Texto: Silvia Cruz Lapeña
Fotos: David Mudarra
La bailaora presentó un show compuesto con piezas y detalles de otras obras y se metió al público en el bolsillo gracias a su maestría y un nivel de baile insuperable.
A «enseñar su vulnerabilidad» decía el programa de mano que venía Eva Yerbabuena con “Carne y hueso”, espectáculo con el que se presentaba en la Suma Flamenca 2017. Pero la verdad es que no hubo ni rastro de duda o fragilidad en la propuesta.
Yerbabuena escogió piezas ya hechas en otros espectáculos como “Alas negras” o “Apariencias” y las puso sobre las tablas con otro color. Eso lo puede hacer una artista con sello, y Eva lo tiene, por eso cuando hace una seguriya que ya le hemos visto otras veces suena a nueva: no porque se cambie el vestido, sino porque fue capaz de cambiarle la energía.
Tres piezas le bastaron a la granadina para levantar al público del asiento porque el resto fueron interpretadas por un elenco de cinco bailaores de mucho nivel: Cristian Lozano, Mariano Bernal, Ángel Fariña, Alejandro Rodríguez y Fernando Jiménez. Al grupo le costó entrar en calor pero lo hicieron, gracias en buena parte, a la presencia de Jiménez. Cada vez que salió al escenario aumentó la coordinación del grupo, como si ejerciera de anclaje. También hizo un número solo en el que, vestido a la manera de Charles Chaplin, actuó como mimo con nariz de clown para bailar el “Payaso” de Bambino en una interpretación chispeante que va a ser de lo más original que se vea en esta Suma.
El show se demoró demasiado en esos momentos grupales que iban dando paso a las actuaciones de Yerbabuena, que no danzó con el cuerpo de baile en ningún momento. Quizás hubiera sido deseable que trajera “Apariencias”, su último espectáculo por aquello de mostrar lo más reciente y darle al festival madrileño esa contemporaneidad que tan bien entiende Eva aplicada al flamenco y que en esta edición le va a faltar al evento que dirige Aída Gómez.
Aún así, “Carne y hueso” se reveló como un acierto de Eva gracias a la inteligencia con la que recicló materiales y eligió a los mejores para sus intereses y su estilo: Juan José Amador, Enrique El Extremeño y Alfredo Tejada le cantaron para que se sintiera a gusto y Paco Jarana estuvo con su guitarra atento a cada movimiento de la bailaora. Lo mismo se puede decir de Antonio Coronel, cuya percusión tuvo mucho protagonismo debido a que varios números se desarrollaron sin cante, sólo con golpe o algo de guitarra.
Tejada cantó para chillarle, derrochando voz y jondura y estuvo especialmente llamativo cantando fandangos, pero fue el de Extremadura el que supo poner a Eva Yerbabuena a hervir. Se vio más claramente en las alegrías finales, en las que bailó con chaquetilla y pantalón de color rosa y llenó el enorme escenario de la Sala Roja de los Teatros del Canal sin problema. El corte del pantalón impedía ver el impresionante trabajo de pierna y cadera que hizo la bailaora, pero aún así quedó muy claro que todo en esas cantiñas estaba muy bien pensado.
A Eva se la vio radiante, se la vio segura y el público le gritó “grande”, “brava” y “eres la mejor” con una intensidad que sonaba cierta. No parecía posible que con un show-collage hubiera espacio para la sorpresa, pero Eva consiguió tener al respetable en vilo y convenció.