“Mujeres” Patricia Guerrero |
Fotos: Ana Palma UHF (Ultra High Flamenco) El flamenco como materia prima para la elaboración de un discurso global. Esa sería la idea básica de la propuesta que estos músicos de dilatada experiencia y calidad indiscutible presentaron en Los Apóstoles. Ellos son UHF y, como decimos, sus historiales musicales son tremendos: les hemos podido ver junto a Gerardo Núñez, Chano Domínguez o Javier Barón, por ejemplo. En principio los ingredientes no pueden ser mejores, pero el guiso no quedó lo suficientemente trabado, al menos en la actuación que ofrecieron ayer. A mi juicio, el sonido no permitió una lectura adecuada del discurso: los instrumentos aparecían como en un mismo plano y eso provocaba un solapamiento de unos sobre otros y de la percusión sobre todos los demás. Pablo Martín, contrabajista, explicó que su técnico habitual había sufrido un problema grave y tuvieron que recurrir a un amigo para poder solventar la situación. Esto quizá justifique esa ausencia de equilibrio sonoro que impedía la creación del clima que este tipo de planteamientos exige. Cierto es que poco a poco los instrumentos se fueron acoplando… o el oído se fue acostumbrando. No obstante, las ideas de UHF están construidas con mucha seriedad y tienen una gran belleza. Sobre diferentes ritmos flamencos, fueron planteándonos narraciones musicales muy interesantes. Lo más flamenco, la soleá en solitario –nunca mejor dicho- de Bolita. Lo más emocionante, la pieza que –también en solitario- interpretó el violinista Alexis Lefevre… realmente hermosa. Lo más electrizante, el duelo de percusión entre Paquito González y Cepillo. Ese “clima” al que nos referíamos fue dibujándose más en la segunda mitad del recital, con una rumba y unas bulerías llenas de buen gusto. Y, por supuesto, estamos deseando escuchar este mismo material en su reciente disco. “Mujeres” Texto: Estela Zatania Baile: Merche Esmeralda, Belén Maya, Rocío Molina. Guitarra: José Luis Rodríguez, Paco Cruz, Manuel Cazas. Cante: Antonio Campos, Jesús Corbacho, Tamara Tañé. Percusión: Sergio Martínez. Director artístico: Mario Maya. Cuando el actual panorama del baile flamenco está dominado por las bailaoras, se ha creado el espectáculo “Mujeres” con tres maestras del baile representando tres generaciones: Merche Esmeralda (Sevilla, 1947), Belén Maya (Nueva York, 1966) y Rocío Molina (Málaga, 1984). No obstante, artísticamente, son sólo dos perspectivas: la de Belén y Rocío, que es la actual, y la de Merche, que corresponde a la de antes. Porque Belén fue de las primeras en tomar nota del nuevo mundo flamenco generado por Paco de Lucía y Camarón, y buscar la manera que adaptar el baile a una estética diferente. Rocío Molina tiene estilo propio, pero viaja en el mismo tren que Belén, para llegar al mismo destino. Merche en cambio, pertenece a la nutrida promoción que nos dio Manuela Carrasco, Cristina Hoyos, Manuela Vargas, Milagros Mengíbar o Blanca del Rey entre otras. Con Belén, a través de su padre, el gran Mario Maya, director artístico de “Mujeres”, llegó la geometricidad, el baile femenino perdió parte de su dulzura y coquetería, adquirió agresividad y adoptó movimientos del baile contemporáneo. También se podría hablar de comarcas. Merche luce el majestuoso estilo de la escuela sevillana, mientras que Belén y Rocío, se expresan de manera dinámica y directa. Podemos observar estas interesantes tendencias a lo largo de la obra, que también promociona la recuperación del uso de los tradicionales accesories del baile femenino: abanico, mantón, palillos (castañuelas) y bata de cola. Merche es la encargada de demostrar el uso del mantón, Belén trabaja el abanico y Rocío comete virguerías con los palillos; las tres bailan con bata de cola. Belén se presenta con más energía y flamencura que nunca, y los tangos de su tierra de Granada, con el cante del granadino Antonio Campos, no pueden ser más sabrosos. Una granaína bailada por Rocío me recuerda lo poco que me convence el cante libre bailado. El cante no luce, y el baile se convierte en una especie de cine mudo, bello a su manera, pero fuera del carácter del flamenco a mi juicio. El señorial baile de Merche no queda favorecido con la incorporación de movimientos contemporáneos de brazos y manos, y posiblemente se tenía que haber elegido una coreografía menos ambiciosa, más ajustada a su indudable talento que no tiene por qué competir con la juventud de las otras dos. Baila por soleá en bata de cola blanca donde no falta la famosa contorsión de espalda. Belén y Rocío interpretan un paso a dos, donde salvan la dificultad de unir a personalidades tan bien definidas en movimientos iguales y armoniosos. Un solo de cante poco acertado de Tamara Tañé tapaba la ausencia de la cantante Diana Navarro cuya inclusión en esta obra no parecía lógica desde un principio. Después de las siguiriyas de Rocío vestida de terciopelo negro donde la blancura de sus manos y cara destaca el arte con que las emplea, comienza el baile de caracoles de las tres protagonistas. La magnífica coreografía es de Manuel Liñán que ha sabido actualizar este baile casi en desuso que tuvo su época de popularidad en los años sesenta y setenta. El fin de fiesta con cante en coro incluido, nos brindó la oportunidad de ver bailar a Mario Maya como en sus mejores años. Patricia Guerrero Con un atrás de cuatro granadinos – Antonio Campos y Juan Ángel Tirado al cante y David Carmona y Luis Mariano a la guitarra – y un moronense – cantaor David el Galli – Patricia presentó su discreto recital. En tres bailes, siguiriyas en pantalón, alegrías y taranto, mostró su original estilo que refleja influencias tan dispares como de Carmen Amaya, Rafaela Carrasco o Farruquito, siempre con personalidad propia. Pero algo falló en las coreografías que resultaron largas, algo confusas y de poco interés para un público que no reaccionó. Patricia es joven y no cabe la menor duda de que con un talento tan grande como el suyo, está destinada a hacer cosas importantes.
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