Texto: Estela Zatania
Fotos: Jean Louis Duzert
Jueves, 23 de enero, 2015. 20h. Nimes (Francia)
JUAN PEÑA «LEBRIJANO» TRIUNFA EN EL FESTIVAL DE NIMES
Cante: Juan Peña «Lebrijano». Guitarra: Pedro María Peña. Voz y laúd: Mohamed Amine Talassaine. Qanún: Youssef El Mezghildi. Violín: Faiçal Kourrich. Percusión: Agustín Henke Santamaría.
La nostalgia de un cantaor que se atrevió a fusionar
En las notas del programa del recital que tuvo lugar en el Teatro Bernadette Lafont la tarde de jueves, se indica que este cantaor ha sido un revolucionario «injustamente rechazado». No sé yo. Desde que tengo uso de la razón flamenca, ha sido uno de los intérpretes más admirados y mejor considerados del género, encabezando la práctica totalidad de los históricos festivales de cante de los años setenta y ochenta, junto a otras figuras indiscutibles como Camarón o Fosforito, y con una discografía extensa, compartida con guitarristas como Niño Ricardo, Manolo Sanlúcar, Enrique de Melchor o el mismo Paco de Lucía.
De hecho, sabes que eres figura cuando tu actuación se anuncia, como ha sido el caso en el Festival de Nimes, con un solo nombre, que además es apodo: «El Lebrijano» es más que suficiente para identificar al maestro de Lebrija, Juan Peña Fernández. Si empezó como fiel seguidor del cante más tradicional en la línea de Antonio Mairena, también sintió el impulso de los tiempos que le tocaron vivir, y fue uno de los primeros en viajar por caminos vanguardistas en una movida que llegaría a conocerse como «fusión».
Para aquellos que siguen la genealogía, el Lebrijano pertenece a la gran familia de los Peña Perrate del eje geográfico de Lebrija y Utrera, rama de los Negros de Ronda. Para los que simplemente disfrutan de la buena música, Juan Peña es el cantaor flamenco que mejor ha sabido compaginar los exóticos sonidos del Magreb con el flamenco.
Desde el primer sonido de voz….«Truena…mira como truena»…pasando por cantiñas de Lebrija con mirabrás, un surtido variado de soleá con muchos detalles personales, siguiriyas, donde el cantaor pide a Pedro María Peña que suba la cejilla e interpreta cantes tan duros como la toná liviana o el «reniego», el Lebrijano se siente fuerte y se entrega hasta los límites de su capacidad.
La música árabe es un elemento absolutamente irresistible e imprescindible en la obra de Juan Peña. Con el violín de Faiçal Kourrich, al lado del Lebrijano desde los primeros experimentos con esta música, además de la sensible voz y laúd de Mohamed Amine Talassaine, el qanún de Youssef El Mezghildi y la percusión de Agustín Henke Santamaría, el gitano de Lebrija, tan curtido en el flamenco más clásico, se divierte visiblemente con su conjunto. «Calle de San Francisco» abre un amistoso mano a mano con el cantante árabe que demuestra más compatibilidad que diferencias entre ambos géneros.
La nostalgia está servida con versos como «Dame la libertad» o «Porque se casa», donde Juan invita al público a hacer palmas, «y el que quiere bailar, que baile, que no se corte nadie». El público reacciona con ovación tras ovación, y da gusto ver como el veterano cantaor acaba el recital rejuvenecido y feliz, como en sus mejores años.