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Texto: Mona Molarsky
Guitarra clásica: José María Gallardo.
Guitarra flamenca: Cañizares. Bajo: José de Lucía.
Percusión: Roberto Vozmediano.
Por el amor de Dios, que nadie miente
la palabra “fusión”
El pasado jueves, 10 de febrero, en el auditorio Zankel de Carnegie
Hall en Nueva York, Juan Manuel Cañizares, el guitarrista
flamenco de Sabadell (Barcelona), y José María Gallardo,
el guitarrista clásico de Sevilla, ofrecieron un mano a mano
que debía su éxito más a la buena compenetración
que a la competencia. Sólo un puñado de los flamencos
incondicionales de la ciudad asistieron, pero los muchos melómanos
y guitarristas entre el público quedaban embelesados con
los dos maestros y sus dúos “bilingües”
que parecían pasar dos idiomas por un embudo para sacar un
invento fresco y original.
Cada uno tocó en solitario hacia el comienzo del programa.
Gallardo, que personifica el temperamento soleado y desenfadado
de su Sevilla, realizó la clásica Danzas Españolas
sin aparente esfuerzo y se divirtió con el buen humor del
Lorca Suite (basado en Canciones Populares Españoles). Igual
que el Lorca Suite, su Fuego, breve y airoso, fue acompañado
muy eficazmente del cajón discreto de Roberto Vozmediano
Dúos “bilingües”
que parecían pasar dos idiomas por un embudo para sacar un
invento fresco y original.
Cañizares
se encargó del lado oscuro con su Minera modernista en la
que empleaba su guitarra para explorar algunos de los paisajes anteriormente
investigados por el cantaor Enrique Morente. Con la bulería
La Pajarraca, parecía estar metiéndose en un ambiente
flamenco más tradicional, pero pronto sus falsetas inquietantes
nos recordaron que esto no era una fiesta jerezana. Cuando dio media
vuelta para trabajar una Colombiana con aires jazzísticos,
lo hizo con toda la facilidad de un auténtico maestro. Fue
respaldado por la percusión de Roberto Vozmediano y el bajo
de José de Lucía que aportaron un sentir ameno. Durante
cuatro años hacia finales de los ochenta y comienzos de los
noventa, Cañizares fue componente del grupo de Paco de Lucía,
y en los temas más ligeros la influencia se deja lucir.
“Todos han mamao de Paco…y ellos mismo lo reconocen”
fue el comentario de una bailaora veterana a mi lado que había
asistido al estreno de concertista de Paco de Lucía en Jerez
en 1970, y su sonrisa indicaba que estaba disfrutando del recital.
Diálogos entre dos – la
voz luminosa de la guitarra clásica de Gallardo, y la oscura,
flamenca de Cañizares.
Pero más que los solos, fueron los temas a dúo que
encendieron al público. Antes de este festival, estos hombres
no habían tocado juntos, y montaron este mano a mano a petición
del director, pero qué gran placer de ver a dos artistas
tan dispares pasándolo bomba. Tocaron el animado Sevilla
de Gallardo, La vida breve de Manuel de Falla, Coast redwood, una
colombiana con arreglo de Gallardo y una balada de Cañizares
titulado Lejana. Muchos de los temas fueron básicamente diálogos
– la voz luminosa de la guitarra clásica de Gallardo,
y la oscura, flamenca de Cañizares.
¿Qué etiqueta podemos colgar a la original mezcla
de guitarra flamenca con clásica (aderezada con jazz e incluso
detalles de rock progresivo) que despachan estos hombres? Llamémosla
“diálogo”, llamémosla “cóctel”,
llamémosla “aguardiente nuevo” o lo que sea…pero
por el amor de Dios, que nadie miente la palabra “fusión”.
El muy cerebral Cañizares ha declarado que él es flamenco
hasta la médula, incapaz, por mucho que quisiera que fuera
de otra manera, de fusionar dos tradiciones en una. Si no lo conocieras,
es para pensar que son las afirmaciones gratuítas de un viejo
malhumorado, uno de aquellos “puristas” en el peor sentido
de la palabra. No obstante, tratándose de Cañizares,
nada más lejos de la verdad.
Igual que enamorarse de un hombre, el
proceso de enamorarse de una música desafía toda razón
y lógica…
Ahora que me he atrevido a mencionar el “flamenco puro”,
necesito confesarme. En el fondo yo soy de la banda de los puristas.
A pesar de la más profunda admiración y el respeto
que siento por los artistas de hoy día que están redefiniendo
los parámetros del flamenco, estoy enamorada del flamenco
prepaco, y muy gustosamente cambiaría toda la técnica
de virtuoso y armonía experimental por una sola siguiriya
que me conmoviera. Igual que enamorarse de un hombre, el proceso
de enamorarse de una música desafía toda razón
y lógica. Una vez un tipo de música determinada te
haya llegado al fondo más secreto del alma, ninguna otra,
por muy bella y resplandeciente que sea, puede acercarse. Y así
ha sido para mí, hacia el final de este recital cuando no
podía estarme quieta y no paraba de mirar el reloj. Pero
no me mal interpretéis, aquellas composiciones de Gallardo
y Cañizares, la bulería, el vals, los tangos y la
rumba, son extraordinarias. Había una auténtica compenetración
entre ambos y el público les brindó una larga ovación,
seguida de un vals del venezolano Antonio Lauro para el bis. Simplemente
fue que de alguna manera quedé….digamos, hambrienta.
“En momentos como este es cuando echo de menos a Diego
del Gastor” murmuró un aficionado empedernido
a mi izquierda. Aunque nunca había tenido el placer de conocer
a aquel guitarrista primitivo y autodidacto que tocó con
el corazón según se cuenta, sabía exactamente
lo qué quería decir.
Mona Molarsky © 2005. Reservados los derechos.
Fotos por Jess Ugalde
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