¿Para qué sirve una orquesta sinfónica?

Mauricio Sotelo estrena “cantes de rojo fuego” con la Sinfónica de Navarra, Juan Jiménez, Vicente Soto Sordera, Rosario La Tremendita y Antonio Reyes.

Una obra descomunal en tamaño y enjundia dedicada a Manolo Caracol

No me respondan todavía. Los encuentros entre el flamenco y las orquestas sinfónicas a los que uno ha asistido van de la decepción a la desesperación porque cada uno se dedique a lo suyo. Los sinfónicos a las sinfonías y los flamencos…ya saben ustedes/vosotros. No estoy muy al tanto del repertorio que se ofrece en los llamados templos de la música que algunos llaman “culta” con intenciones de ofender a las demás músicas. A mí me da la impresión de que siguen repasando las obras maestras de Mozart, Beethoven y que, de vez en cuando llegan a los pasajes escritos en el siglo XX. Total que nuestros compositores “contemporáneos” del siglo pasado han sudado la gota gorda para poder estrenar sus obras. ¿Para qué sirve una orquesta sinfónica? Tenemos la respuesta: “Para que estrene Mauricio Sotelo; Para eso sirve»..

¿Un estreno mundial en Pamplona? Que suenen los claros clarines y los clarinetes. “Esta noche es histórica” dijo el presentador José Manuel Gamboa y los que no han venido, “ellos se lo pierden”. El caso es que había media entrada en el Baluarte, un milagro tratándose de un concierto contemporáneo. Manolo Caracol fue un fenómeno de masas en la España de la posguerra, un cantaor que introdujo las orquestas (y a Lola Flores) ante un público eminentemente popular que aceptaba con gusto la introducción de extravagancias como añadir pianos y otros instrumentos “cultos”.

La obra de Mauricio Sotelo es un intenso recorrido por los cantes genuinos y ahí la voz principal la lleva el saxofonista Juan Jiménez al que conocemos de proyecto Lorca y sus colaboraciones con Rocío Márquez e Israel Galván. Supo alzar la voz y hacerse oír con toda la orquesta en marcha. Dice La Cañeta de Málaga que “el contraporáneo está confundiendo a la juventud”. No es el caso, aquí las partituras de Sotelo se nos muestran al servicio de la idea del cante, sin falsos exhibicionismos, sin que suene a vanguardia, sin plantear pulsos a los oídos del público para averiguar quién es el más moderno y osado de su generación. Ahí entra el cante genuino de Vicente Soto Sordera, Rosario La Tremendita y Antonio Reyes que estuvo cumbre durante toda la interpretación de la partitura. ¿Y el compás?

He visto a las mejores orquestas del mundo mundial naufragando en un vaso de agua intentando llevar el compás. ¿Y ayer? Sin novedad en la sinfónica de Navarra. Méritos a repartir entre el director de la orquesta Oliver Díaz, la partitura, el cajonero al que no pude identificar (Daniel Suárez) y a todo el elenco de una noche irrepetible que esperamos que se repita a lo largo y ancho de la inmensa red de auditorios clásicos y serios del planeta tierra.

Nos fuimos al descanso con una sensación de triunfo en el ambiente. Lo que estaba por llegar estaba dedicado a Canasteros, el tablao que abrió Manolo Caracol en Madrid y que le sobrevivió gestionado por su familia) y que vio los primeros pasos de las nuevas generaciones como los hijos y los nietos de los Sordera y los Habichuela y que antes había albergado a los músicos que grabaron “la leyenda del tiempo” junto a Camarón de la isla caso de Diego Carrasco, Jorge Pardo y aquellos músicos que se volvieron flamencos por contacto con el arte, inaugurando una nueva tradición: la ósmosis flamenca.

Aún queda gente que se santigua cuando ve un cajón en escena. Ayer podían duplicar los rezos, por un lado un piano, por el otro una batería,en el medio Vicente Soto Sordera, un cantaor que le da la vida a los cantaores viejos y que se eleva con una voz propia y rotunda. No vi a nadie suplicando a la cruz y la sucesión de cantes se magnificó cuando el testigo pasó a la garganta de Antonio Reyes. La sesión se prolongaba por encima de las dos horas y llevábamos mucho arte encima (la guitarra de Alfredo Lagos merece crónica aparte). Repito, mucho arte y poca cena, hasta el punto de que vi salir al fotógrafo Paco Manzano y al rato lo vi regresar. “Faltaba lo mejor, por eso volví” comentaba más tarde y lo mejor fue el fin de fiesta con la Tremendita y el piano elocuente y arriesgado de Alejandro Rojas Marcos. “Nunca había visto a la Tremendita tanto tiempo sentada” dijo Pablo Calatayud, director del documental “El fabuloso Sabicas”. Y así Rosario paseaba su trantran del piano a la batería de Perico Navarro, cantando lo suyo y encajando las coplas de Manolo Caracol. El fin de fiesta fue conciso e intenso con todo el elenco al compás. ¡Cumbre!

 
   
   
 

LOCO POR LA SOLEÁ

Si no llevara el apellido que lleva, yo estaría loco por la Soleá y sería un indie de pro y tendría en mis altares a La Bien Querida y a Jota de Los Planetas, unos seres humanos que se han preocupado lo justo por afinar. Así es el pop, nos importan los estribillos memorables y bailables y Soleá, los pilla al vuelo, vengan de donde vengan, sea de Rafaella Carrá o de una rumba de Cañorroto. Fue en la sala Zentral un ratito antes del cataplum de Sotelo. Y estaba lleno de sonrisas. ¡POP!

 
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UNA HISTORIA DE UN CANTAOR FLAMENCO. Pamplona. Estreno Mundial de la obra de Mauricio Sotelo “Cantes de rojo fuego”.

David Lagos (director artístico)
Orquesta Sinfónica de Navarra
Óliver Díaz (director de orquesta)
Vicente Soto Sordera (cante)
Antonio Reyes (cante)
Rosario La Tremendita (cante)
Alfredo Lagos (guitarra)
Alejandro Rojas-Marcos (piano)
Juan Jiménez (saxo)
Daniel Suárez (percusión)
Artistas invitados: Melchora Ortega y Diego de la Margara

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