Resumen: Festival de Jerez. Rafaela Carrasco 'Vamos al Tiroteo, versiones de un tiempo pasado' Inés Bacán, Pedro Peña, Pedro Ma. Peña 'Primos y hermanos'
XIV Festival de Jerez 2010
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DE LA VANGUARDIA A LA TRADICIÓN COMPAÑÍA RAFAELA CARRASCO “VAMOS AL TIROTEO, VERSIONES DE UN TIEMPO PASADO” Texto: Manuel Moraga Anoche pudimos disfrutar con una Rafaela Carrasco en plenitud creativa e interpretativa. El universo lorquiano en la canción popular que pasó a la historia con La Argentinita era el punto de partida… y el riesgo, porque son senderos tan transitados que no debe resultar fácil abordarlos con originalidad. Pero el talento circular de Rafaela logró atravesar sin problemas ese muro que levanta el prejuicio de lo ya visto, y lo hizo con un espectáculo de enorme riqueza artística. Del talento de Rafaela Carrasco como intérprete creo que no hace falta hablar mucho. Sabemos que la escena tiene muchos condicionantes psíquicos y físicos, pero aun así es difícil ver a la bailaora sevillana en una mala noche. Sin embargo, creo que la de ayer fue una de las mejores actuaciones que el que suscribe ha podido disfrutar de ella. Segura de sí misma, intensa pero relajada, con fluidez de movimientos y siempre personal. Sin interferencias entre intención y expresión. Rafaela Carrasco sabe lo que quiere decir y sabe cómo decirlo. Y, como se diría en el mundo de futbol, sabe jugar hasta sin balón. Del talento coreográfico de un artista no es fácil tener referencias en los últimos tiempos. Las necesidades del mercado empujan a los bailaores a plantear espectáculos basados en tres o cuatro bailes de ellos mismos y un par de piezas de alivio, de modo que la capacidad de trabajar con coreografías de más de uno o dos bailarines queda muchas veces sin ser desarrollada. Lo que Rafaela hizo anoche en este sentido fue una auténtica lección de cómo expresar sus ideas con un cuerpo de baile. Intuyo que para ella era una necesidad: necesidad de poder concretar sus planteamientos de forma coral y necesidad también de experimentar con otros cuerpos ajenos al suyo, en esta ocasión masculinos. Cuatro bailarines ejecutaban a la perfección las coherentes y delicadas ideas coreográficas de Rafaela Carrasco, que además, demostró tener una especial sensibilidad con la estampa, algo que parece cada vez más en desuso: pantalón alto, colocación, limpieza de movimientos, etc. Podríamos seguir llenando hojas hablando el talento coreográfico de Rafaela Carrasco, pero solamente quiero apuntar una cosa más: su capacidad para crear ritmo. El ritmo, al menos en mi opinión, no depende de la velocidad ni del número de elementos que sume una escena, sino de la diversidad de recursos, de la capacidad para evitar cadencias repetitivas y, por tanto de la facultad para elaborar discursos coherentes que aporten información y no redundancia. Y eso es lo que pude apreciar en los movimientos coreográficos de “Vamos al tiroteo, versiones de un tiempo pasado”. Las sevillanas interpretadas por bailarines con bata de cola son deliciosas. Cuerpo y baile de hombre para la femeninísima bata. Una joya. Pero todos estos talentos se quedarían cojos si Rafaela no hubiera sabido rodearse de artistas con la habilidad de conectar con su frecuencia creativa y a la que, además, alimentan. Los arreglos musicales y las variaciones realizadas de las canciones populares de Lorca no tienen desperdicio. Son, a mi entender, auténticas obras de arte que debemos a Jesús Torres, a Juan Antonio Suárez “Cano” –que, por cierto, acaba de publicar un disco interesantísimo-, a Pablo Suárez y a José Luis López. Y las interpretaciones de Antonio Campos, Gema Caballero y Pablo Rubén Maldonado