Farruquito “Puro” Jueves, 24 de julio, 2008. 2200h. Palma Arena (Mallorca)
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Entro en el enorme pabellón multideportivo de la ciudad de Palma de Mallorca, y es como un regreso al pasado. Recuerdo hace unos 25 años cuando Camarón actuó en el amplísimo frontón de Madrid. Estamos en Baleares, pero el público es el mismo: familias gitanas enteras, muchos niños, las jovencitas vestidas como para una audiencia real, personas mayores, grupos de adolescentes… algún que otro turista inglés que ha venido a recibir su “cho” flamenco antes de volver a Manchester o Birmingham, seguramente sin darse cuenta que está a punto de ver a uno de los bailaores más importantes de nuestros tiempos. El ambiente se parece al de la Fiesta de la Buleria hoy en día, pero sin las neveras… y con muchos asientos vacíos. El enorme Palma Arena había dispuesto 2000 localidades, pero a vuelapluma yo diría que unas 500 a 600 personas se presentaron para el estreno mundial de “Puro”, el nuevo espectáculo de Farruquito, y la reaparición en los escenarios del bailaor. En una entrevista Farruquito comentó que había elegido Palma para el estreno debido al cariño que siente por esta tierra, pero también es probable que ha querido probar las aguas en un terreno más neutro para el flamenco, antes de llevar su nueva creación a las capitales de la península. No hay programas, pero sabemos que sólo bailará Juan Manuel Fernández Montoya, nieto del viejo Farruco, hijo de la Farruca. Ningún familiar le va a arropar esta vez, ni siquiera en el atrás. El joven ha venido a poner sus cartas en la mesa, a jugarlas todas: el subtítulo de la obra es “Momento absoluto”, y el ambiente está espeso de expectación. Hace alrededor de dos años que no hemos visto a Farruquito en un escenario, y cualquier cosa es posible; ni siquiera la reacción del público está asegurada.
Por fin da comienzo la función, con todos los artistas en escena. Hay gritos emocionados, palmas, piano, guitarra, percusión, voces, tres pantallas gigantes y la máquina de humo que no da tregua. El ambiente es de un concierto de rock, pero con cierto aire de misa gracias en parte a la sugerente iluminación, y el vestuario de diseño: todo es drama. Tres excelentes guitarras capitaneados por Antonio Rey, y siete voces poderosas – distingo a las mujeres: María Vizárraga, Mara Rey y la Tana, y entre los hombres veo a Rubito de Pruna, Antonio Zúñiga (Villar), Juan José Amador hijo… Bernardo Parrilla al violín… Más definido que antes, más convincente y constante, más maduro y decidido Un excelente audiovisual es proyectado a ratos entre números… imágenes de Farruquito bailando, en la playa, sonriendo, con su gente… Manuel Molina recupera su papel de guitarrista declamador con los brazos en cruz y el rostro hacia el cielo: “Tu abuelo ya lo decía, ya lo decía tu pare, pa’ bailar por siguiriya, hay que ser un pura sangre”. Cuando Farruquito llega para bailar de verdad, la excitación del público no puede ser mayor – la gente salta de sus sillas plegables y corre de un lado para otro para ver mejor, hay gritos de aprobación y apoyo…. Pero ¿cómo ha bailado nuestro hombre, y cómo es el espectáculo? Farruquito no baila como antes. Baila todavía mejor. Y mucho. El intenso misterio de su personalidad artística es más definido que antes, más convincente y constante, más maduro y decidido. Tiene muchos pellizcos nuevos, no depende tanto de los estallidos por bulería (que habían llegado a ser algo repetitivos) y en general, se ha sentado y administra sus recursos con mucha inteligencia. El espectáculo en sí, es el mejor que ha presentado, uno de los mejores que he visto en general. Es curioso que la familia sin Farruquito queda pobre – los espectáculos de estos últimos años parecían indicar un declive. Pero Farruquito sin la familia resulta ser más que autosuficiente. A lo largo de la hora y media que dura la presentación, el bailaor va relajándose, cogiendo confianza, se le nota realizado y tremendamente feliz. El atrás, todos ellos, incluidos el piano, el violín y la percusión, pero especialmente el cante, son magníficos, y Farruquito ha sabido administrar estos ingredientes de primera categoría; nadie hoy en día baila tan directamente al cante, y qué pobre quedan los bien ensayados arreglos de otras figuras comparado con esta espontaneidad. El abuelo creó una estética, y supo transmitirla a Farruquito: ”…te está mirando desde el cielo” canta Manuel Molina, y sabemos que es así. Excelencia en los detalles. Todos salen de blanco al final, como un renacimiento espiritual y artístico, y las cantaoras en chilabas parecen sacerdotisas para bendecir el evento con sus voces canasteras. Farruquito abandona el escenario arrancándose la camisa y saltan los botones como perdigones blancos. Amén. |