Texto: Silvia Cruz Lapeña
Fotos: Javi Fergo (FonF)
Balcones de la Calle Mañueta, Plaza del Ayuntamiento y Hotel la Perla. 24 al 29 de septiembre 2016.
Flamenco diurno y de baranda
En Pamplona, donde se celebra la tercera edición del Flamenco On Fire, a los nuevos responsables del ayuntamiento, EH Bildu, les pareció que una buena manera de acercar el flamenco a la calle era dar conciertos en los balcones. La idea no es nueva, de hecho hay a quien le parece vieja, pues en Cádiz, donde también se celebró durante años el flamenco de baranda, los que gobiernan ahora, Podemos, han decidido que el balcón queda demasiado alto, demasiado divo y lo han bajado a las plazas.
Es agosto, es Pamplona y el sol es un asesino. Y el flamenco de las calles pamplonicas no sólo es de balcón sino también diurno, algo que encanta al viandante que se encuentra un buen quejío camino del mercado o se toma el aperitivo mientras escucha, por ejemplo y casi nada, a Dani de Moron o Arcángel. Para el artista la sorpresa puede ser distinta, pues viene de pasar la noche con la garganta dormida (o sin dormir un minuto) y no es la mañana el mejor momento del día para ayeos o fraseos. Pepe Luis Carmona, por ejemplo, estuvo el sábado emocionado y hermoso en la vidalita pero poco fino por soleá. Cantó acompañado de Carlos de la Jacoba, que toca la guitarra con un metal asombroso. Para verlo en su balcón de la calle Mañueta salieron hasta las dependientas de los comercios y los demás, aún con el cuello doblado y de cara al sol, disfrutaron de la lindo y jalearon a los gitanos que actuaron a pocos metros de donde nació Sabicas.
Después le tocó a Guadiana en el balcón del ayuntamiento con Niño Jero y el extremeño sacó vozarrón y ganas y se secó el sudor tantas veces, por lo menos, como cambió de tercio. Estuvo potente pero una señora, vecina del balcón cantante, salió a cerrar su cancela de un portazo. No pensó en ella el ayuntamiento cuando quiso ofrecer flamenco gratis y en la calle para acercarlo a la ciudadanía e ir acabando así con los prejuicios que hay contra esta música. Tampoco pensó nadie en las campanas, que dieron sus horas sin importarle que bajo su badajo hubiera un hombre luchando por decir, ¡y cómo!, unas bulerías. En el suelo, sin embargo, hubo tal entrega que hubo quienes se atrevieron a pedir silencio para escuchar mejor la tremenda voz del cantaor. ¡En una plaza!
Cantar y escuchar flamenco desde un balcón tiene su punto. Uno, pensado para voyeurs, soñadores y estetas, es que el balcón le pone un marco al que canta y aunque Alba Molina y Joselito Acedo seguramente habrían deseado que en la baranda del Hotel La Perla hubiera también un toldo que los protegiera de la luz de del sol, su estampa fue digna de verse en el Museo del Prado. Más que un dúo, fueron un díptico, un cuadro, el de un hombre y una mujer interpretando el “Romero verde” de Lole y Manuel en el mismo hotel donde Hemingway soñó con quitarse la vida.