Festival de Jerez – Andrés Marín 'La pasión según se mire' David LagosAna Morales 'De sandalia a tacón'

Resumen: Festival de Jerez – Andrés Marín 'La pasión según se mire' David LagosAna Morales 'De sandalia a tacón'

XIV Festival de Jerez 2010
Andrés Marín “La pasión según se mire”
David Lagos
Ana Morales “De sandalia a tacón”
Miércoles, 3 de marzo 2010

 

ESTA VEZ SÍ, ANDRÉS…

Texto: Estela Zatania
Fotos: Ana Palma

La jornada flamenca en el Festival de Jerez empezó con otro encuentro con la veteranía, esta vez en la persona de la bailarina Victoria Eugenia, “Betty” para su gente, personaje singular de la danza española.  A las siete de la tarde, David Lagos dio un recital de cante en el espacio acústico del Palacio Villavicencio, acompañado a la guitarra por su hermano, el conocido Alfredo Lagos, y el apoyo de Carlos Grilo y Luis Cantarote al compás.  David aprovechó para presentar una serie de temas de su disco “El espejo en que me miro”, y quizás por ese motivo empleó una media voz susurrada poco habitual en él.  Con la seguridad que aportan los años que ha cantado para baile, ofreció una gran variedad de cantes, incluidas unas cantiñas dedicadas a Chano Lobato donde la voz susurrada pegó algo más.

“LA PASIÓN SEGÚN SE MIRE”.  Baile: Andrés Marín. Artistas invitados: Lole Montoya, José el de la Tomasa, Concha Vargas. Cante: José Valencia, Pepe de Pura. Guitarra: Salvador Gutiérrez, David Marín. Laúd árabe: Yorgos Karalis. Marimba y percusión: Daniel Medina. Percusión flamenca: Antonio Coronel. Clarinete: Javier Delgado. Tuba: José Miguel Sanz. Coreografía: Andrés Marín. Dirección artística: Andrés Marín, Pilar Albarracín.

Andrés Marín es de los que arriesgan todo.  No para pegar el pelotazo ni salir en las noticias, sino porque sus condiciones, su genialidad y su necesidad espiritual no le permiten viajar por otro camino.  Es, a mi juicio, el bailaor más honesto e íntegro de nuestros tiempos.  Ocasionalmente en el trabajo del bailaor sevillano, el arte queda supeditado a la conceptualidad, pero cuando logra el equilibrio entre cerebro y corazón, el resultado es impresionante.

Anoche en el Teatro Villamaría tuvo lugar esta feliz singularidad, y los duendes han sonreído al contemplar el estreno absoluto de “La pasión según se mire”.  El baile de Marín es impecable.  Guste o no, y hay muchos a los que no, lo que ves en el escenario en una obra de Andrés, es lo que él ha querido que vieras, no hay deslices entre el concepto y la realización.   Es un planteamiento valiente que delata mucho sacrificio, muchas horas, no sólo de ensayo, sino de atención a los efectos de iluminación y atrezzo, la selección de los cantes, los detalles musicales y la escenificación.

Cuando se levanta el telón, Lole Montoya, aquella que fuera la mitad de “Lole y Manuel”, está bañada en una luz roja cenital, cantando en árabe, y Andrés Marín se retuerce por el suelo como extraterrestre recién llegado a Tierra.  Linternitas, un xilófono que despacha notas curiosas casi cómicas, misterio, futurismo y un aire de ciencia ficción.  Hemos emprendido un viaje al fondo de la mente fértil de Andrés Marín. 

El cantaor Pepe de Pura canta por tientos a compás libre y sin música, luego liviana, serrana y siguiriya con el cambio de Manuel Molina como nunca lo has escuchado, con armonía novedosa, y Marín es un jeroglífico en movimiento.  Y allí queda eso como una suite jonda.

Siguiente joyita: una tuba (como lo oyes) entra tocando despacito, detrás le sigue la bailaora Concha Vargas, y poco después, Marín.  La pareja menos verosímil que se podría imaginar: la controlada intensidad del delgado bailaor, el instintivo movimiento a compás de la voluminosa bailaora, y bailan por tangos, y no es que funcione, sino que es espectacular.  La más elocuente lección sin palabras que nos revela el pasado, el presente y el futuro del baile flamenco comunicados en un punto común intemporal.  No hay fusión ni pureza ni épocas ni modas.  El flamenco al desnudo.

José Valencia recuerda los cantes de Lebrija por cantiñas para el baile de Marín.  Vuelve el señor de la tuba insinuando una falseta de Diego del Gastor, y la sorprendente pareja de baile se mueve al compás de un romance.  Fascina la ausencia de expresión en el rostro de Marín, ni dolor fingido, ni sonrisas de RRPP.

Lole, sacerdotisa vestida de blanco, telón iluminado con imagen abstracta proyectada y Marín como fantasma.  Llega José de la Tomasa cantando por solea con notas incidentales de clarinete; siempre hay algún detalle curioso para obligarnos a descubrir lo clásico mediante lo nuevo. 

La escena más genial, porque más que bailes o números, son escenas, es la de semana santa.  Cuando aparece Andrés Marín, pecho desnudo, pantalón pitillo blanco con tirantes y cucurucho alto en la cabeza, no sabes si es un acto supremacista de la KKK, si representa un niño castigado o….claro, cuando llegan clarinete, tambor, tuba y guitarra, por no decir los dos carritos con 80 velas encendidas (las he contado), hay risas del respetable ante la pequeña broma de Marín que es penitente medio vestido.

El mensaje es claro y sencillo: la vanguardia no está reñida con lo clásico, hay mucha cuerda todavía sin descubrir y el flamenco es más grande que cualquier moda pasajera. 

DE SANDALIA A TACÓN. Baile: Ana Morales, Rubén Olmo. Cante: Moi de Morón, Antonio Campos (artista invitado). Guitarra: Jesús Guerrero, Óscar Lagos. Percusión: Israel Katumba. Voz y violín: Jallal Chekkara. Coreografía: Ana Morales.Coreografía Telethusa, Fandango: Rubén Olmo.

A las doce de la noche en la Sala Compañía, Ana Morales, ganadora del último premio de danza de La Unión, quiso abarcar toda la historia del baile y la danza, desde los mismísimos comienzos, en una hora y pico de extrañas y fantasiosas coreografías que demostraron lo poco que tienen que ver con el baile flamenco, y que dejaron perplejo al público durante gran parte del tiempo.  No obstante, fue destacable el baile de Ana por alegrías clásicas con bata de cola blanca, y notable el trabajo de los cantaores Antonio Campos y Moi de Morón.


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