Resumen: Festival de Jerez. Compañía Fernando Romero 'Historia de un soldado' Adrián Sánchez 'Por los cuatro costaos' Luís el Zambo
XIV Festival de Jerez 2010
|
Compañía Fernando Romero “Historia de un soldado” Soldado: Fernando Romero. Diablo: Manolo Marín (artista invitado). Narradores cantaores: Juan José Amador, Miguel Ortega. Princesa: Isabel Bayón. Proyecto artístico y coreografía: Fernando Romero. Música: Igor Stravinsky (Suite ‘Historia de un soldado’). Adaptación letras y cantes: Juan José Amador. Composición guitarra: Diego Losada, Elena Papandreou. Escenografía: Gonzalo Carbona. Texto: Estela Zatania A veces los trabajos más cuidados e intensamente currados y financiados, no acaban de dar el resultado deseado. No sé si Fernando Romero, bailarín de bailarines y profesional de intachable trayectoria, haya quedado contento con el fruto de su labor en “Historia de un soldado” basado en la suite de Stravinsky del mismo nombre, pero desde el patio de butacas, algo falló para la que escribe. Un libreto complicadísimo no acaba de plasmarse en el escenario. Un soldado, un pacto con el diablo, una princesa, un rey y una guitarra con importancia simbólica más allá del objeto físico es lo que he podido captar, incluso habiendo estudiado el programa de mano, aunque otros sí lograron descifrar la oscura historia. Un largo audiovisual con imágenes de la primera guerra mundial conduce a varias escenas donde el cante se distingue si estás atento… saeta, milonga, solea, bulerías, cantiñas, siguiriya, tanguillo, tangos, tonás… a menudo ambientado con música electrónica sobrepuesta (suena a una grabación tocada al revés) que hace gala de la disonancia, y un decorado y vestuario basados en tonos de gris. Más que espectáculo de baile, es una obra de teatro bailada. Visto así, diría que la experiencia teatral me ha producido una sensación deprimente de inquietud y agobio, aliviada principalmente gracias a la interpretación del maestro Manolo Marín en el papel del diablo y samurai (no preguntes), vestido de rojo vivo de la cabeza a los pies, pero un diablo con ‘ange’ y mucho compás, que ganó la simpatía del público. Los dos cantaores, Juan José Amador y Miguel Ortega, que hacen de narradores y se acompañan a la guitarra, hacen un trabajo estupendo, y tampoco hay nada que criticar en el nivel del baile, que es altísimo. A mi juicio, todo se reduce a conceptos teatrales fallidos y quizás excesivamente ambiciosos. Qué difícil contar una historia sin palabras, especialmente una tan complicada. Confieso que no necesito más historia que la soleá y los tangos de Marín que resumen la historia reciente del baile masculino sevillano en un improbable pero sobresaliente paquete de arte y sabiduría. Esta es una obra con historial cultural; la música encargada hace un siglo a Stravinsky por Diaghilev, y un argumento basado libremente en Fausto. Pero todo eso carece de importancia en la oscuridad del patio de butacas donde cada espectador está obligado a definir dónde acaba el flamenco y la danza, y donde empieza el teatro. Doy parte de que a algunos les ha parecido una obra perfecta y genial. Luís el Zambo Texto: Estela Zatania Para recordarnos que estamos en Jerez donde gran parte de todo este tinglao que llamamos “flamenco” ha evolucionado a lo largo de un par de siglos, llega al Palacio Villavicencio el bueno de Luís el Zambo, uno de los cantaores más queridos y admirados dentro y fuera de Jerez por su cante honesto, su voz cálida y su forma de ser, sencilla y cariñosa. Las jóvenes promesas han estado muy bien, y deben tener su lugar en un festival de estas características, pero hizo falta el cante de este veterano, que no vino a promocionar ninguna grabación sino a cantar con todo el peso de sus vivencias y conocimientos instintivos. “Vamos a cantar un poquito de bulería por solea”, y el acompañamiento sólido de Fernando Moreno completa la estampa jerezana. A continuación el cantaor de Santiago interpreta cante minero, sin que sea el acostumbrado taranto de Torre, y el empaque jerezano que aporta es una dimensión añadida que se agradece. Por solea, intachable siempre, con su decir directo y sincero, malagueñas, siguiriyas, el palo jerezano por excelencia, más que la bulería, y el Zambo demuestra nuevas capas interpretativas, sin gritos ni histrionismo. Antes de una tanda de fandangos que incluye los queridos