FESTIVAL DE NIMES 2008
Miguel Poveda
FESTIVAL DE NIMES 2008
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EL MAGO DEL CANTE Cante: Miguel Poveda. Guitarra: Juan Gómez “Chicuelo”. Palmas: Carlos Grilo, El Londro. Artista invitado: Diego Carrasco. Miguel Poveda es un milagro. No sólo por lo gran artista que es. No sólo por ser catalán y máxima figura del cante, ni por los cuatro premios que acaparó en el Concurso de La Unión de 1993 con apenas 20 añitos, ni porque haya grabado cante en catalán o colaborado espectacularmente con el cantante pakistaní Faiz Ali Faiz. Hoy en día cuando la afición está absurdamente dividida entre “gitanistas” y “andalucistas”, el milagro de Miguel Poveda es que haya logrado lo que no ha podido ningún otro desde Camarón: se ha hecho querer igualmente por aficionados de un amplísimo abanico de gustos.
O quizás no es tan milagroso, sino el resultado inevitable de aunar conocimientos, capacidad, una afición inacabable, sensibilidad artística y una personalidad sana, abierta y auténtica. El asunto es que hasta el más rancio rinde homenaje al joven cantaor camaleónico. Y eso de “camaleónico” también requiere algunas palabras aclaratorias para los que todavía no conocen el cante de Miguel Poveda, si es que queda alguno. El jerezano cantaor Luis el Zambo, tan admirado por Miguel, lo dijo en una entrevista hace años: “…es que este niño da el sabor que corresponde a cada cante, no sé cómo lo hace”. En los cantes libres, dibuja delicados melismas sin caer en lo empalagoso, sus alegrías y cantiñas huelen al más puro salitre, su cante básico tiene peso específico y por bulerías es un portento de compás y buen gusto. En resumidas cuentas, Miguel nos entrega el cante en bandeja, todo el cante, listo para su consumición. El comienzo por tonás con un colchón tonal, es seguido por las sabrosas alegrías y cantiñas que Miguel Poveda domina tan bien, rematadas con las más clásicas bulerías de Cádiz. Es destacable su capacidad para construir un recital de cante contrastando cantes de compás con libres, duros con livianos. Pocos cantaores se mueven entre tantos palos con tanta soltura, y en gran parte lo logra gracias a un catálogo de voces, una para cada caso. Si los momentos preciosistas son perfectamente administrados en el cante levantino, el pulmón abierto y voz de pecho tampoco faltan para los cantes que los requieran. El cante en bandeja, todo el cante, listo para su consumición
Con sólo dos cantes interpretados, el público ya es suyo. Sigue una malagueña de Chacón rematada con abandolao. Chicuelo a la guitarra es admirable en todo momento; aparte de sus conocimientos, rechaza la tentación del jazzismo que tan bien suena en piezas de concierto y tan malamente abriga el cante. Un sonido suave, apenas audible de bulerías da la entrada a Diego Carrasco cantando las primeras estrofas de una canción en vías de convertirse en clásica, “Alfileres de colores”. Entra Miguel marcando sus pasitos graciosos al compás irresistible de Carrasco, y los dos genios, santiaguero y catalán, viajan en el mismo tren hacia el mismo destino flamenco. Por soleá, recrea estilos clásicos, y por tientos terminados con tangos extremeños, gaditanos y trianeros, su decir, por turnos delicado o valiente, es especialmente apto. Un homenaje a Quintero, León y Quiroga que llama “La radio de mi madre”, es una mezcla francamente brillante de fragmentos digna del señor músico que es Miguel Poveda. La profesionalidad del cantaor incluye su capacidad de dirigirse al público con sincera humildad. Explica que se encuentra resfriado por haber cumplido el deseo de cumpleaños de su hermana, la bailaora Sonia Poveda, de ir a la playa de Cádiz hace dos días. Presenta a sus palmeros jerezanos, Carlos Grilo y el cantaor Londro, y a su compañero y guitarrista, Juan Gómez “Chicuelo”, antes de invitarnos a acompañarle en “un vuelo charter para Jerez” donde demuestra su soltura con el compás y la gran admiración que siente por esta tierra. El obligado bis es un cachito de “Alfileres de colores” con Diego Carrasco y Miguel Poveda, tan dispares, tan hermanados, tan flamencos los dos. Otras reseñas:
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