Texto: Silvia Cruz Lapeña
Fotos: Rafael Manjavacas
David Lagos, Lámpara Minera; Barullo, Desplante; José Tomás Jiménez Villalta, Bordón Minero; Antonio Moreno, El Filón.
17 agosto 2014.
Reseña & fotos & videos
Especial 54 Festival Internacional del Cante de las Minas – Toda la información
Triunfo balsámico
David Lagos ganó la Lámpara Minera del Festival de Cante de las Minas de La Unión. Ese es el titular, la noticia, el dato frío, claro y sin adornos. Pero no da cuenta de la intensidad de la final de un certamen que ha premiado a un jerezano capaz de aunar estudio con guasa, saber con sonrisa, y gesto amable con hondura extrema. David demostró que hay que ser serio en La Unión pero que no hace falta ponerse grave. Esa parece su forma de tomarse la vida y así se toma el cante quien trabaja, escarba y araña cada letra, cada nota y cada palo para extraer lo mejor de sus recursos.
David acabó enamorando a muchos escépticos, que veían en Sebastián Cruz un candidato más “unionero”, y los conquistó en una final donde se rompió por siguiriyas, apuró en los cantes mineros y reventó las costuras del recinto y de las mentes estrechas al cantar por alegrías demostrando que un estudioso no es siempre un aburrido, ni un soso, ni un cenizo. David interpreta cada palo y tiene cualidades para hacerlo porque sabe ponerle cara y gesto a lo que cada estilo precisa. Cantar se canta con todo el cuerpo, no solo con la garganta, de la misma manera que un baile no puede ser sólo pierna. Y cuando Lagos pone en marcha su bien engrasada maquinaria, cabeza, corazón, voz y tendones se coordinan para cantar. Y esa fue una de las diferencias que lo alejó de sus competidores, cantaores muy competitivos que mostraron técnicas impecables y voces portentosas, pero también lejanía entre sus pulsos y sus gargantas.
Resultó llamativo, sin embargo, que Sebastián Cruz no recibiera ningún reconocimiento, siendo como es asiduo al festival, buen cantaor y muy querido en la tierra. Ni con la soleá halló consuelo, pues Miguel de la Tolea se llevó el premio con la suya gracias a una interpretación concentrada y brutal donde sacó todo lo gitano que hay en su voz, que es mucho y potente. Mejor parada resultó María José Pérez, que consiguió que la distinguieran por la taranta y por la granaína y media granaína, que ejecutó con variedad de matices y exquisito gusto.
Baile, instrumento y guitarra
En el baile se enfrentaron dos estilos contrapuestos: la furia farruquera encarnada en el cuerpo de “Barullo” y la delicadeza de Yolanda Osuna. El jurado optó por la garra del joven sevillano en el taranto que, aunque erró por momentos en la siguiriya y aún le falta algo de amplitud y dominio del espacio, consiguió imponer su seducción demostrando que este “farruco” puede marcar otra vía dentro de la senda de la que viene.
José Tomás Jiménez Villalta fue el hombre más solitario de la noche. Era el único finalista en la categoría de guitarra y se enfrentaba a sí mismo y al temor de que el premio quedara desierto, como había sucedido en las últimas ediciones del festival. El público le dio calor y lo arropó en la taranta y cuando acabó su soléa por bulerías, medio recinto estaba en pie agradeciéndole su manera de meter la mano en la guitarra, sin medias tintas y sin miedo, con coraje y velocidad de infarto. Y se llevó el Bordón Minero.
La innovación vino de la mano de los instrumentistas. Una marimba y una saxofón se midieron por tarantas y soleá. Ganó la percusión de la mano de un concienzudo Antonio Moreno Sáenz, que acompañó sus mazas con la voz de Juan José Amador en una coalición hermosa y bien coreografiada. Su rival, sin embargo, causó sensación. Y es que Gautama del Campo demostró que el saxo más que rasguñar, penetra, y consiguió darle sensualidad a una taranta que tejió para enamorar.
David, el valiente
Pero el rey de la noche fue David Lagos, quien allá por el mes de marzo hacía una confesión en las redes sobre su temor de artista antes de salir al escenario:
“Tu estas mirando la cara del monstruo. Y te preguntas si serás capaz de mirarlo a los ojos y darte cuenta de que solo son prendas colgadas en la percha que esperan convertirse en personas que sienten, se aburren o se divierten, se mueven inquietas en sus asientos a la espera de ser descubiertas.”
Él los descubrió anoche y los despojó de sus caras informes, les dibujó una sonrisa, les provocó alguna lágrima y los rindió a sus pies. “Todo lo mío es tuyo”, le espetó un espectador puesto en pie y con la voz rota. Una frase hiperbólica para darle las gracias por su valor de gigante. Porque Lagos en La Unión se lo jugaba todo: su experiencia, su nombre y su presente inmediato. Compitió contra gente muy joven que aún no tiene nada que perder porque tiene el futuro en sus manos y salió victorioso. Se enfrentó a un rival de altura como era Sebastián y no le tembló la barba. Pero si ante algo negro se enfrentaba David era al empeño de una sociedad, flamenca o no, que expulsa el talento, lo manda lejos y lo alimenta de migajas o le niega el agua.
David se colocó anoche ante un espejo sin hacerle falta y se impuso un reto que le trascendía. Su victoria fue suya y de nadie más, pero al alzar la Lámpara Minera se activó algo colectivo, una especie de justicia balsámica que dejó la impresión de que las cosas, a veces, incluso en este país o en un festival con tantos vicios adquiridos como el de La Unión, pueden ser de otra manera.
Yolanda Osuna
David Lagos – Lámpara Minera
Sebastián Cruz
Barullo – El Desplante
Antonio Moreno – Marimba
José Tomás Jiménez Villalta
Miguel de la Tolea
María José Pérez