Carmen
Linares con la colaboración especial de
Juan Carlos Romero
Sevilla, 4 de noviembre 2003 Teatro Central.
Sevilla
LA CONGOJA DE CARMEN.
Martes cuatro de noviembre. Nueve de la noche. Agotadas
las entradas para asistir a la inauguración de una
nueva temporada del ciclo Flamenco Viene del Sur, que acogen
las tablas del Teatro Central de Sevilla. Carmen Linares es
la encargada de romper el hielo.
Irrumpe su figura menuda por el escenario y el público
aplaude pidiendo guerra. En la rondeña le hace hueco
a los aires de Málaga. Sólo el ay desgarrado
que calienta la garganta coloca al respetable en la mudez.
Abandolá después cierra el cante estrujando
sus puños y castiga su pecho entregado.
Por cantiñas de Cádiz se cuela en los entresijos
del palo y domina. Babea en el cante quizás para rendir
tributo a la genial guitarra de Juan Carlos Romero: dulce,
acompasada, muy natural. Carmen quiebra su voz por encima,
valiente. Mide los tercios, juega con la voz poniéndola
a prueba con graves y agudos. Salta por el pentagrama con
cambios inesperados para el que espera.
Una
voz y una guitarra. Le sobra acompañamiento para cantar
por tarantas. La guitarra bordonea hipnotizante, limpia. La
cantaora “se busca”. El lamento se apodera de
ella y el patio parece contener la respiración, como
para regalarle el aire solidario para que no sufra el yunque
su quejío. Íntima la sonanta, cuatro mil tonos
arropan, un consuelo. La congoja de Carmen provoca consternación,
angustia, un pellizquito en el alma.
A contrapunto el compás en los tientos. La percusión
y las guitarras “inventan” un ritmo distinto,
re-crean el palo donde se acomoda la linareña no lejos
de la ortodoxia pero moderna, respetuosa. El cambio a tangos
para el postre alegran a cualquiera.
Enraizados sus cantes, fluyen por nuevos caminos adaptándose
a los tiempos demostrando que no está todo hecho y
que es posible un flamenco nuevo, diferente a ese otro (con
el mismo nombre) en el que desde luego no se enmarca a Carmen
Linares. Cierto es que Flamenco, sólo hay uno.
Inusitadas las bulerías por soleá. Vuelve
a sorprendernos. Vuelve a deleitarnos. Prueba a meterse en
sí y encontrar cositas que nadie sabe. Es un reto constante,
una pelea por disfrutar de su arte. Parecía que actuaban
para ellos. Atrevidos en todo momento.
Y llega la seguiriya. Garra, coraje… osada interpreta
un cante admirable, fuera de lo común. No se extiende
ni riza el bucle tentando a la suerte con demasiadas novedades
en un cante complejo que ella lo hace aún más.
Contenida su voz en el sentimiento y terminando con cabales
de Silverio da paso a las bulerías.
Ni trescientos piropos describen la finura y la elegancia
con que cautivaron por fiestas. ¡Toma que toma! No sólo
hay bulería en Jerez, aunque se acuerde de ella cuando
le de la gana.
Tras una enorme ovación tuvo que salir de nuevo al
escenario donde nunca había actuado para poner un broche
de lujo con una versión del “Se equivocó
la paloma” de
Alberti. ¡Biennn! Fue al unísono lo último
que dijo el público.