Baile: Juana Amaya, Farruquito, Farru, Pepe Torres
Cante: Enrique el Extremeño, José Valencia,
Jorge El Canastero, Tana
Guitarra: Paco Fernández, Román Vicenti,
Raúl El Perla
Percusión: Manuel Soler
DOS JÓVENES VETERANOS FIJAN UN NUEVO
NIVEL PARA EL BAILE FLAMENCO
Candentes, arrasadores, insuperables… 'increíbles'
en el sentido más literal de la palabra. Costaba 'creer'
lo que estaba aconteciendo la noche del 16 de enero 2003 en
la Sala Joaquín Turina de Sevilla. Dos jóvenes
veteranos, valga plenamente la contradicción, a punto
de iniciar una dilatada gira por los Estados Unidos, fijaron
un nuevo nivel para el baile flamenco.
Con
un foro completo la sala respiraba expectación, y no
era para menos. La realeza del baile flamenco gitano, la princesa
Juana Amaya (Morón de la Frontera, 1968), y el príncipe
Farruquito (Sevilla, 1982), habían montado un espectáculo
conjuntamente y lo estrenaban en tierra hispalense antes de
embarcar en una importante gira internacional.
La realeza del baile flamenco
gitano, la princesa Juana Amaya, y el príncipe Farruquito
Con muy poca edad Juana Gómez García «Juana
Amaya» ya demostraba su capacidad expresiva y su extraordinario
dominio del compás. Con sólo dieciséis
años era pareja de Mario Maya, y con veinticinco viajaba
por el mundo con su propia compañía. Farruquito,
nieto del legendario bailaor Farruco, también era niño
prodigio. Debutó en Nueva York con cinco años,
y ahora con veinte está en la cima de su profesión.
Hace menos de un año Farruquito bailando era una peonza
desenfrenada. Ahora esa sobredosis de compás y energía
ha encontrado su carril, el joven se ha calmado lo justito,
en fin… ha madurado. Ahora su baile está lleno de
silencios, miraditas, y movimientos exquisitamente sutiles
de manos y cabeza a la vez que todo está insertado
en un compás tan cristalino y contundente que nos deja
con la impresión de que nadie anteriormente ha bailado
a compás. El joven ha incorporado movimientos realmente
originales y revolucionarios, pero su estirpe cuida de que
sean, por encima de todo, flamencos. No obstante, es demasiado
fácil decir que ha heredado el buen gusto de su abuelo
con quien salió bailando en la película 'Flamenco'
de Saura con sólo doce años. Otros vástagos
de otras dinastías flamencas de gran prestigio no han
sabido, podido o querido aprovechar el elemento 'sangre'.
Su hermano menor Farru también interviene en 'Por Derecho'
con un papel importante. Aunque indudablemente es un bailaor
de primera línea, va a ser difícil alcanzar
las alturas de Farruquito.
…nos deja con la impresión
de que nadie anteriormente ha bailado a compás
Otro componente interesante es Pepe Torres de Morón
de la Frontera, el pueblo de Juana, y una localidad que está
dando la nota en el baile flamenco actual. El baile de Pepe
es bastante más discreto que el de Farruquito, pero
no menos admirable. Su estilo sabe a los viejos bailaores
del pueblo, con aires de su tío Andorrano, totalmente
pulido y actualizado sin sacrificar sabor ni esencia.
El
atrás que lleva esta colección de jóvenes
no sólo es altamente profesional, sino muy apropiado
para la ocasión. Saben dar el punto preciso de tradición
renovada sin recurrir a los elementos dudosos que se han puesto
tan de moda en la última década. El toque de
Paco Fernández al buen nivel de siempre. Se administra
sabiamente el ubicuo Manuel Soler al cajón para un
par de números, y luego el hombre ejecuta un sorprendente
solo de…¿de qué?…en el programa el número
se titula «Solo Manuel Soler». Manuel sale 'solo
ante el peligro' con su cajita, sin palmeros siquiera. Se
sienta. Hace compás al cajón, gesticula, da
palmas, pellizca con braceo, silencios, miradas, cuerpo, se
levanta, baila, vuelve a sentarse, el público, con
perdón, a punto de la micción involuntaria.
Pocas veces un solo individuo ha podido trasmitir tanto flamenco
con tan poquito. Manuel Soler es único.
