letras durísimas testigas del pasado miserable y minero donde nacieron todos los cantes de Levante. El que no lo haya escuchado nunca, entendemos, quedará conmocionado al oír al Granaíno cantar que a un hermano, en el trabajo, le han cortado las dos manos. El cantaor, que ha conseguido sonar a él mismo y tener un timbre muy reconocible, tiene siempre en la punta de la lengua a Morente y Camarón. Por eso cantó La leyenda del tiempo. Pero la de Morente, en tientos, dedicados a Antonio Benamargo, programador del festival. Para más señas, no entró en la letra de Lorca directo, empezó con el bello tercio Yo seré como la mimbre, popularizado tanto por Morente como por José Monje. No hizo sombra al brío y la frescura que mantuvo la guitarra todo el recital, que arrancó un segundo aplauso del público.
Cerraron por fandangos, y el tocaor deleitó con un punteo rápido que arrancó de nuevo el aplauso: los logroñeses ya estaban en su equipo. Después del primer tercio el cantaor y el tocaron se hicieron una seña y se levantaron, para acercarse al público y cantar a pelo: suele ser síntoma de que el artista está a gusto, de quiere estar en familia y cantar de tú a tú. Lo confirmaba al día siguiente el cantaor al teléfono. Hizo 4 fandangos en vez de 3, como es habitual en él, haciendo gala de esa manera de hacer hilillo y luego chorro la voz que solo (que yo sepa) saben hacer los flamencos.
La dupla se fue pero, dada la ovación, hizo bis por bulerías. El cantaor acabó con su letra de fin de fiesta habitual, que escribió Farruquito en un espectáculo que hacían juntos. Cuenta esa letra que para cantar bien no hace falta solo el talento natural, el estudio o el oído, sino que también hace falta echar la carne al asador. “Ese cante lo hice mío, y lo sigo cantando. No se montó así, creo que era por tangos. A la gente le gusta mucho esa letra, porque es cierto que hay que estudiar, pero lo importante es que pongas corazón, aunque estés un poco más desafinado. Caracol, aunque estaba destemplado, te llegaba”, contaba Pedro. Esa letra la remata normalmente con un bellísimo Reniego metido por bulerías.
Algunas de las letras, relataba Pedro al teléfono, irán en su esperadísimo primer disco. Después de 20 años de carrera (empezó tarde, con 32 años), por fin parece, por insistencia de su público, que se va a meter en el estudio y lanzar un álbum este 2025. Está en un momento tranquilo, asegura, y lo transmite. Disfruta de sus 4 nietos. A la mayor, Teresita, le dedicó uno de los fandangos a capela. “Un lucero iluminando mi vida, Teresilla de mi corazón”, le canta. “Dios nos sigue dando regalos, cada día es un regalo de Dios”, asegura Pedro. Y una se lo cree. Antes de colgar, asegura que si vuelve a Logroño (los locales, encantados), no se pierde el helado de sombra de higuera que le han contado que existe en la ciudad y le tiene fascinado.
EL CANTE DE LOS ALCORES
Después de Logroño, la Gira del Norte continúa por Palencia y Vitoria, recorrido que hicieron igualmente dos semanas antes Manuel Cástulo y Antonio Ortega, acompañados del guitarrista Antonio Carrión. En “Homenaje a Mairena”, los tres flamencos honran a su pueblo y al maestro. El jueves 13 el Teatro Bretón de Logroño se llenó del arte del pueblo sevillano, cuna de arte y de artistas jondos. “Aquí no paran de salir cantaores, das una patada a una piedra y salen varios”, dice Antonio Ortega sobre Mairena del Alcor. Comenzó él el recital, a la izquierda del escenario, cantando a capela por toná, y después su compañero Manuel Cástulo a la derecha, también por cantes de fragua. “Hay que tener ovarios para salir así”, escuché a mi compañero de butaca. “Sí, son cantes muy duros, y hay que tener mucho cuidado”, ratifica Antonio Ortega. “Y no estás cerrando, tienes un recital detrás”, cuenta. Pero salieron airosos, un gran comienzo de dos voces muy diferentes pero ambas bien radicadas en la tradición.
Se quedó Antonio Ortega con el tocaor para inciarse por soleá, y sorprendió después con una mariana que cantaba José Menese (“un gran mairenista”). Con letra de Francisco Moreno Galván, la mariana fue un tramo muy bello, y una confirmación de que aún hay mucho cante fresco para rescatar de la tradición. Siguió por cantiñas, entre ellas el mirabrás A mí que me importa y la letra por alegrías de José Luis Rodríguez Ojeda que dejó grabada en su disco, Calle real: “Con lo viva que era la barca mía se ha queaíto sin fuerzas la pobre mía / Porque no soplan los vientos como ella quiere / Qué caprichosa es mi barca, qué gracia tiene”. Así son las metáforas vivas, terrenales y poderosas del flamenco.
Cerró Ortega por seguiriya una hora de cante maravillosa, y empezó Cástulo por soleá, pellizcando desde un inicio con sus halagos a la amistad. Después tientos-tangos, y antes de la seguiriya paró para contar a su público que se lo dedicada a su mujer y su cuñado, ya que su suegra acababa de fallecer y no había podido estar en el sepelio por evidentes motivos laborales. Imposible no emocionarse, y no empatizar, con un hombre que canta a una madre fallecida, al otro lado del país de su familia, por seguiriya. Demostró, en una hora de cante, lo que escribió el crítico Manuel Bohórquez sobre él: “Hay algo en Cástulo que me chifla: su honestidad cuando canta, que nunca engaña a nadie, no se adorna jamás y no practica la ojana”. Cerró también con un cante inusitado, el cuplé Doña Luz de Lucena por bulerías, que popularizó el otro Mairena, Manuel, hermano de Antonio. Ortega volvió a salir al escenario para cerrar junto a Cástulo por fandangos.
“La corriente mairenista, esa manera de expresarse de los Alcores, parece que está un poco en decadencia. Por el olvido de la gente joven, está más la corriente de Morente, Marchena, Caracol. Es muy bonito que la forma de cantar de nuestro pueblo cale tan hondo por ahí arriba, hemos podido comprobar que las formas de Mairena del Alcor están vivas y presentes hoy por hoy”, contaba Manuel Cástulo, que insistió en dar su enhorabuena al público de Logroño, porque la afición del norte “va predispuesta a escuchar de verdad”.
Quedan aún, después de estos dos recitales (y el de Mayte Martín y Manuel de la Tomasa), otras tres fechas de la Gira del Norte: la cantaora Rocío Luna, el cantaor Ezequiel Benítez y la danzaora Estela Alonso. Siguientes oportunidades para el público riojano, palentino y alavés para conocer lo que Antonio Mairena tituló “la razón incorpórea”, y explica el cantaor Antonio Ortega: “Muchas circunstancias, que el público esté receptivo y te des cuenta de eso. El cante es muy delicado, yo no sé de razón, pero sí que sé que son momentos”.
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