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Texto : Kiko Valle
Amador Rojas y su cuadro flamenco. Itoly de los palacios
y la guitarra del Niño de Fraile. Pastora Galván y
su cuadro flamenco. Miguel Poveda con la guitarra de Chicuelo. Israel
Galván «Arena». Lole Montoya y Miguel Iglesias
a la guitarra. Calixto Sánchez acompañado por Manolo
Franco. Mayte Martín con la guitarra de Juan Ramón
caro. Daniel Méndez y su grupo. Maria José Carrasco
con la guitarra de Fernando Rodriguez.
La proyección internacional del
Festival de la Mistela está asegurada
Cuando ya el calor no aprieta tanto y la Bienal de Sevilla no
deja muy buen sabor de boca, irrumpe en el panorama flamenco el
Festival de la Mistela. Y la culpa de que haya calado (no sólo
el jugo) es también de los organizadores, que han creado
un festival más que digno: fabuloso, adoptando un nuevo formato
de una semana de duración y albergando en su programa exposiciones
y cursos, sin duda uno de los atractivos que sirven de motor para
la promoción del evento. Y es que han tirado la casa por
la ventana configurando un cartel de lujo que, a diario, ha hecho
del Teatro Municipal de Los Palacios un lugar de peregrinación
para los aficionados que han respondido a las convocatorias agotando
las entradas en la mayoría de los espectáculos.
El pasado lunes 18 a las 10,30 horas, tuvo lugar en la Casa de
la Cultura del municipio la apertura del Curso de Baile Flamenco
que dirigía Israel Galván. Aunque estamos acostumbrados
a que reconozcan nuestro arte fuera de las fronteras españolas,
siempre resulta curiosa la aceptación que el flamenco, y
en especial el baile, tiene entre el público foráneo:
los alumnos del curso eran todos extranjeros. La proyección
internacional del Festival de la Mistela está asegurada;
al menos en este sentido.
Las
paredes del recibidor del teatro pesaban. Una magnífica exposición
de fotografías sobre Carmen
Amaya de la catalana Colita y el santanderino Julio Ubiña
sirvió para los asistentes de placentero entretenimiento
desde la tarde del martes 19. En ese mismo día tuvieron la
suerte de disfrutar con el baile de Amador Rojas y su cuadro flamenco.
Este bailaor nace en Los Palacios y aprende las normas elementales
del baile en la academia de Susi. Sigue su andadura tomando clases
con Farruco, y Salvador Távora lo contrata para trabajar
en “Carmen”. Eva la Yerbabuena se percata de su valía
y decide llevarlo en su compañía para el estreno del
espectáculo “A cuatro voces” en la pasada Bienal.
Pastora Galván es la integración
de los recursos vanguardistas de Israel en una estética más
ortodoxa
Pero la noche no acaba y la Tertulia Flamenca “El Pozo de
las Penas” acoge un recital de cante de Itoly de Los Palacios
con el Niño de Fraile a la guitarra. Itoly es un cantaor
local admirado entre los aficionados de peñas y festivales
flamencos. Su trayectoria profesional es larga y dilatada y tiene
en su haber numerosos premios, entre los que cabe destacar el de
Antonio Mairena, algunos en La Unión y la Venencia Flamenca
de Los Palacios. Dicen de él en el programa que es “(…)
reclamado por las peñas que quieren sentir el aliento del
cantaor allí donde el cante más duele, donde el cante
se hace sentimiento y comunicación, porque José no
es sólo un artista largo, es también, y fundamentalmente,
un artista intenso”.
El
miércoles se repartieron el teatro Pastora Galván
y su cuadro flamenco al baile, y Miguel Poveda al cante con Chicuelo
a la guitarra. Las señoritas primero. Abre por tarantos.
Se advierte en la bailaora un baile enraizado y moderno a la vez,
que asume gestos, poses, posturas prestadas de su hermano. La integración
de los recursos vanguardistas de Israel en una estética más
ortodoxa o tradicional no resultan inquietantes cuando se conjugan
con el gusto que la joven artista posee. Quizás repite pasos
cómodamente buscando un efecto que ya consigue en ocasiones
con su cadera, con los hombros, con una mirada… Saca los brazos
del cuerpo y los recoge con elegancia y donaire. No le falta coraje,
sí el último pellizco. Sensualidad y finura: no hasta
el extremo, pero participa de estas virtudes y otras muchas. La
técnica más que justa en los pies y a su cuerpo le
duele el baile. Por alegrías no le sacó el partido
suficiente a la bata de cola, a pesar de que tuvo algunos instantes
de gracia.
