Festival de Jerez. Juan Campallo – Juan Pinilla / Eva Yerbabuena 'Santo y seña' / Rafaela Carrasco

Eva Yerbabuena “Santo y seña”
Juan Campallo, Juan Pinilla
Rafaela Carrasco “ConCierto gusto”

Sábado, 1 de marzo, 2008. Jerez de la Frontera

Fotos: Ana Palma

Juan Campallo, Juan Pinilla
Palacio de Villavicencio 1900h
 
Texto: Estela Zatania

El primer día de marzo, noveno del Festival de Jerez, empezó con un recital acústico compartido entre el guitarrista Juan Campallo en la primera parte, y el cantaor Juan Pinilla en la segunda, ambos premiados en sus respectivos especialidades en el último concurso de La Unión.  Juan Campallo, ganador del Bordón Minero, hermano de Rafael y Adela, tocó rondeña, taranta, alegrías en Mi y bulerías, con hermosas composiciones en la línea contemporánea de delicadas armonías, sutileza y un tacto suave. 

El año pasado Juan Pinilla de Granada logró llevarse la Lámpara Minera a su ciudad después de cuatro intentos, y es un premio bien dado porque el joven no hace más que crecer artísticamente desde entonces.  Jerez no es plaza fácil para nadie en el flamenco, mucho menos un cantaor especializado en el melodioso cante de levante y andaluz.  Entre el público, los jerezanos han brillado por su ausencia, pero la salita se llenó de buenos aficionados de fuera que han presenciado un sorprendente recital.  Con toda la sinceridad que le caracteriza, y toda la dulzura de su ídolo, Bernardo el de los Lobitos, Pinilla cantó una serie de formas, algunas prácticamente desconocidas, cariñosamente nombrando y explicando cada una: malagueña de Chacón, fandango de Almería, fandango de madrugá de Manolo el Ruso, malagueña de Juan Breva, fandango de Córdoba, el de Frasquito Yerbabuena, caña dedicada a la memoria de Cobitos “que nació en Jerez y fue a Granada”, tangos de Sacromonte a la memoria de Loles del Cerro y María la Jardín, ancianas cantaoras fallecidas ambas en los últimos días, levantica “para justificar la Lámpara” y para terminar, se disculpa porque “yo hago mis cantes, no voy a venir a Jerez a cantar por bulerías” e interpreta la farruca.  Pocos cantaores serían capaces de realizar semejante recorrido, mucho menos uno tan joven.  Y el público respondió con la ovación más grande que he visto en este salón del Palacio de Villavicencio desde que vengo al Festival de Jerez.  Fuera del camerino la gente hacía cola para sacar fotos del cantaor que conversaba con soltura en alemán, frances e inglés.  Sorprendente tarde de cante apoyada por la excelente guitarra de Luis Mariano. 

Eva Yerbabuena “Santo y seña”
Teatro Villamarta 2100h

Texto: Estela Zatania

Baile: Eva Yerbabuena. Cuerpo de baile: Juan Carlos Cardoso, Eduardo Guerrero, Alejandro Rodríguez, Juan Manuel Zurano. Cante: Enrique Soto, Pepe de Pura, Jeromo Segura, José Valencia. Guitarra: Paco Jarana, Manuel de la Luz. Percusión: Raúl Domínguez. Saxo-flauta: Ignacio Vidachea.

En su obra “Santo y seña” Eva Yerbabuena estrena un concepto novedoso: se limita a bailar flamenco.  Ni hojas cayéndose, ni barrenderos, ni poetas, ni cadenas, ni cantaores cantando en la ducha.  Dudo seriamente que lo haya hecho por haber leído las numerosas reseñas donde destaco lo pretencioso de sus obras y lo magnífico de su baile, pero esta vez, a pedir de boca.  Sigue habiendo detalles teatrales, pero en lugar de convertirse en el centro de atención, cumplen una función puramente escénica o decorativa. 

De hecho, la “obra” no es obra precisamente, sino una recopilación de los mejores bailes de sus diversas obras.  Eva es de interpretar coreografías fijas y perfectamente ensayadas – de otro modo muchas cosas geniales que realiza con la complicidad de los guitarristas o cantaores no serían posibles – pero tiene el admirable don de disimular esa falta de espontaneidad.  Empieza valientemente por siguiriyas con el cantaor José Valencia entregándose como él solito, luego otra letra en la voz de Pepe de Pura desde el patio de butacas donde sientes un público incondicional que se emociona con cada pestañazo de la bailaora.

