Texto: Estela Zatania
Fotos: La Bienal
17 Bienal de Flamenco
LAS HUELLAS
Jueves, 6 de septiembre, 2012. 2200h. Real Alcázar de Sevilla
Especial 17 Bienal de Flamenco de Sevilla – Toda la información
Bollywood en Sevilla
La Farruca Compañía Flamenca. Baile: Rosario Montoya “La Farruca”, Manuel Fernández Montoya “El Carpeta”. Cante: Pedro Heredia “El Granaíno”, Mara Rey. Guitarra: Juan Requena.
Anuj Arjun Mishra Kathak Company. Bailarines: Smriti Mishra, Kantiki Mishra, Anuj Mishra. Músicos: Vikas Mishra (tabla), Hridya Desai (canto y sarod). Dharamnath Misra (canto y armonium).
“Las Huellas” se titula la serie de presentaciones que incluye la que vimos anoche en el Alcázar dentro de la programación de la Bienal de Flamenco de Sevilla.
TTratándose de un espectáculo de música y baile flamenco e hindú, no juntos sino revueltos en muchos momentos, el término “huellas” parece dar por sentada la historia del flamenco cuando en realidad muy pocos estudiosos sobre el tema se ponen de acuerdo, y de hecho, están de moda las teorías sobre una procedencia caribeña americana, y también existen los que defienden el continente africano como cuna del flamenco.
Mis conocimientos de la música de la India rozan lo inexistentes, por lo que cualquier comentario al respecto debe ser admitido como opinión pura no entorpecida por ningún tipo de formación. No es la primera vez, ni será la última, que se intente aunar el flamenco con culturas ajenas con el propósito de “demostrar” raíces compartidas. Pero como suele ocurrir, anoche se consiguió lo contrario. La genética común sí que parece indiscutible si hacemos caso de lo que ven nuestros ojos: cualquiera de los artistas hindúes podría vestirse y peinarse de otra manera y pasar por gitano. Y viceversa. No obstante, ni la música, ni los compases, ni los movimientos, ni mucho menos el planteamiento anímico guardan semejanza creíble con el flamenco. ¿Los bailarines pegan el suelo con sus pies y mueven los brazos? Los seres humanos tenemos pies y brazos, torso y cabeza, es lo que hay, y es poco serio atribuir afinidades así basadas.
Consideraciones académicas aparte, porque el arte no se explica, se siente, es una producción con poca coherencia y bastantes puntos flacos. En cuanto a la parte del espectáculo llevada por los indios, la impresión recibida es de haber sido vendido un número de cabaret destinado a turistas. El bailarín principal toma el micrófono una y otra vez, cual showman de garito, para destacar (en inglés) detalles de dudoso interés e incluso pedir la participación del público – totalmente fuera de lugar para el caso. Más incordio produjo una especie de narradora con voz impuesta de la que se entendía poco.
Vuelta de hoja y pasamos al flamenco. Por mucho que intentara el autor del guión colocar a la Farruca, el Carpeta y sus músicos en un plano similar al de los hindúes, la extrema competencia, seriedad y dominio de los flamencos deslumbró a todo lo demás. Artistas de menos empaque podían haber quedado trivializados por la intrusión exótica de los otros, pero los Farrucos tienen un aplastante sentido de su identidad artística, y te lo demuestran en cada instante, con cada movimiento.
El escueto atrás fue más que suficiente. Al cante, el Granaíno, cuya forma de cantar es el complemento ideal para el tremendismo cultivado por estos artistas. Mara Rey, siempre competente y flamenca luchaba con la voz rozada, pero cumplió perfectamente. Y Juan Requena, por dios, único guitarrista para la ocasión, se multiplicó y puso toda la fuerza y tensión que necesita esta gente.
La Farruca, magnífica por siguiriya y por soleá, cualquier comentario adicional sobra. El Carpeta sigue sorprendiendo, no sólo por su madurez y fuerza, sino porque está desarrollando personalidad propia dentro de la bien definida línea de la familia. Madre e hijo, dos voces y una guitarra, el flamenco servido en toda su gloria. Cero diálogo con los de ultramar, y una vez más vemos que el flamenco tal cual se sostiene y se justifica solo, y a más rebuscamiento, menos credibilidad.