Pastora Galván
Miguel Poveda: un sabor viejo que huele
a nuevo
El
protagonista de la noche fue Poveda. Ya hiere en la salía
de las granaínas y Chacón seguramente le asistió
acariciando su garganta. Sus modulaciones derriten, son adictivas
en la milonga que pone después ligando el cante sin que cese
el acompañamiento. Dulce y sentimental, juega con el volumen,
frasea y se le olvida el aire en el alma agarrando un lamento y
sometiéndolo a los antojos de la pena. Sube y se pierde con
los ayes, baja y aguanta, llora. Por alegrías se trae a Cádiz
y se la mete en el bolsillo, siempre a compás, jugando con
el cante como le da la gana. Lastima después con la malagueña
y deja un sabor viejo que huele a nuevo, rico en matices. Se abandola
después con la lucentina. Se enfrenta solo al respetable
y se queja por tonás. “Que a mí me llaman el
loco… “ ¡Quién fuera demente! Arremete sin
gritos, medido y consternado, con dolor, lejos de buscar el olé
fácil y sabiendo lo que hace. Para perder la cabeza. La bulería
trae el aire. La guitarra sorda, palmas, mucho compás. Poveda
ha tenido que emborracharse de arte muchas veces. Y para coronar
de miel, canela y azúcar el repertorio, cuplé por
bulerías; eso que dice: “Por ti yo sería capaz
de matar…” ¡Con qué gusto canta este niño!
El
jueves es un día señalaíto. Israel Galván
presenta su nuevo espectáculo “Arena”, recién
estrenado en la pasada Bienal con gran éxito de público
y crítica. Los escenarios son diferentes, el público
no es el mismo. Israel es un genio, las ideas le rebosan a borbotones
y el baile es su vehículo de expresión. Pero el lenguaje
que Galván utiliza no es al que la gran mayoría está
acostumbrado: cuesta digerir su obra. Seguramente porque nos hace
pensar, inquieta y asombra: no deja a nadie indiferente. Sabe captar
aquello que no vemos; siente, sufre, pero a otros niveles. O al
menos lo expresa en otra dimensión, que cautiva. Israel Galván
es un artista de artistas, es admirado por casi todos los bailaores
y está considerado como una de las primeras figuras, si no
la primera, del baile flamenco actual. Pero en otros sectores sigue
siendo incomprendido. Su obra “Arena” es una “(…)
inmersión en la tradición más canónica
para salir de ella con nuevas trazas, nuevos pasos, nuevas formas
flamencas. Ampliar, no sólo el campo del baile flamenco,
ampliar también la tauromaquia”. “(…) Para
hacer esta inmersión cultural era necesaria una cierta distancia.
Alejarse de los propios ruedos: nada de imitar chicuelinas, nada
de pases de pecho. Tampoco toreo de salón. Esa distancia
es la que se ha explotado para poder hacer veraz una vuelta de tuerca
más en la ampliación coreográfica que de la
danza flamenca Israel Galván está llevando a cabo
(…)”.
Israel Galván Sabe captar aquello
que no vemos; siente, sufre, pero a otros niveles
Seis coreografías precedidas por vídeos proyectados
donde Enrique Morente canta en la Maestranza (problemas técnicos
provocaron repeticiones y esperas), seis toros que lidiar, seis
pares de cuernos. “Y el público es la muerte”.
En “Bailaor” se detiene y pone los pies en la tierra,
baila descalzo y posa en desplantes inverosímiles, muy sugerentes.
“Granaíno” es complejo. Es un llanto por la muerte
de Ignacio Sánchez Mejías. Baila sobre una mecedora
metálica que parece ser toro. El cuarteto de percusión
de la OJA desconcierta e Israel da a luz no sé qué
que lleva dentro. Pero no queda hueco, no se queda vacío.
La muerte, omnipresente. Después “Pocapena”.
Aires de Cádiz y la gaita del Gastor. En “Burlero”
la fiesta, soniquete por bulerías, Jerez y Diego Carrasco.
Las pataítas con sabor y el flamenco más flamenco
(?), del que a todos gusta. “Playero” es la seguiriya,
el ahogo, la angusta, el lamento, el sufrimiento del toro. Israel
se retuerce y se golpea contra el burladero. “Cantinero”
es el último. Es “un juego entre doblar el paso y el
paso a dos”. Suenan marchas fúnebres, también
Paquito el Chocolatero. Israel baila con dos puñales en los
zapatos: juega con la vida, con la sangre. Termina descalzo en una
despedida que huele a salvación.
El viernes 22 actuaron Lole Montoya y Calixto Sánchez.
Lole recordó algunos temas como el Todo es de color o el
poema que todo el mundo conoce como el de la mariposilla blanca.
