Eva Yerbabuena Ballet Flamenco Sábado, 17 de marzo, 2007. Teatro de la Maestranza, Sevilla.
ESTRENO MUNDIAL |
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LA NIÑA BONITA Texto: Rubén Gutiérrez Baile y coreografía: Eva Yerbabuena. Cuerpo de Baile: Mariano Bernal, Eduardo Guerrero, Alejandro Rodríguez, Juan Manuel Zurano. Cante: Enrique Soto, Pepe de Pura, Jeromo Segura, José Valencia. Guitarras: Paco Jarana, Manuel de la Luz. Percusión: El Pajaro. Flauta: Ignacio Vidaechea. Palmas: Carlos Grilo, Luis Cantarote. Una vez más el público sevillano ha acudido a la llamada de Eva Yerbabuena para abarrotar el Teatro de la Maestranza y colgar el cartel de no hay billetes. La pasada Bienal ya la eligió para su cuadro de honor como la mejor bailaora, un premio más a la larga lista de honores que ostenta, y en este mismo espacio recibió hacia unos días una de las distinciones que otorga a los andaluces ilustres la Junta de Andalucía. Ella quiso complacer tanto halago, y nuevamente nos donó su soleá. Diez músicos en el atrás, a cual más bueno, más cuatro bailaores del cuerpo de baile, y su presencia, suman quince. La niña bonita del baile flamenco ofreció anoche una antología de su carrera artística, pero nuevamente la soleá ha sido el santo y seña, lo que hace preguntarme si una bailaora tan premiada y tan grande no puede llegar a conmover de la misma manera en los otros estilos del flamenco. Se presenta bajo una tenue luz que cuelga en el escenario, iniciando un baile por seguiriyas del que en algunos momentos no estuvimos pendientes, debido a la originalidad de sentar a los cuatro cantaores entre el público, y cuando tienes a escaso centímetros a Enrique Soto y Jeromo Segura, es lógico que prestemos más atención al cante que al baile. Tampoco la gran anchura de la escena del Teatro Maestranza, junto a la lejanía donde estábamos sentados ayudaron a la concentración. No obstante, pudimos apreciar la plasticidad del baile de la granadina de adopción, y el dominio de la técnica que atesora. Su baile relajado pero a la vez tenso, nos sitúan en esos bailes de candil al amparo de esa tenue luz, que como decíamos, le sirve de guía e inspiración. Tras su exitosos montajes, este es el primero en el que no hay hilo argumental alguno, incluso ni siquiera realiza ningún paso a dos, por eso su cuerpo de baile toma el testigo en las transiciones de Eva cuando ésta se cambia de vestuario. Este cuerpo de baile ejecutó primeramente una farruca, donde las coreografías en cascada y la verticalidad de los bailaores, demuestran las exigencias de la Yerbabuena, toda vez que son escasas las desincronizaciones, pero como las meigas, haberlas hailas. Su particular mirada hacia los bailes de Cádiz se traduce en el mirabrás que suele acompañarla en sus producciones. Utiliza por supuesto la bata de cola, pero sobresale más el manejo del mantón, que recuerda continuamente los vaivenes de las olas. Quizás le falta haber estudiado un poco más la escuela sevillana de baile, o sencillamente rendirse a los placeres del Atlántico y comprender la particular idiosincrasia de la cultura gaditana, y sumarlos a sus grandes conocimientos de interpretación y coreográficos. Las bulerías las pondrá el cuerpo de baile, donde el cante y la guitarra son los verdaderos protagonistas, destacando a José Valencia que se estrenaba en su compañía, para de este modo ir entrando ya en el verdadero baile de Eva. Primeramente por tientos tangos, con ellos exhibe una colección de movimientos y pasos, donde cualquier parte del cuerpo tiene la misma importancia. Desde los pies, hasta la cabeza, pasando por sus manos o sus hombros, sabe sacarle jugo a este sensual baile, y también sus caderas nos dejan buena muestra de ello. Los bailaores realizan un zapateado de tintes más contemporáneos, en la última transición, y vestidos con un aire ibicenco desenfadado nos conducen al clímax de la velada. Su baile relajado pero a la vez tenso…una carga positiva de vida y energía Había tenido una jornada distendida, con una parada incluso en el Parque del Alamillo donde se celebraba un festival que reivindicaba más zonas verdes para el aljarafe sevillano, todo ello encabezado por Kiko Veneno y Son de la Frontera, y con los últimos acordes del Volando voy puse dirección al Maestranza. A ello sumarle unos ochenta minutos de espectáculo, pero cuando la Yerbabuena salió por ultima vez al escenario, un quiero y no quiero le arropaba. Como iba a terminar sin bailar su soleá. La niña bonita me inyectó una carga positiva de vida y energía, y me hizo abrir lo ojos más que nunca para deleitarme nuevamente con su baile. Que voy a decir yo sobre éste, su estilo, que no se haya dicho ya en tantos y tantos medios de comunicación. Pues mi particular granito de arena es sencillamente darle las gracias, y que el que la tenga que guardar, la guarde muchos años, para que dentro de cuarenta o más años, las próximas generaciones sigan disfrutando de esta soleá, como yo disfruto ahora con la del Güito.
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