“¡Viva Jerez!”
|
Texto: Estela Zatania QUÉ EMPIECE LA FIESTA… Baile: María del Mar Moreno, Mercedes Ruiz (artistas invitadas), Miguel Téllez, Angelita Gómez (colaboración especial). Cante: Fernando Terremoto (artista invitado), Antonio Malena, Londro, Mateo Soleá, El Pescaílla. Guitarra: Santiago Lara, Santiago Moreno, Manuel Valencia Pascual de Lorca. Piano: José Zarzana. Percusión: Pedro Navarro. Palmas: Luis de la Tota. Con Luisa Terremoto, Rosario, Juani Peña, La Bastiana. Idea original, libreto, dramaturgia: Francisco López. Coordinación musical: Paco Cepero. Coreografía: Javier Latorre. El Festival de Jerez, edición 2008 ha cortado la cinta de inauguración con una producción propia en colaboración con la Agencia Andaluza para el Desarrollo del Flamenco. Como es habitual, el primer espectáculo de este evento dedicado al baile flamenco y danza española, ha servido de carta de presentación con un carácter fundamentalmente localista. Jerez se quiere muchísimo. Todas las ciudades y pueblos del mundo se quieren a sí mismos. Pero Jerez más. Y nosotros queremos a Jerez por quererse tanto, porque tienes que admirar esa clase de inocencia de espíritu. No obstante, esa misma ingenuidad puede ser un obstáculo a la hora de construir un espectáculo coherente y equilibrado. Todo artista sabe que el peor delito artístico es enamorarse de su propia obra. “¡Viva Jerez!” luce las mejores intenciones de una serie de profesionales ejemplares: la coreografía es de Javier Latorre, la dirección musical de Paco Cepero y la dirección global de Francisco López. Mirando cada elemento por separado, los respectivos encargados han cumplido sobradamente. Pero a pesar de unos momentos excelentes, la obra padece de un ritmo desigual. Algunos números intensa y eficazmente teatralizados compiten con otros que caen como lagunas de tedio. Una larga nana y cantes de trilla nos tienen mirando el reloj cuando el espectáculo apenas ha comenzado, y nueve o diez martinetes seguidos, sin baile, es excesivo, a pesar de las admirables interpretaciones de Fernando Terremoto y los otros cantaores. De pronto, una pincelada de verdiales con baile te deja rascando la cabeza sin aliviar el paso lento de la obra, y la siguiriya de María del Mar Moreno hubiera llegado más lejos de haber durado la mitad. Cuando por fin Luisa Terremoto grita “¡se acabó la tristeza y viva Jerez!”, sientes un suspiro colectivo, y el antídoto a tanta melancolía es tanguillo, pura comparsa, con el delicioso baile cómico de Luis de la Tota. Se plasma un ambiente de café cantante donde se cantan tangos de Granada, de Triana, del Piyayo y extremeños. Uno de los objetivos expresos del director ha sido el de “derrumbar fronteras artificiales […] las geográficas, y más aún, las creativas y existenciales”. La diversidad musical se agradece, y en esto se nota la sabia mano de Paco Cepero. Hay milonga, las malagueñas de Terremoto, una zambra caracolera en la que María del Mar reconstruye el baile histriónico de Lola Flores, la magia que se produce cuando Angelita Gómez “baila” sevillanas sentada en una maleta mientras espera el vuelo para Tokio, una versión lite del romance de Gerineldo, la canción de María del Mar “Piensa en mí” al estilo tablao cuando se representa la feria del caballo y el numerito sembradísimo del Pescaílla que canta y baila por bulerías sobre una loseta, misma que proporciona el artista. Mención especial para Miguel Téllez, un bailaor a descubrir. Pero la gran estrella de la velada, la que se llevó casi todos los aplausos, ha sido Mercedes Ruiz, con su baile elegante y flamenco. Es de los pocos hoy en día que logra trasladar los códigos tradicionales a un gusto contemporáneo, sin estridencias, sin fusiones rebuscadas, con buen gusto e inteligencia. Vestida de bata de cola color tostado, y envuelta en un mantón de Manila, nos entrega unas alegrías clásicas que a medio espectáculo, medio baile, ya tiene a la gente en pie, gritando y tocando palmas por bulerías. Su figura delgada le permite y le obliga a encontrar formas nuevas que nos fascinan constantemente. La obra quedaría beneficiada con la eliminación de los momentos prescindibles, para mayor lucimiento de los imprescindibles, que son muchos, pero el inevitable fin de fiesta por bulerías con las mujeres redondas ata los cabos sueltos, y el sabor de boca al final es bueno.
|