Cantó por alegrías, Con hojas de menta y terminó
su intervención por bulerías. Fue breve y poco intensa,
no tuvo demasiados momentos para destacar y el público parece
que no quedó demasiado satisfecho, aunque cumplió
respetuosamente con su aplauso. No ocurrió lo mismo sin embargo
con Calixto. Con arrojo abre el martinete y le arropa el respetable.
Luego se mece en los tercios de la malagueña gustándose,
alcanzando la perfección que hace que le consideren un cantaor
frío. Pero ni frío, ni tibio. Calixto no posee esa
voz ronca que se ha identificado con la jondura gitana y tiene virtudes
suficientes para provocar la envidia de muchos que lo descalifican.
Más a gusto quizás hubiera estado con su guitarrista
habitual, Manolo Franco. Eduardo Rebollar estuvo al acompañamiento.
Poesías de Antonio Machado por milonga y el aire huele a
dulce amargo por el dolor de la letra que llora la muerte de la
esposa del poeta. Por soleá engancha menos y en las alegrías
salpica de sal refranes, se va la Lola a los puertos y nos enseña
los palos del flamenco. Termina por bulerías y agradece el
calor del público fuera del micro con un fandango con aires
del Carbonerillo. Buenísimo.
Y
llega la última noche. Se acaba La Mistela. Mayte Martín
acompañada a la guitarra por Juan Ramón Caro se entona
por vidalita. Melosa, como siempre, sin forzar la voz y modulando
fabulosamente. Cantó por malagueñas, pero no estuvo
especialmente lúcida en este cante ni en sus remates. Después
seguiriyas, garrotín, guajira y alegrías. Hace el
“Reniego…” en la seguiriya y el garrotín suena
bonito. La guajira es un homenaje a Valderrama: “Mulata”.
En las alegrías la concesión a las cantiñas
de Pinini y Utrera son las mejores pinceladas. Pero a pesar de la
“corrección” de su cante a lo largo del repertorio
se le notó una cierta desgana o falta de entrega que le restó
calidad a su actuación, más aún comparándola
con otras ocasiones en las que hemos visto a Mayte por el escenario.
Mayte Martín: melosa como
siempre, sin forzar la voz y modulando fabulosamente
Tras los actos protocolarios donde participaron Antonio Maestre,
alcalde de Los Palacios, el presidente de la Tertulia Flamenca el
Pozo de las Penas y Manuel Curao (algunos de los organizadores del
festival), y se le hizo entrega del galardón La Venencia
Flamenca de Los Palacios a Daniel Méndez “Dani de Morón”,
tuvo lugar la actuación del joven guitarrista. Con mesura
se pierde por el mástil por Levante. No peca de ser extremadamente
rebuscado pero encaja algunas posturas complicadas que suenan muy
flamencas, profundas. Algún que otro arpegio, algún
picado, pero no en exceso. Se aligera en la soleá y la percusión
marca la pauta. No es otro guitarrista del vértigo, sino
del buen gusto y del sabor. No es de la escuela de Diego del Gastor,
sino de Manolo Morilla, pero su pulgar sigue siendo prodigioso.
Después por bulerías demuestra sus dotes al acompañamiento
de David Palomar, metiendo con naturalidad, como improvisadas, falsetas
llenas de enjundia. Pero donde redondea la noche es en la seguiriya.
Acelera el compás y en un contrapunto que confunde, complejísimo,
mete a tiempo falsetas inverosímiles, preciosas y precisas.
Una auténtica genialidad. Después dedica a sus padres
la bulería y bordonea, pica, arremete echando los restos.
Abrocha su toque con la famosa falseta de Diego. No podía
faltar ese tributo a Morón. Una Venencia muy merecida. No
han hecho falta concursos. Y nadie lo discute. ¡Olé!
En la Tertulia Flamenca el Pozo de las Penas esperaba ya María
José Carrasco; a la guitarra Fernando Rodríguez. Esta
cantaora local, que tuvo la deferencia de asistir a la cita y cumplir
con los aficionados a pesar de encontrarse en un momento delicado
de salud, cantó salerosa por cantiñas con entrega
y recortando los tercios para marcar bien el compás. Le dedicó
las granaínas y medias granaínas a Dani de Morón,
que estaba presente y se acordó valiente de Huelva y Toronjo
por fandangos. Hizo unas letras por soleá y termina por bulerías
dándole el sabor de Utrera y Sevilla: cositas de Bernarda,
Perrate, de Triana, de Lole y Manuel…
Y hasta otro año. A esperar otra cosecha de uvitas. Se
acabó La Mistela.
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Miguel Poveda |
Mayte Martín |
Calixto Sánghez. Antonio Machado REtrato |