Texto: Estela Zatania
Fotos: J.L. Duzert
EXTRAÑA FRIALDAD
FESTIVAL DE FLAMENCO DE NIMES Israel Galván, “La Curva”
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Baile y coreografía: Israel Galván. Piano y composición: Sylvie Courvoisier. Cante jondo: Inés Bacán. Compás: Bobote Anoche fue presentada en el Teatro de Nimes “La Curva”, la obra más reciente de Israel Galván. Hoy en día Galván es el número uno indiscutible del baile flamenco masculino. Es figura internacionalmente conocida de la danza, su nombre llena teatros sin esfuerzo y su obra goza además de la subvención del Instituto Andaluz del Flamenco. ¿Porqué entonces abandono el teatro con mono de flamenco? Yo, después de cincuenta años viendo, escuchando y disfrutando del flamenco de todos los colores, bueno, malo y regular, soy incapaz de detectar su presencia en “La Curva” cuando baila Israel excepto por unos breves intervalos. “La Curva” es una relectura de “Tábula Rasa” también de Galván. De aquel trabajo escribí hace cinco años: “…una obra que se ha sacado del horno mental de su creador mucho antes de su debido tiempo de cocción”. Ahora nos llega “La Curva” con un planteamiento similar…el piano, la voz a pelo de Inés Bacán, ausencia de guitarra. Efectivamente, la idea está mejor desarrollada, pero el resultado es igualmente incompleto a mi juicio. Galván es magnífico, no cabe duda. Su dominio técnico, velocidad, claridad y extraordinario don creativo se merecen un chapó de lo más prolongado y sincero. Pero la genialidad no define al flamenco. ¿Qué lo define entonces? No seré yo quien imponga límites, así que reproduzco aquí algunas palabras del filósofo John Dewey que teorizó sobre la naturaleza de lo que llamamos un “estilo”: “Un género artístico es la constancia de las formas […]. La sensación que aporta cualquier género proviene de aquello que reúne los elementos definidos” (The Concept of Style, Lang). ¿Qué elementos serán los que definen al flamenco? Desde mi punto de vista absolutamente subjetivo, el compás es uno de ellos, si no el más importante en cuestiones de baile. Y para eso está Bobote ¿verdad? La mejor garantía, sí señor. Pero muy poco poquito se le permite intervenir. Y cuando lo hace, de pronto tus pulmones se llenan del oxígeno del flamenco y se siente el alivio colectivo. Es que los duendes son reacios a dejarse ver si no hay compás. ¿Pero no se justifica sólo cualquier empeño artístico independientemente de definiciones arbitrarias? Digamos por un momento que sí, pero tampoco así “La Curva” se acepta fácilmente como flamenco. Me produjo sensaciones abstractas de frialdad poco características del flamenco. Deprimente a pesar de unos detalles cómicos que siempre inserta Galván. Es como si el bailaor quisiera vencer su disgusto con el flamenco tradicional que le fue impuesto desde muy joven, mediante una larga manifestación personal. El año pasado en una entrevista declaró Israel: “Tengo que tener la mente inquieta, no puedo permitirme el lujo de aburrirme”. Es totalmente admirable y comprensible. Pero queda en el aire la inevitable pregunta: siendo el genio que es, ¿porqué no se busca dentro del flamenco?…¿le queda pequeño este género tan grande que es Patrimonio de la Humanidad? Israel baila encima de una mesa a lo José Greco, baila revolcándose en harina o talco levantando una gran nube blanca y poniéndose perdido, emplea la voz del cante no como cante sino como elemento de sonido, llama a un taxi, se entrevista a sí mismo cambiando de sillas para hacer de entrevistador y entrevistado, “¡uno de flamenquín!” grita como camarero de bar cutre, las torres de sillas que se caen, el baile de salón de Israel y Bobote…y todo el rato una extraña frialdad somnolienta. |