También destacables son los cantaores Enrique el Extremeño
y José Valencia. Hace años que Enrique se estableció
como uno de los mayores lujos que se puede permitir un bailaor
o una bailaora. El cantaor se niega a aceptar el lugar común
de la inferioridad de los cantaores para baile, y su cante
llena, arropa y embellece el total sin robar protagonismo.
A pesar de su juventud, José Valencia de Lebrija también
es un gran profesional. Tiene aspecto de alumno de contabilidad
al que le gusta demasiado la cocina de su madre. Inofensivo
y desenfadado, nada de 'artisteo' ni ropa de etiqueta. Pero
cuando abre la boca todo dios presta atención. Una
voz afillá privilegiada, compás por un tubo,
conocimientos dignos del noble apellido que comparte con el
mítico Paco la Luz.
Impecable coherencia y frescura…
la sensación de espontaneidad sin sacrificar profesionalidad
Juana Amaya está viviendo un momento artístico
muy dulce. Su dominio del baile es absoluto y su estilo personalísimo
y racial, a la vez que sumamente femenino…no esa feminidad
cursilona de otras épocas, sino agresiva e independiente,
recordando siempre las raíces. A diferencia del espectáculo
que ofreció Juana para la Bienal, que quedaba como
una colección de pinceladas sin ton ni son, esta obra
tiene una impecable coherencia y frescura. Se ha conseguido
la sensación de espontaneidad sin sacrificar profesionalidad,
y la prueba de ello fue la reacción del público
que seguía cada giro, cada pellizco y jaleaba de una
sola pieza repetidas veces. Como todo hay que decirlo, es
necesario comentar el excesivo empleo del taconeo, pero incluso
esto se deja tragar porque está hecho con arte, y funciona
bien dentro de la totalidad. Otro punto criticable es la falta
de interacción entre los principales. Catorce años
separan a Juana Amaya de Farruquito, sin mencionar la fuerza
de sus respectivas personalidades…bailan juntos pero no
comunicados. Queda demostrado lo que afirman algunos entendidos,
que el baile flamenco es un empeño unipersonal.
Especialmente
bien logrado es el fin de fiesta, que tan a menudo en otros
espectáculos, a pesar de la presunción de espontaneidad,
acaba siendo una rutina desganada y previsible. Aquí
el desorden y júbilo parecen auténticos, y la
obligada salida de los críos se realiza de una manera
genial y entrañable. Farruquito ejecuta su pataíta
y es relevado por el Farru. Mientras esté bailando
éste, se materializa desde el foso un joven de unos
catorce años, con la melena que lucen sus mayores,
bailando con el sello familiar. Sigue el cante y la marcha
y se materializa otro joven melenudo, más chico aún,
también desde el foso, esta vez con la ayuda de una
mano adulta…no tiene más de once años y ya
empezamos a captar el mensaje…la saga continúa…¡y
otro más chico todavía! ni que pompitas de jabón,
cada vez el respetable más incrédulo…seis
años como muchos, la cara clavadísima del patriarca
Farruco, nada de niño gracioso, el chico baila y pellizca
igual que sus mayores y con un solo movimiento bien calculado
de su manita infantil, la sala le pertenece. Elocuente orgullo
de raza y familia que erizó el vello de todos los presentes.
Elocuente orgullo de raza y familia
que erizó el vello de todos los presentes.
A la salida del teatro nos hemos encontrado con la gran veterana
del baile, Luisa Triana, la que fuera durante años
componente de la compañía de Carmen Amaya cuando
su padre Antonio Triana era pareja de ésta. Era de
esperar que su opinión sobre la actuación fuera
templada por la época que le tocó vivir, y por
sus gustos clásicos y tradicionalistas. No obstante
comentó efusivamente: «¡Esto sí que
es otra cosa – totalmente actual, pero siguiendo la línea!»
Una clara referencia a los excesos artísticos de algunas
obras recientes de compañías importantes. A
ver si caduca ya la moda cansina de las obras clásicas
adornadas con flamenco, la falsa modernidad forzada a base
de la cosmética de unos instrumentos ajenos, canciones
en lugar de cante y un toque de guitarra que coloca lo bonito
por encima del dinamismo del flamenco. Juana Amaya y Farruquito
han demostrado que este arte tiene cuerda para rato, sin necesidad
de tales alteraciones.
Atención Boston, Cleveland, Hartford, New York, Washington
D.C., Albuquerque, Vancouver, Santa Barbara, Santa Cruz, Berkeley
y San Diego…que llega la realeza.
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