también me resultaron dignas de destacar. Grandísimos artistas de manea individual que confluyen en esta revisión del pasado que nos propone Rafaela Carrasco. Por destacar solo algún pasaje, las versiones de “Los cuatro muleros”, de la “Nana de Sevilla” o del romance de “las tres morillas” son antológicas. Más talentos: el escénico. Con sus colaboradores de escenografía, iluminación, vestuario y sonido, Rafaela Carrasco redondea el aspecto formal. Las transiciones fueron vertiginosas, la iluminación, magnífica y no hubo ni un problema de sonido. Todo original, sobrio, limpio y eficaz. En definitiva, y como decía al principio, “Vamos al tiroteo, versiones de un tiempo pasado” es el reflejo de una Rafaela Carrasco en plenitud creativa, y a mi juicio, es una de esas obras que ponen muy alto el nivel del festival. PRIMOS Y HERMANOS. Texto: Estela Zatania Año tras año la organización del Festival de Jerez programa a los artistas más novedosos y vanguardistas, pero también hay un huequecito, pequeño aunque sea, para el flamenco más tradicional. Porque al fin y al cabo, esto es Jerez y hay que apoyar la fama de ser una de las cunas del flamenco. La noche de viernes, le tocó el turno a Lebrija. Y decir Lebrija es decir la casa de los Peña. Las máximas figuras consagradas de esta familia son el cantaor Juan Peña “Lebrijano”, y el pianista, sobrino de éste, Dorantes. Pero hay otra capa de lo jondo que late y vibra en Lebrija, y que conforma el aire característico de la localidad. Un olor a tierra adentro, a campiña y a gañanías. Es de las pocas localidades donde todavía existe el flamenco en familia, aquel que los etnomusicólogos llaman “flamenco de uso” y que se practica por tradición cultural, sin ánimo de beneficio de ninguna clase que no sea espiritual. En esta nutrida capa de intérpretes, se sitúan personas como Inés Bacán, Pedro Peña o Pedro Ma. Peña que encabezan “Primos y hermanos”, artistas que hacen sus recitales y grabaciones, pero que igualmente están en casa cantando alrededor de la mesa con mantel de hule. Hoy en día está de moda negar la existencia de este tipo de flamenco, que por definición, no se ve en los teatros. Gracias a la labor de Tere Peña, esa guerrera de lo jondo, porque no sabe ser de otra manera, productora y locutora de radio, la noche de viernes el flamenco de uso pasó a ser del dominio público durante una hora y pico en la Bodega de los Apóstoles. En Lebrija reina un compás característico, a medio camino entre la soleá y la bulería, sin llegar a ser bulería por solea, ni tampoco solea por bulería. Es un compás pelado, hipnótico y profundo que invita al cante y que es el trasfondo de este espectáculo. Nudillos sobre mesas de madera para dar forma a los característicos romances lebrijanos y a los cantes por solea de Juaniquí con reminiscencias del cante de Utrera, pueblo hermano con el que Lebrija comparte lazos familiares y vivencias. La voz cálida y doliente de Pedro Peña, guitarrista al que pocas veces tenemos oportunidad de escuchar cantar, tiene un sonido tan íntimo que te hace sentir intruso. Otro cambio de papel que se agradece tiene lugar con Pepe Torres, uno de los mejores bailaores actuales, que aquí canta de pie por bulería, recreando el noble arte, casi perdido, del festero, alternando versos y pasos con cierto aire a su tío Andorrano. Siguiriyas de Pedro, y luego Inés, sin guitarra, cantiñas de Pinini, solea, bulerías, el baile de Diego de la Margara y Fernanda Funi, más cante y baile de Pepe Torres…y siempre el insistente sonido del compás de doce tiempos que es el latido del corazón de la campiña, y el numeroso público sale de la bodega con la sensación de haber asistido a una reunión de familia casi ritual. |