Texto: Pablo San Nicasio Ramos
Fotos: Rafael Manjavacas
La Estrella con estrella
FESTIVAL SUMA FLAMENCA 2011
Estrella Morente «MORENTE EN CONCIERTO» 9 de junio 2011 – Teatros Canal – Madrid
MORENTE EN CONCIERTO: Cante: Estrella Morente. Guitarras: “Montoyita” y “Monty”. Coros y Palmas: Antonio Carbonell, Ángel Gabarre y “Kiki” Morente. Percusiones: Popo.
Qué duro es esto de tirar palante cuando falta alguien imprescindible. Lo es sobre todo para ella pero también para nosotros. “Morente en Concierto” estrenó la Suma de este 2011 donde todavía se nota que el flamenco está entumecido, tembloroso y mirando de reojo por ver quién será será, si es que hay alguien por ahí que lo pueda ser. O qué pasará después de la partida del patriarca de los Morente. Que, tal y como estábamos, es casi como decir el patriarca del Flamenco. Porque lo que está claro es que existe un antes y un después de la existencia del maestro granadino. Y todavía colea, se palpa que sí pero no, no es lo mismo. Desde luego que no.
Su primogénita tiene ante sí un reto que se antoja complejo: aceptar ser única heredera de los cantes de su estirpe (de los hermanos no hablamos) o seguir su camino y tocar sólo tangencialmente su fuente de conocimiento principal. Ambas opciones son difíciles, porque tanto si escoge lo primero como si le da por la vía de la innovación, las comparaciones con Enrique Morente, inevitables a la par que incómodas, se sucederán.
De antemano mucha suerte para Estrella, porque sus condiciones flamencas y algunos de sus logros son envidiables. Además, el apoyo de la afición es total. Es decir, que tiene estrella.
Masas que ya habían agotado las localidades hacía días para degustar el cante de una artista que, visto lo visto, no les defraudó.
Con atuendo entre princesa y diva del bel canto apareció ella, con un donaire muy de su gusto, para recitar entonando, en castellano antiguo y con total solemnidad, unos versos que, como sucedió toda la noche, se intuían sacados del legado morentiano. De las búsquedas de aquel. Por abandolaos del Sacromonte y los verdiales “Sereno” fue creciendo la granadina, para llegar a las cuatro cumbres cantaoras de la noche, las que se guisó y comió ella sola con la sonanta: los Tangos de la Vida, que no hace mucho sirvieran al maestro para cerrar sus conciertos, Taranta y Taranto de cara amable, de esperanza frente a los que sólo presentíamos lágrimas (las hubo también), una soleá lentísima (me acordé de la que cantó su padre dos años atrás con Juan Carmona junior homenajeando a Miguel Candela, con quien ya tendrá de nuevo pique al dominó) y, sobre todo, una siguiriya que hizo “temblar el Misterio”.
Desde la salida se olió el drama, el desgarro del mensaje, letra incluida y un cierre sorprendente a compás de habanera a modo de macho-cabal sui géneris. Estrella impactó como en ningún otro momento porque fue capaz de crear historia de una letra que ya conocíamos, humanizó el cante de nuevo, no lo mecanizó, que es lo que distingue a los funcionarios de los grandes artistas. Fue la cumbre flamenca de la noche. Tampoco nos cabe duda.
“Montoyita” y su guitarra, de creciente poder en el clan, pusieron orden a continuación mientras se dividía la velada. A base de rondeña. Más sentida que original o luminosa.
Importante toda la noche, el tocaor que se adivina más completo puede ser su hijo, que tiene impronta jonda pero deseos de acordarse de lo que otros granadinos de saga crearon hace poco, en los ochenta, con nombre de valle marroquí.
Con todo el grupo de nuevo y modelo entre campero y rockero, Estrella Morente hizo honor a sus dos nombres, a sus dos señas. A la cautivadora, dueña del escenario, de los botones del éxito. Y la Morente heterodoxa, llevando a buen puerto las recreaciones de la caña, colombiana y todos esos cantes que su padre ha secuenciado como un genoma para que identifiquemos con claridad cuál fue el flamenco que nos tocó vivir entre estos dos siglos.
Apoteosis final a palo seco, con derroche de potencia vocal como no habíamos visto en este teatro y un desgarro que es toda una premonición por toná: la ausencia del “papaíco del alma” y los cristales sobre los que pisa ahora que no está vigilante. Pero que esté tranquila, porque esta Estrella no estará nunca sola.