Resumen: FESTIVAL DE FLAMENCO DE NIMES Diego Carrasco, Antonio Rey
FESTIVAL DE FLAMENCO DE NIMES
Diego Carrasco, Antonio Rey Martes, 20 de enero, 2009. 2000h. Odéon, Nimes (Francia) |
1º Parte. Diego Carrasco, cante, baile, guitarra. Ané, percusión Texto: Estela Zatania Rompiendo el frío de un invierno especialmente duro, un año más el Festival de Nimes en el sur de Francia entrega todo el calor del mejor flamenco con un programa variado de excelente gusto y calidad. El sábado 17 y el lunes 19 había actuaciones calientamotores de jóvenes promesas y artistas franceses, y el martes 20 ya estaba el público nimeño preparado para recibir todo el flamenco de un gran trago en la persona expansiva e indescriptible de Diego Carrasco. El carismático jerezano que tantas veces ha venido a este festival, empleó una puesta en escena minimalista. Diego con su guitarra, su voz, su hijo Ané a la percusión y la madre compás que está en los cielos flamencos que envuelven Jerez en un manto protector imaginado. Una propuesta que no difiere tanto del formato más clásico de cantaor y guitarrista a la que estamos acostumbrados los aficionados de cierto corte. A la vez que total y absolutamente diferente. Porque Diego Carrasco conoce las reglas del juego, y las empuja hasta los límites, siempre calculando diabólicamente bien para abstraer la esencia sin dañar la estructura. Para algunos, va demasiado lejos. Otros instintiva e inmediatamente comprenden su mensaje, incluso un público extranjero y no necesariamente experto. Esboza un hilo de melodía a tiempo libre que te recuerda a “Debajito de la hoja de la lechuga”, y agrega compás de bulerías para desarrollar el tema hasta sus últimas consecuencias. Uno me pregunta si esto es la dichosa “fusión” de la que tanto se habla. Después de meditar la respuesta brevemente, le contesto que es lo contrario de la fusión; en lugar de añadir elementos posiblemente dudosos, es la eliminación de todo lo superfluo para dejar el flamenco expuesto ante nuestros ojos. Es la ausencia de superficialidad; la fiesta más profunda y elocuente. Más bulerías. ¿Acaso hay que decirlo? Bulerías oníricas balanceándose entre la dulzura de un tiempo de vals, y el agresivo compás de amalgama que pregona flamencura. El compás liberador, su lengua franca y línea directa al meollo con un vaivén apenas insinuado pero que no perdona, guiándonos en el vehículo Carrasco por la gran carretera flamenca, incluso en contra de toda resistencia: ¡pero no canta nada como es! dice la vocecita dentro de la cabeza. El seductor sigue seduciendo. “En el carné me van a poner ‘Diego Carrasco de Nimes de la Frontera”, bromea su alteza flamenca, y habla de las gañanías, aquellas viviendas colectivas donde tantos jerezanos mal vivían y aplacaban su pena mediante un tipo de flamenco en vías de extinción. El mismo flamenco que nos brinda este viejo lobo barbudo y sagaz que juega a inocente. Una destilación de “Alfileres de colores” decorada con el baile más elegante de Jerez, y Carrasco abandona el escenario tal como llegó, sin divismo ni pretensiones, con la serenidad de los grandes y dejando al público enloquecido. La segunda parte fue dedicado al joven maestro de la guitarra Antonio Rey. Con 27 años, ya ha pasado por el atrás de algunas de las mejores compañías de baile, ha acaparado algunos de los premios más codiciados y se come guitarras con apabullante facilidad. En fin, otro hijo espiritual de Paco de Lucía, pero sin ser uno del montón. Empieza en solitario (hoy en día los “solistas” de guitarra a menudo llevan a un pequeño ejército de músicos), con una especie de fantasía minera. Todavía a solas con su instrumento, dedica una soleá a Ramón de Algeciras. Es contemporáneo pero comedido en su uso de armonía. Tangos con detalles de cante, gentileza de su hermana Mara Rey. Antonio explica que acaba de sacar un disco, “A través de ti”, y llegan para colaborar violín y percusión, además del padre del guitarrista, el cantaor Toni Rey. Mara Rey pone la mejor guinda con sus bulerías cantadas y bailadas y abandonamos el café cantante con esa sensación agradable de haber perdido la noción del tiempo gracias a una velada flamenca de gran calidad.
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