Resumen: Fosforito / Luisa Palicio. Singulares: Málaga en Flamenco
MÁLAGA EN FLAMENCO 2009 |
Texto y fotos: Málaga en Flamenco El cantaor de Puente Genil entregó toda la voz que le queda a una platea que sucumbió a su esfuerzo y a su magisterio. Luisa Palicio y su cuadro abrieron la actuación doble con un derroche de buen gusto en la línea de recuperación del baile de la vieja escuela sevillana y el mejor cante del futuro en las voces de Jesús Corbacho y Moi de Morón. La despedida del ciclo Singulares fue todo un éxito con un tándem de protagonistas que mezclaba juventud y veteranía con el denominador común del flamenco más apegado a lo tradicional. De nuevo se acabaron las entradas a la venta desde varios días antes y es que lo jueves se han convertido en un sinónimo de flamenco en la ciudad gracias a la Diputación de Málaga.
Luisa Palicio demostró que su baile sigue creciendo e impacta por su modernidad recuperando las más viejas esencias del mantón, la bata de cola y las castañuelas, mostrando un estilo propio que camina por otras veredas alejadas de falsas imposturas de vanguardia. Se hizo acompañar de un cuadro de mucha categoría formado por la voz rota y conmovedora de Moi de Morón, el cantaor de moda del grupo Son de la Frontera, a su lado los melismas del onubensse Jesús Corbacho sonaron como contrapunto muy celebrado y la vetarana y particular de Juan Reina formó el triángulo mágico. La musicalidad la puso Rafael Rodríguez el Cabeza que demostró porque se llevó el reconocimiento a la mejor guitarra de la pasada Bienal de Sevilla. Palicio llenó de plasticidad soleá y romance, seguiriyas, fandangos y alegrías. Todo quedó dispuesto para la actuación de Fosforito que estuvo escoltado por Antonio Soto de una manera brillante, lo que se tradujo en varias salvas de aplausos a sus falsetas. Don Antonio tiró de galones y no se arredró, abrió la puerta de otros tiempos dorados con su Llave, a sus setenta y siete años, dio el corazón a pedacitos y de nuevo su presencia fue una bellísima parábola de la voz de fuego que aún arde, evidentemente no con la bravura y sin resuello como entonces pero dejando pinceladas de mucho cromatismo y rítmo de lo que fue. En su alarde extremo de voluntad atacó soleá apolá, alegrías o bulerías entre otros muchos palos que son como apellidos de su nombre, incardinados a su carne, por la familiaridad con que los conoce y trata.
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