estilos del Gloria, suelta un “¿¡cómo están usteeedes!?, y resulta que estamos todos, pero que muy bien. La bulería a paso ligerito le sirve a Luís para firmar el recital como es debido, con cante corto de su tierra, y el emocionado público se pone en pie como por resorte, ni que estuvieran en el Villamarta. Vienen a Jerez para esto, y han salido bien despachaítos. COMPAÑÍA ADRIÁN SÁNCHEZ “POR LOS CUATRO COSTAOS” Baile y dirección artística: Adrián Sánchez; Cante: Alfredo Tejada, Sergio Gómez “El Colorao”; Guitarras: Rubén Campos, Pino Losada; Vientos: Diego Villegas; Percusión: Cheyene; Música: Rubén Campos, Pino Losada. Con todos los reparos que puede tener una generalización, hay que reconocer que Granada tiene su propia tradición y sus propias características bailaoras. Adrián Sánchez es heredero de esa escuela a la que eleva a muy altas cotas de calidad artística. Y anoche lo demostró, en la sala La Compañía arropado por excelentes músicos entre los que surgió un feeling especial. “Por los cuatro costaos” no solo es un homenaje a Granada, sino también una auténtica lección de baile. El público puesto en pie así lo entendió, y hemos de tener en cuenta que quienes se quedan hasta bien entrada la madrugada para ver un espectáculo de baile no son gente que pasaba por allí, sino almas vinculadas de una u otra forma al mundo de la danza flamenca: Blanca del Rey, Domingo Ortega, Leonor Leal o Raquel Villegas son algunos de los artistas que se encontraban entre el público y que disfrutaron del baile de Adrián Sánchez. En realidad “Por los cuatro costaos” es el avance de un espectáculo de mayor formato que el que vimos en La Compañía que espera ser estrenado en Granada en todas sus dimensiones, y cuyo nombre alude al “granadismo” –permítaseme el palabro- de este artista. Y, efectivamente, en Granada se baila de diferente forma que en Jerez o en Sevilla. Se trata de un registro propio con mucho gradiente entre la fuerza del Sacromonte a la sensibilidad más exquisita de artistas como Eva Yerbabuena, por ejemplo (por cierto, que ésta última se ha mostrado públicamente su admiración por el baile de nuestro protagonista). Pues bien, Adrián Sánchez ha sido capaz de aglutinar esos dos extremos que se dan en la ciudad de la Alhambra. Para quien no haya tenido la oportunidad de verlo el escenario comenzaremos diciendo que Adrián Sánchez es un bailaor completísimo: tiene una precisión técnica envidiable y es un firme defensor de la estética –y de la ética- en las tablas. La composición corporal y la colocación son normas básicas en él y es capaz de expresarse perfectamente con cada parte de su cuerpo: sus pies hacen diabluras y sus brazos expresan arte. Además es capaz de encontrar la originalidad en la construcción de unas coreografías que no se apartan ni un ápice de la tradición: y no debemos olvidar que generalmente es más difícil crear desde lo creado que innovar rompiendo los moldes. Y si a todo ello le unimos el acompañamiento de unos artistas curtidos y rebosantes de talento, el resultado no puede defraudar nunca. El baile se concreta en un zapateado, un taranto (que termina en tangos de Granada) y la soleá (rematada por bulerías). Como alivio para Adrián Sánchez, una bellísima y original farruca cantada por Sergio Gómez “El Colorao” y una monumental seguiriya de Alfredo Tejada, al que ya vimos por Jerez el año pasado en el homenaje a Mario Maya. La excelente aportación de Diego Villegas coloreando el ambiente con la armónica, la flauta y el saxo, la acertada contribución de Cheyene en la percusión, las rotundas guitarras de Rubén Campos y Pino Losada –que son los responsables de la belleza de la partitura-, además de las palmas de Cristina García fueron elementos decisivos para lograr el clímax que surgió anoche. De su elegancia y su impecable vestimenta ya nos habló Adrián Sánchez desde su zapateado con traje y sombrero que abrió la noche. Salió siempre de traje y con zapatos de exquisito diseño siempre a juego. También en el conjunto de sus interpretaciones pudimos apreciar tanto su capacidad para bailar de forma milimétrica como su talento para llenar los espacios reservados a la improvisación. Gran cierre del ciclo “Solos en Compañía” con la Compañía de Adrián Sánchez, que sin duda ha sido una de las mejores actuaciones de pequeño formato que hemos visto en esta edición del Festival de Jerez. |