Texto: Sara Arguijo
Fotos: Adam Newby
Baile: Juan Manuel Fernández Montoya «Farruquito», Antonio Fernández Montoya «El Farru», Manuel Fernández Montoya «El Carpeta», Antonio Moreno «El Polito», Juan Fernández Montoya «El Barullo» y África Fernández. Cante: Antonio Villar, Pepe de Pura, Mary Vizarraga, Encarnación Anillo Guitarra: Román Vicenti & Juan Campallo Palmas: José Suárez «El Torombo». 15/12/2015 – Teatro de la Maestranza de Sevilla
El sueño cumplido de Farruquito
Trata de volar pero no te muevas, cuenta Farruquito que le decía su abuelo cuando aún no tenía edad de comprender lo que luego ha asimilado con los años. ‘Farruquito y familia’ es ahora, catorce años después de su estreno en el Town Hall de Nueva York, la confirmación evidente de que el sueño del bailaor de que “nuestra forma de bailar perdure” está cumplido. No sólo porque esta vez hayamos podido ser testigos en el fin de fiesta de las maneras que apuntan su hijo de tres años y las niñas de El Farru, El Barullo y África Fernández -que prometieron esperanzas en la continuación de la saga-, sino porque esta dinastía posee un sello indestructible, tan creíble, tan puro y tan propio que permanecerá en la historia del flamenco para siempre.
Da igual lo que usted vea antes o después porque siempre volverá a Farruquito. A un modo de compartir y sentir lo jondo, a un legado, a una historia familiar que él se encarga de seguir defendiendo. Farruquito consigue con su baile arrastrar al público a su mundo, invitarlo al ritual que es el flamenco en su casa. Desata el éxtasis por su energía, por su carisma, por su pose, por su estampa, por su dominio escénico, por lo que es capaz de contar de sí mismo con solo pisar las tablas. Pero también y, sobre todo, porque hace cosas que no hace nadie.
En la antológica seguiriya junto a su hermano El Farru, que dio comienzo al espectáculo, en las espectaculares bulerías instintivas y temperamentales y en su solemne y regia soleá, con la que le gritaban “príncipe”, Farruquito arrancó la euforia en el patio de butacas en cada remate, en cada escobilla, en cada gesto. Y él, claro, ahí seguía para sorprender con el más difícil todavía.
Pero además, el encuentro era una reunión de hermanos y primos, de experiencias y vivencias compartidas. Había que tratar de reflejar sobre el escenario, además de con las grabaciones que se iban proyectando en cada interludio de actuaciones de niñez y entrevistas a algunos de los que ya no están (como La Faraona), que el baile en esta familia es un culto que todos profesan con fe propia.
Así, la frescura y la fuerza de El Carpeta por alegrías; la contundencia, la sensatez y el erotismo de El Farru en las guajiras y tangos; la naturalidad y la soltura de África Fernández recordando a su madre y la elegancia y robustez de El Barullo que con traje de corto y sombrero cordobés interpretó un taranto de absoluta limpieza, como si de un pura sangre se tratara, que fue de las piezas más espectaculares de la noche.
Lo dicho. Da igual lo que usted vea antes o después. Da igual que no se confiese seguidor de su estética. Da igual incluso que no le guste el flamenco. En algún momento, usted verá a Farruquito y le saldrá un ole del alma.