Sábado, 9 de junio, 2007. 2230h. Las Cabezas de San Juan (Sevilla)
Cante: Tomás de Perrate, Antonio Macías, Tomás Pareira.
Guitarra: Miguel Iglesias, Antonio Moya, Manolito el Lara.
Baile:Segundo Falcón, Curro Fernández, Manuel de Tañé (cante). Cuadro local.
Texto y fotos: Estela Zatania
Cada año el festival de la Yerbabuena en Las Cabezas de San Juan es de los primeros eventos de este tipo de la temporada que se extiende desde junio hasta mediados de septiembre cuando Jerez monta su Fiesta de la Bulería. Ofrece todas las ventajas y también las desventajas de un festival de cante a la tradicional usanza. Aguantamos las sillas de plástico, la defectuosa megafonía, los elementos (llovió brevemente antes del comienzo) y el extendido horario, a cambio de un ambiente ameno y hasta solidario donde el aficionado grita sus oles sin complejos, la gente graba y hace fotos si lo desea, hay pescaíto frito y conversaciones animadas en la barra, la fiesta puede surgir después y en general, reina un aire de espontaneidad que casa bien con el espíritu anárquico del flamenco, haciendo posible momentos irrepetibles e inolvidables que tienes menos posibilidad de ver en la comodidad de un teatro.
Aparte de la casi lluvia, había partido de fútbol, me dicen que “importante” además, aunque para algunos, un cante bien logrado puede ser más importante que un golazo. Había cierta euforia porque unas horas antes el gordo de la Lotería Nacional había dejado cinco millones de euros en este pueblo de quince mil habitantes. Entre una cosa y otra, el patio del centro cívico “El Huerto” se llenó a tope para un cartel tirando a localista pero interesante.
Como es costumbre en este festival, la velada se inicia con la actuación del ganador del último concurso de cante de la Peña Cultural Flamenca Fernando el Herrero. Con el acompañamiento de Manuel Lara, Tomás Pereira cantó granaína, siguiriya, fandangos por soleá y personales.
El especial don que tienen los cantaores de su pueblo para tejer fragmentos de canción y cante corto.
Tomás de Perrate es muy querido en esta zona debido a sus vínculos familiares con Lebrija. Con su fiel acompañante Antonio Moya a la guitarra, empieza por tientos tangos recordando a dos grandes de Utrera: Gaspar de Utrera y su propio padre, el Perrate. Por soleá, el cantaor está muy a la altura con este buque insignia de su tierra; de sabores va la cosa, y esta pareja de cantaor y guitarrista despachan un delicioso e inconfundible guiso. Aquí, en el corazón de la campiña del bajo Guadalquivir, la voz de Tomás de Perrate llena el aire relentoso removiendo sombras de gañanes y manijeros, y recuerdos de largas noches de cante y baile. Termina por fiesta con el especial don que tienen los cantaores de su pueblo para tejer fragmentos de canción y cante corto en una hermosa manta flamenca al son de bulerías.
Juana, la de la cesta, la del delantal y los pololos, la del Revuelo, provoca un caluroso aplauso con sólo aparecer en el escenario con su marido e hijos, una estampa inconfundiblemente flamenca. Por tangos nos cuenta que “…el puente de Triana está muy viejo, y lo están arreglando para que dure más tiempo”, y ya estamos ubicados en las orillas del río mirando al otro lado. Otra vez son los sabores fuertes que nos seducen. Martín chico, el hijo de Juana y Martín Revuelo, sabe meter el flamenco más rancio en un paquete absolutamente contemporáneo, y su excelente toque es el hilo conductor del reducido grupo. Fandangos y bulerías, y Juana fuerza la voz, aparentemente buscando un efecto que no acaba de cuajarse, pero el sabroso compás justifica todo. La guinda de la actuación es la graciosa intervención de Martín Revuelo padre que blande su bastón como guitarra, rifle o lo que haga falta en un momento dado. Posee el sentido del humor y la sutileza de la gente mayor, y sus “bulerías autonómicas” le ganan un caluroso aplauso.
El flamenco más rancio en un paquete absolutamente contemporáneo
Después del homenaje al pintor Paco Cotto que recibe la Yerbabuena de plata este año, disfrutamos de la intervención del admirable cantaor local, Antonio Macías, acompañado por Manolito el Lara a la guitarra. Entonces es el momento del plato fuerte: José Valencia, uno de los cantaores más destacados de su generación, acompañado a la guitarra por Miguel Iglesias. Después de anunciar que va a cantar por cantiñas, siguiriyas y bulerías, y afirmar que está encantado de estar en su pueblo vecino, la soleá de Carapiera sirve de introducción a un variado surtido de cantiñas de Lebrija; siempre sorprende la diversidad de estilos de este palo que manejan los cantaores lebrijanos. José sabe entregarse por siguiriya con un decir muy jerezano, cómo no, y luego llama a “mi equipo de fútbol”, nueve palmeros nueve, para respaldar las bulerías al aire romanceado de Lebrija. Sabor.
Para el cuadro de baile, Pepa Montes, bailaora cuyo nombre has trascendido su pueblo natal de Las Cabezas, aparece vestida de raso de un electrizante color fucsia. Suena el compás de soleá a palo seco, pero los cantaores, Segundo Falcón, Curro Fernández y Manuel Tañé, nos entregan un curioso bufé de cantes ajenos, como la liviana, fandangos o la siguiriya del Planeta, un experimento interesante que parece demostrar que el dominio del compás es lo único realmente imprescindible en el flamenco. Solo de cante por fiesta, y vuelve la bailaora, ahora de raso verde y bata de cola para unas clásicas alegrías que resultan un poco largas a estas alturas, pero este es su pueblo y la gente no pierde detalle. La bailaora dice unas palabras de gratitud y la noche flamenca acaba con un largo fin de fiesta con artistas locales.