Memorable Gerardo Nuñez repartiendo arte con Álvaro Martinete, Rycardo Moreno, José Quevedo Bolita, Jerónimo Maya y Canito
Comenzó la suma flamenca con la guitarra de Pepe Habichuela, mientras uno estaba en la inauguración del festival Moments que nació en Málaga alrededor de un grupo aficionados al skate, el hardcore y el hip hop y que han evolucionado hasta el punto de convertirse en una rara avis del panorama, un festival capaz de conceder su máximo galardón del 2022 a Pepe Habichuela. ¡Las cosas cambian!
A la salida de la mágica noche protagonizada por Gerardo Núñez contaba Antonio Benamargo, director de la Suma, que esto de la guitarra de concierto comenzó en los años ochenta en el Candela donde se reunían los jóvenes leones de la guitarra como Gerardo Núñez o Rafael Riqueni. Tengo que puntualizar que entonces nuestros tocaores estaban experimentando el efecto del sexteto de Paco de Lucía que comenzaba a comerse el mundo mundial. Entre tanto Manolo Sanlúcar luchaba contra el instinto de su multinacional CBS por repetir un single de éxito como “Caballo Negro”. Por su parte Serranito tenía menos repercusión mediática pero había impuesto en los tablaos un espacio para la guitarra de concierto.
Todos los guitarristas del momento trataron de montar un grupo en la estela del de Paco de Lucía y todos buscaron a los músicos de jazz como punto de apoyo. Lo probaron casi todos, incluido Enrique de Melchor que luego volvió a la memorable tarea de acompañar al cante. Pero a principios de los ochenta montó a las órdenes del manager de turno una superbanda con el baterísta José Antonio Galicia, creo que no llegaron lejos (la idea era llegar a Japón). Luego Gali se presentó en el festival de Jazz de Madrid 1983 en el palacio de los deportes con Gerardo Núñez y en 1985 con Morente y Cañizares en su inenarrable “Recuerdo de Carmen Amaya”. Una historia que no han contado muchos flamencólogos (porque no iban al jazz) ni los jazzólogos (porque, en general, estaban en el bar). Los posteriores historiadores del jazz flamenco aún no habían nacido para un género que va cumpliendo 40 años.
Recuerdo un concierto de Gerardo en un local de la Gran Vía en el que el batería era el añorado Carlos Carli. No sé quién figuraba como reclamo pero me quedé con la sensación de que Gerardo ya tenía cosas que contar… y aquí es donde entra Miguel Candela, los recuerdos de Benamargo y la eterna sonrisa de Morente convenciéndose los unos a los otros de que podían invertir la situación y poner la guitarra flamenca por delante de los músicos de jazz, probablemente demasiado influidos por las formas y maneras de Chick Corea que los flamencos han tardado años en digerir y llevarse al huerto. Escuchen el “Spain” de Josemi Carmona, Colina y Bandolero y me cuentan.
Seis órdagos de guitarra para el recuerdo
Disculpen el prólogo porque lo que sucedió anoche con el espectáculo «Guitarra desnuda» en la sala verde de los teatros del Canal en Madrid fue para no olvidar. Si repasas la discografía de Gerardo Núñez te quedas a vivir ahí. Pero con las mismas no he memorizado ninguna de sus composiciones, “tiene una melodías muy bonitas” me dice Juan Luis Cano, unas composiciones que “se desvanecen como lágrimas en la lluvia” (según el replicante de Blade Runner) pero que te dejan una sensación de bienestar un poco psicodélica. Gerardo interpretó sus dos primeras composiciones y presentó a su primer invitado: Álvaro Martinete con el que hizo un concierto exquisito en el Pamplonaonfire y aquí lo bordaron. Hemos visto crecer a Martinete desde que presentó su primer disco en el Candela y es un dignísimo alumno de Gerardo que comunica desde el primer minuto. Luego Apareció Rycardo Moreno, sus botines, el sombrero y una guitarra heredera de la de Django Reinhart con la que compartió falsetas de esas que le vuelven del revés a los del jazz y le comen la cabeza a los flamencos ¡qué barbaridad!. Luego agarró la flamenca y también.
El mecanismo de presentación de la gala era que Gerardo compartía con el invitado que luego se quedaba en soledad. El diseño de luces era cálido y recordaba en los primeros instantes los cuatro focos que teníamos en el Johnny: uno rojo, uno verde, uno azul y el otro… fundido.
Cuando salió José Quevedo “Bolita” contó lo que muchos sentíamos: “a veces los sueños se cumplen, como tocar aquí con Gerardo”. Fue otro momento mágico como cuando lloramos delante de Paco de Lucía cuando John Mcglaughlin se dedicó a acompañarlo, sin correr; fue en el velódromo de Anoeta en un festival de jazz de Donosti delante de una multitud.
Recuerden lo que dijo Don Cherry del sonido de Pepe Habichuela: “parece un árbol que llora”. Cuando no sabíamos cómo y dónde meter tanto gozo y tanto arte apareció Jerónimo Maya que está en ese nivel de excelencia supremo que nos hace añorar aquellos tiempos en que se grababan los discos y se publicaban como pan caliente. Recuerden a Coltrane del que se publicaron en tres años al menos 50 discos. Pues esa es la sensación que tenemos con la escena guitarrística. Contó Gerardo que subió al facebook su “bulería” dedicada al venerado y venerable Velázquez Gaztelu y que muy pronto aparecieron cien mil escuchantes que -oh desolación- apenas habían escuchado unos segundos.
Jerónimo está que se sale y Gerardo explicó que en el siguiente turno, Canito iba a demostrar cómo se escribe un prólogo y fue ahí donde se demostró la evolución cerebral de la guitarra cuando Canito se atrevió a ser diferente, pasando de la búsqueda de la gloria que arranca cien mil oles de todas las clases y colores y demostró tocando por lo bajini que en ese escenario caben todas las guitarras imaginadas.
Luego salieron los técnicos a despejar la escena y los seis músicos se sentaron formando la media luna, saltando de falseta en falseta y bailando sin pisarse los pies que tiene su mérito en pareja, pero no te lo puedes creer cuando son seis los que bailan.
Vídeo y fotografías: @manjavacas.flamenco
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