Uno va a ver a Farruquito sabiendo lo que le espera. Lo contó Diego Carrasco en uno de sus discos inolvidables: “Ya están aquí los Farrucos, con su takatá, bailando por bulerías, con su takatá-taconeo”. Es lo mismo que espera el público que va a verle (con su takatá-taconeo). Y nunca decepciona (con su takatá… etcétera).
Ahora vas a ver un espectáculo flamenco a un teatro y te puedes pasar media función pensando: ¿Qué diablos querrá decir el bailaor de turno?. Lo malo es que las notas al programa no son como las de la opera que te traducen el argumento y las canciones. Aquí en el flamenco tienes que estar al tanto del mito de la taberna de Platón y tienes que saber distinguir si es un chiste o un cita a la mecánica cuántica.
De momento Farruquito no ha contratado ni a un guionista ni a un filósofo aunque cada día más cuida su puesta en escena. Ayer nos sorprendió con su aparición desde las sombras. Parecía un truco de esos magos que hacen aparecer y desaparecer las cosas. Ocurrió más o menos así: estaban los dos cantaores (“Bolita” y “Chanito”) a pleno pulmón de pie cantando por seguiriyas, retándose desde los extremos del escenario, cuando surgió Farruquito desde las sombras sin esperar el aplauso preventivo que se concede a los artistas cuando surgen encima de un escenario. Aquí el bailaor fue directo al grano. Al taconeo.
Te deja sin aliento desde el minuto cero y me recuerda a la técnico de sonido de un grupo punki en un concierto en los años noventa en la sala Suristán. Todos los mandos arriba, los graves, los medios y los agudos, todo al máximo, sin sutilezas. Todo a tope hasta el final. A Farruquito le duran las baladas, las alegrías y la soleá nada y menos, no tarda ni nueve segundos con algunas décimas en batir el record mundial de Usain Bolt. De hecho el primer descanso que tuvimos fue una transición que ocupaba el bajista Julián Heredia que toca su instrumento con púa, una rareza heredada de Carles Benavent. El sonido del bajo nos permitió un par de minutos de sosiego aunque la púa ofrece una velocidad de ejecución que no te dan los dedos. Salió Marina Valiente a bailar con todo y a tope y Farruquito se picó en el duelo e hizo lo de los atletas, más rápido, más fuerte y más difícil.
Farruquito se alimenta con los aplausos, es el carburante que utiliza; así que cuando se sitúa a destiempo al borde del escenario para recoger las migajas de un aplauso largo, aparenta un leve desconcierto ante la ausencia de palmas y de oles. Ahí aparece el actor. Dura un instante, lo justo para volverse hacia una mesa, la rodea como si la estudiara, decide quitarse la chaqueta, se recoge las mangas de la camisa, se recoloca el pelo y cuando parece que va a ponerse a hincar los codos, extiende los nudillos y comienza a golpear la mesa que desprende el polvo acumulado desde la prueba de sonido. El efecto bajo los focos parece natural, la madera frente a la mano. Gana la música. El bailaor ha convertido un mueble en una batería de jazz inspirado por Max Roach, Art Blakey o Tony Allen. Si prefieren a los nuestros… para emular a Bandolero o Tino Di Geraldo necesita unas baquetas y unos platos. No lo intenten en casa, pueden romperse las manos y el alma.
Paco Vega conduce la obra con precisión en las percusiones reaccionando con naturalidad (y el compás adecuado) a las continuas improvisaciones del bailaor. Ahí reside la capacidad de convocatoria de Farruquito que muestra su talento sin caer en la rutina atlética y eso es algo muy difícil de esconder. Además el bailaor también se alimenta del cante de Maria Vizárraga que vive entre el grito y el desgarro. No es un reproche, en el blues hay un tipo de vocalistas llamados “Shouters” (literalmente gritadores) entre los que se encuentran algunos de mis favoritos Jimmy Rushing, Big Joe Turner o Jimmy Whitherspoon. El protagonista tomó el micrófono para dar las gracias y gritar ¡Viva la improvisación! Que en este caso no es hacer las cosas de cualquier manera aunque no tenga guionista.
Farruquito Íntimo. Festival Suma Flamenca. Teatros del Canal. Madrid. Juan Manuel Fernández Montoya “Farruquito”, baile. Marina Valiente, baile. Mari Vizarraga, cante. Ismael De la Rosa “Bolita”, cante. Ezequiel Montoya “Chanito”, cante. Antonio Santiago “Ñoño”, guitarra. Julián Heredia, bajo eléctrico. Paco Vega, percusión. Gaspar Leal, sonido. Oscar Canales, iluminación.
Fotos: Pablo Lorente