Una farruca de los cuatro bailaores de la compañía ofrece el lujo no sólo de una interesante coreografía, sino de un trabajo exquisitamente disciplinado y la bella música de Paco Jarana.  Cantiñas con bata de cola.  Las cuatro voces se contrastan y se complementan: el poderío de José Valencia, la dulzura de Pepe de Pura, la velocidad de Jeromo Segura y el jerezanismo de Enrique Soto.

Un jaleo, o bulería extremeña como antes decíamos, otro baile colectivo de los hombres, tan bien currado como el anterior, es seguido de tientos con final de tangos, y la famosa soleá de Eva queda destilada en un baile libre, a cámara lenta, donde destaca más el cante que el baile, un gesto elegante que parece decir “ya me habéis visto bailar la soleá muchas veces”, y tiene el efecto de provocar recuerdos que reconstruyen la coreografía mentalmente.

En “Santo y seña” queda confirmado que Eva Yerbabuena ha aceptado su verdadera identidad de bailaora de flamenco, y por esto los aficionados podemos estar sobradamente agradecidos porque el genio de la señora no es para despilfarrar en experimentos teatrales y rebuscadas obras filosóficas. 

Rafaela Carrasco
“ConCierto gusto”

Sala la Compañía, 2400h

Texto: Manuel Moraga

Baile: Rafael Carrasco. Cante: Antonio Campos, Antonio Núñez “El Pulga”.  Guitarra: Jesús Torres, Juan Requena, Juan Antonio Suárez “Canito”. Percusión: Nacho Arimany

“ConCierto gusto” es un espectáculo de pequeño-mediano formato pero, sin duda, grande en calidad. Rafaela se presenta sola, sin cuerpo de baile. El único cuerpo, el suyo, que además ha cambiado. Rafaela ha perdido esa cierta escualidez de años atrás y, en mi opinión, le favorece: ha ganado en belleza  y en peso escénico sin dejar por el camino la plasticidad que la caracteriza.

Hay artistas que son de naturaleza inquieta. Aprenden, absorben, digieren, exponen… y a otra cosa, mariposa. Es un proceso mucho más complejo, más arriesgado y más valiente. Riesgo con el público, con la crítica y, sobre todo, con ellos mismos: es una continua prueba de fuego para con sus dudas e inseguridades. Rafaela escogió este camino y una de sus paradas fue la Sala Compañía, donde ha vuelto a subrayar sus orígenes flamencos, pero presentados bajo su particular forma de sentir. Rafaela se presenta sola -o quizá en soledad- para estar continuamente interactuando con el cante y la guitarra. Y subrayo el interactuando porque su relación con estos dos elementos va más allá del simple acompañamiento. Hay diálogo y dialéctica.

Para aliviar la soledad –esta vez física- de Rafaela “ConCierto gusto” fue alternando el baile con el cante y solos de guitarra. Y hay que quitarse el sombrero con los músicos, especialmente quisiera destacar la personalidad guitarrística de Canito y la sensibilidad y originalidad del percusionista y compositor Nacho Arimany (que por cierto ha presentado hace poco su primer disco que es una joya para cualquier amante de la música). Arimany y Rafaela protagonizaron una pieza tremendamente bella, con percusiones sobre el suelo, tinajas e incluso juegos vocales bailados maravillosamente por la sevillana.

Todo el espectáculo se tiñe de cierta austeridad. Soledad escénica, cierres que evitan la espectacularidad, iluminación tibia, predominio de los colores oscuros… Es difícil destacar algún baile, pero no se puede dejar a un lado la soleá. Esa gravedad que tiene ahora Rafaela encaja perfectamente en este estilo. Sus brazos pesan, a pesar de la agilidad con la que los mueve. Y también hay que destacar los fandangos finales y todo el despliegue que generan de brazos, cuello, cabeza, cadera, pies… Cuerpo. El cuerpo inquieto de Rafaela Carrasco. 

 


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