Texto: Manuel Moraga
Fotos: Rafael Manjavacas
SIN ELLOS, NO ES LO MISMO
FESTIVAL FLAMENCO CAJA MADRID 2011 MANUELA CARRASCO / EL PELE
COMPAÑÍA DE BAILE DE MANUELA CARRASCO “SUSPIRO FLAMENCO”
“Es un orgullo” afirmó Manuela Carrasco al recibir de manos del jurado el galardón Calle de Alcalá, que hoy por hoy es la distinción flamenca más prestigiosa que se otorga en la Comunidad de Madrid. Manuela Carrasco se suma así a esa lista privilegiada de bailaores y coreógrafos que cuentan con esta distinción, como Pilar López, Mario Maya, El Gúito o Blanca del Rey, entre otros. Una inoportuna enfermedad impidió a Luis de Córdoba volver a los escenarios madrileños, lo que propició que El Pele se subiera al escenario de Teatro Circo Price. Al final, la noche se tiñó de gitanería.
Y orgullo es también para los aficionados saber que ese tipo de arte gitano, sigue teniendo artífices como Manuela Carrasco y como El Pele. El Pele fue precisamente el encargado de abrir la velada con la guitarra justa y emotiva de Manuel Silveria. Es curioso cómo las maquinarias de marketing y la necesidad social de consumir mitos se empeñan con demasiada frecuencia en encumbrar -a veces desmesuradamente- a algunas figuras, mientras otros artistas de quilates, como es el caso de El Pele -y muchos más- parecen condenados a una continua lucha por el reconocimiento masivo de su arte. Que me digan a mi un solo cantaor que haya tenido más calidad artística que El Pele en los últimos años. A mi juicio, nadie “es el mejor” -cada uno de nosotros tenemos nuestro propio baremo de afinidades estéticas y emocionales- pero creo no equivocarme si afirmo que tampoco hay nadie “mejor que” El Pele. Dicho eso, no fue la de anoche una de las mejores del Pele, pese que que cantó admirablemente, sobre todo a partir de sus soleares. No fue de las mejores, no porque estuviera mal, ni mucho menos, sino porque quienes hemos seguido a este artista muchas veces podemos comparar, y sabemos que esto del flamenco no es una ciencia exacta, sobre todo cuando estamos ante flamencos de arte. Comenzó luchando contra la frialdad de su garganta, del público y del teatro. Hay espacios que son poco proclives a la intimidad que requiere el flamenco, y el Teatro Circo Price es uno de ellos. Y la iluminación, tampoco le favorecía mucho, ciertamente. Hay que destacar la personalidad con la que El Pele aborda todo lo que hace: todo, desde las malagueñas a los fandangos de Huelva. Fue, ya digo, en las soleares, donde El Pele empezó a encontrarse más a gusto, donde empezó a interpretar de corazón cada uno de los cantes y donde empezó a transmitir: soleares a ritmo lento, pero con el compás interior tan intenso que sabe imprimir este cantaor, y con un remate sobrecogedor. Sus siguiriyas fueron tremendas… Siguiriyas, que por cierto, dedicó a las autoridades presentes en el teatro. No sabemos si ese mensaje de dolor seguiriyero dirigido a las altas esferas estará relacionado con la crisis económica que vivimos, pero el caso es que esa fue su dedicatoria. También se salió el Pele en las alegrías, fandangos y bulerías. Conocimiento, facultades, drama, compás, musicalidad, personalidad… ¿alguien da más? En la segunda parte: Manuela Carrasco. Hay que comenzar señalando el escaso trabajo escénico de “Suspiro flamenco”: una puesta en escena clásica, con tan solo alguna proyección irrelevante en el fondo del del escenario y en momentos muy puntuales. Creo que alguien con un Premio Nacional de Danza está obligado a exigir un poco más a sus propuestas. Pero dicho eso, hay que reconocer que en lo sustancial, si no existiera una Manuela Carrasco habría que inventarla. La fuerza que despide, incluso -y sobre todo- cuando está parada o marcando es toda una lección de lo que debe ser el baile flamenco con jondura. Manuela sabe arroparse de buenas guitarras y buen cante, y ya los primeros compases arromanzados le dejan a uno de piedra. También en esta ocasión Manuela Carrasco se ha rodeado de un cuerpo de baile de 4 bailarines que le sirven de alivio entre cada uno de sus números. Bailaores de calidad individual, pero de los que quizá se podría sacar más partido coreográfico en su conjunto. La segunda de sus actuaciones fue por alegrías y, bajo mi punto de vista, faltó algo en ellas. Un plus de emoción. Plus que sí tuvo la soleá con la que cerró. Un mano a mano entre al cante gitano de ese gran cantaor que es Enrique El Extremeño y el baile de la gitana trianera. Esos son los momentos que despiertan oles, que le hacen a uno moverse en la butaca y que hacen de este arte algo irrepetible: el oficio al servicio del hecho artístico. Algo que sabe hacer muy bien Manuela Carrasco. Cuando en un escenario el profesional se convierte en artista, el resultado es algo puramente energético, espiritual. Y eso es algo que, en general, caracteriza al concepto de arte que tienen los gitanos en el flamenco. El Pele y Manuela Carrasco son una buena muestra de ello. El flamenco es una disciplina con -afortunadamente- multitud de estéticas diferentes y complementarias. Pero desde luego, sin ellos, sin los gitanos, no es lo mismo.
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