La guitarra de Manolo Franco abre la décima edición del Flamenco On Fire
Uno vuelve a la Calle de La Mañueta con la misma fe con la que otros le piden a San Fermín que les libren de cornadas y pisotones. Pamplona celebra la décima edición del festival Flamenco on Fire con un cierto aire de despiste. Aquí las cosas grandes y gordas comienzan con un chupinazo. Así que hay gente que no se entera de que Manolo Franco ha dado la noche del martes un concierto exquisito desde el balcón del Palacio de Navarra. Es un sitio bonito de ver, iluminado, pero ingrato para un maestro de la guitarra al que no vemos ni la cara ni las manos, excepto si te vas a la calle donde se le escucha peor por aquello del tráfico y las conversaciones en la acera.
La gente escucha la guitarra de Manolo Franco, sin ver el instrumento, con la misma fe en Sabicas, el guitarrista que abrió la caja de Pandora del flamenco a la modernidad. El mote se lo pusieron de niño cuando Agustín Castellón subía la cuesta de su calle, la calle de la Mañueta comiendo habas. “Esas-abicas”. Aquel niño prodigio al que llamaban Niño Sabicas, por lo de la edad y las habas. Vivió durante décadas en Nueva York sin pronunciar ni una sola palabra de inglés. Ni dios quiera” nos decía con sorna a los periodistas que acudimos en 1989 a Begur para un intenso homenaje a Carmen Amaya, la bailaora con la que triunfó en América.
Las once de la mañana no parece buena hora para cantar flamenco pero los negocios de la calle en la que se crio Sabicas están abiertos, la tienda de cuchillos, la de comida para mascotas, el acceso al mercado y al frontón… sólo la tienda de jamón luce a media persiana bajada. Ahí aparece el cante de Guadiana de la saga de los Porrina de Badajoz. Somos pocos, pero nos gusta (lo dijeron los Stones) . Por encima de la calle una grúa sigue a lo suyo, ajena al arte.
La capilla del SANTO, San Fermín,está en la Iglesia de San Lorenzo donde nos encontramos a Roberto Urrutia, al cantaor de Bilbao Juanjo Navas, a la cantaora Lorena Jiménez y a Pedro Planillo.
Es la primera vez que veo un acordeón en un contexto flamenco (con la excepción de Javier Colina). Nuestro hombre interpreta una jota navarra que es respondida por alegrías por Juanjo Navas. No intentan fusionarse, son unas ideas superpuestas. El santo lo mediatiza todo y Lorena Jiménez cambia la letra de «alegría de vivir» para meter a San Fermín en la ecuación.
Todo es un poco surrealista pero volvemos al casino para rendir homenaje al investigador almeriense Norberto Torres, a la tienda “El Flamenco Vive” en la persona de Alberto Martínez y a la academia Amor de Dios a través de su director Joaquín San Juan. Una persona reflexiva y cordial que representa lo mejor del flamenco.
El festival se acuerda este año de personalidades como Manolo Caracol, Fernanda de Utrera y otras entidades únicas que forjaron la historia del flamenco. Ahí tengo que destacar mis ausencias, mis cuitas. Cuando viajaba a la primera edición del “Flamenco on Fire” me enteré de la muerte de Peret. Cada vez que me encuentro con los amigos de la asociación gitana Gaz Kaló hablamos de esa rumba. También me gustaría ver aquí una exposición de Javier Fergó. Un fotógrafo ligado a la historia del festival navarro. Me cuentan que el homenaje que le hicieron en Jerez, su tierra, fue decepcionante. Pero como subrayó Billy Wilder: “Nadie es perfecto”.
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