Sábado, 8 de octubre, 2005. 2100h.Teatro
Villamarta, Jerez de la Frontera
Texto:
Estela Zatania
Foto Agujetas e hijo por José María Castaño
Resto fotos: Estela Zatania
Cuando la temporada estival del flamenco jerezano
acaba de cerrar con la Fiesta de la Bulería hace apenas
un mes, la nueva temporada otoño/invierno dio comienzo
el sábado día 8 en el Teatro Villamarta.
El sobrio cartel – Manuel Agujetas y Tomasa la Macanita
al cante, y Juana Amaya al baile – ha servido como excelente
punto de partida, una lectura de lo esencial para no perder
el norte antes de embarcar en las nuevas aventuras flamencas
que llegan con cada temporada.
¿Quién ofrece resistencia
a la autoridad de la flamenquísima voz de esta mujer?
Tres
veces la Macanita invoca “¡viva Jerez!”
al abrir la noche, añadiendo, por si cupiera la duda
“porque soy de aquí”. Ataca frontalmente
por tonás – en actuaciones recientes ha luchado
con una voz desobediente, pero esta noche está en perfectísimas
condiciones. Por tientos tangos, incorporando estilos extremeños,
el gurugú de Pastora y otros retales. Hace años
que los tangos con denominación de origen están
perdiendo sus respectivas identidades, no se diferencian los
estilos heredados de los inventados esta mañana y son
el equivalente binario de las bulerías, a la vez que
carecen del interés rítmico de éstas.
¿Pero quién ofrece resistencia a la autoridad
de la flamenquísima voz de esta mujer con su mantón
de manila y su sonrisa generosa? Soleá al seis por
medio, y el guitarrista Juan Diego parece no encontrar suficiente
variedad de material por medio. “Cualquier diíta
menos pensao…”, “Por el hablar de la gente…”,
“¿Qué quieres de mí…?”…estamos
en fernandalandia, ese terreno que conoce tan bien la Macanita,
pasando por Lebrija. “El día que yo me muera”,
la letra de la famosa cantiña del Pinini es aplicada
a otro estilo con menos acierto y se remata con Paquirri.
Macanita comete la imprudencia de interpretar un “tema”,
nuevo eufemismo para canción, “El corazón
tras la puerta” por bulerías. No es que lo haga
mal, sino que está fuera de lugar esta noche. Las tapitas
de cuplé alternando con estilos cortos quedan sabrosas,
pero una canción entera pesa más que una vaca
en brazos, y a Juan Diego se le escapan algunos tonos. Las
siguiriyas que interpreta a continuación quizás
tenían que haberse quedado en el tintero dada la presencia
en el programa de Manuel Agujetas, decano del quejío
negro. Se despide por bulerías recordando a Paquera,
largo rato sin micro y los bailecitos por turnos de los palmeros
redondean la actuación.
El pueblo de Morón de la Frontera tiene historial
no sólo en el toque, sino en el baile. Desde el Quino
o Pepe Ríos, pasando por Fernandillo y Andorrano, inspirados
festeros, hasta los actualísimos Pepe Torres o Juan
de Juan… Un importante eslabón de la cadena es Juana
Amaya – baile racial, baile de fuerza, baile de compás.
La que era pareja de Mario Maya con apenas quince años
y logró mantener su personalidad haciendo pareja de
Farruquito en el 2003 en el espectáculo “Por
Derecho”, sigue siendo una de las bailaoras más
interesantes del panorama actual.
Suena el cante por martinete, aparece Juana y hace su declaración
de pies para entrar en siguiriyas donde es arropada por el
cante de Juan José Amador padre e hijo y David el Galli,
el toque súper caliente de Paco Fernández y
el Bola y la percusión de Joselito Carrasco. La actuación
es partida en dos por el intermedio, muy molesto, y la segunda
parte abre por soleá. Juana ya tiene aspecto de madura
y su baile es todo nervio y pellizco. Tiene una relación
íntima con el suelo y baila hacia tierra – otros
encuentran su centro de gravedad hacia más arriba –
y esto aporta un peso emocional. El repertorio de pasos resulta
algo limitado comparado con bailaores más jóvenes
– el flamenco se desarrolla velozmente hoy en día
y la moronense emplea un lenguaje ligeramente pasado, pero
su mensaje llega perfectamente intacto reivindicando la intemporalidad
de las cosas bien hechas.
Ahora cuando el preciosismo en el cante está nuevamente
de moda, llega Manuel de los Santos “Agujetas”
al Teatro Villamarta con su grito pelao. Anarquía,
personalidad terrorífica, excelente cabellera natural,
sonido espeluznante. Empezando por soleá el vello colectivo
se pone firme con el primer verso por Alcalá, pero
justamente cuando estás ajustando el cinturón
de seguridad, ha terminado la tanda y toca aplaudir. De hecho,
esta costumbre del cantaor de no desarrollar ni rematar los
cantes resta mucho de sus interpretaciones. Por fandangos
se agradece la brevedad – cada fandango es un microcosmo
autosuficiente – pero la variedad y naturaleza del cante
por soleá se adaptan a una estructura ascendente donde
la sensibilidad compositiva es otra faceta de la interpretación.
Manuel Agujetas es de los pocos que todavía dice “bulería
pa’ escuchar” para anunciar que va a cantar soleá
por bulería, pero nuevamente, la figurada miel en los
labios del respetable es palpable cuando el cantaor salta
de la silla y saluda después de sólo tres letras
llanas. Aparte de no dejar que crezca el ambiente natural
del cante, el tocaor, en este caso el espléndido malagueño
Antonio Soto, es privado de exponer su mercancía y
se limita a rasguear.
Agujetas
produce tanto morbo como buen cante y es imposible no estar
pendiente de sus descabelladas declaraciones. Tampoco el público
se corta y grita uno “¡eres el mejó!”
provocando la respuesta del cantaor “la gente de Jerez
lo sabe”. “¡Eres el peor de todos, Manuel!”__”Gracias”.
Todo forma parte del show de Agujetas.
“Unos fandanguitos a mi forma” da pie al momento
de la siguiriya, la joya de la corona de este cantaor. Sin
apenas abrir la boca suelta toda la fuerza de su rabia permanente
a través del palo idóneo para el propósito
y los estilos jerezanos habituales en él. Más
fandangos, seguidos de soleá, y jamás se ha
visto un público más obediente y dócil
cuando sale la señora de Agujetas a bailar…el cantaor
nos pregunta antes si tenemos ganas de verla, y después
si nos ha gustado y cualquiera dice ni pío.
Agujetas anuncia la soleá de Manuel Torre, “No
lo conocí pero era de Jerez” e insiste en la
memoria del Chocolate, “¡Lola Flores era de Italia
y tiene su monumento!” Por martinete saca el mejor eco
imaginable, más fandangos, sale el hijo Antonio con
aspecto desmejorado y canta muy brevemente, dos letras por
soleá. Manuel agarra la silla por detrás con
una mirada entre preocupado y orgulloso, pendiente de cada
nota, jaleándolo.
“Yo quiero a toda la gente de Jerez menos a cuatro
gitanos que no me pueden ver”. Soleá. Bis por
siguiriyas. “Mientras yo siga vivo el cante no se va
a perder”.