Texto: Pablo San Nicasio
Fotos: Rafael Manjavacas
5 de marzo 2013 – Teatro Real de Madrid
El Real, lo Real y la Realidad
Cante: Estrella Morente. Guitarras. Alfredo Lagos, “Montoyita” y “Monty”. Teclados: José María Cortina. Contrabajo: Yelsi Heredia. Percusiones: Lucky Losada y Popo. Coros y Palmas: Antonio Carbonell, Ángel Gabarre, Kiki Morente, Rocío Heredia, María Heredia, Remedios Heredia y Victoria Carbonell.
La puesta de largo de un disco en el Teatro Real va siendo una de las apuestas de moda por los artistas más cotizados. Lo que antes era un feudo inexpugnable para todo lo que no fuera partitura y solfeo, ahora se subasta al mejor postor para subir cotización, grabar un DVD, apostar fuerte por la carrera o, simplemente, darse el gustazo de clavar una pica en el mayor templo musical español.
De esto último estamos hablando cuando valoramos, a posteriori, el recital de Estrella Morente el pasado día 5. Si bien se había anunciado desde muy atrás como la presentación en Madrid de su “Autorretrato”, disco de auténtico relumbrón por los créditos sobre todo; y dando por segura la presencia de un gran número de músicos en el plantel, es más cierto que el formato que ofreció Estrella está en la línea de los recitales de una gira normal. Concierto de toda la vida, que ahora matizaremos. Más que una apuesta por alzarse con el cetro del flamenco. Eso era lo que había pasado hace un año con Poveda, y a fe que lo consiguió.
Con la fecha a la contra (Festival de Jerez y buena parte de la crítica fuera de Madrid, partido de altos vueltos a la misma hora, precios por las nubes…) lo lógico era que no llenase, y así sucedió. Aunque por muy poquito.
Es Estrella Morente una artista que gusta del baño de masas, de subir y bajar del escenario, pasearse por el patio de butacas. De esta guisa inició y remató un concierto de excesivo recurso artificial (luces y música muy extremada y enlatada, orquesta y coros masivos y predominio de compás cancionero) por encima de la sustancia flamenca, que quedó a nuestro juicio superficialmente expuesta en la hora y media exacta de espectáculo.
Y es que hasta que no entró Alfredo Lagos para llenar de enjundia la noche, el pregón y el “Réquiem” sonaron más a musical de la Gran Vía que a arte del Sacromonte.
Impecable, como decimos, un Alfredo Lagos que no aparecía en el programa y que acompañó en las sevillanas a una Estrella que respondió perfecta. Se hizo a su medida el cante, no pedía apreturas y sí mensaje, escena. Era la tercera parada y el público ya era suyo. No exigió en demasía la noche del martes, todo hay que decirlo.
Por tientos en la misma línea, sencilla, y tangos “de la Vida”, aquellos patentados por el patriarca, que siguieron sin provocar la admiración rotunda en quien otrora tenía el secreto del cante y, ojo, muchas más facultades. Mejor en la malagueña de Chacón.
Con un excesivamente histriónico “Montoyita” colocado a su vera, Estrella subió el pistón en la soleá por peteneras (o al revés) pero resultó de nuevo una voz apretada en la sección levantina. La seguiriya confirmó que esta artista sabe y seguramente quiera, pero amigos, el nivel del cante femenino está subiendo mucho, o lo normal. Pero tanto como para urgir a sentarse y retomar una planificación seria de la trayectoria flamenca. La apuesta de quien debe ofrecer un programa mucho más flamenco si quiere tener realmente el testigo en su mano.
Porque está claro que como artista (y Estrella lo es de los pies a la cabeza) hay pocas personas con el potencial de esta mujer. Pero la realidad, lo real, lo que un aficionado pagano y objetivo vio en el Real, fue una cantante con veleidades flamencas que apoya sus éxitos actuales en una garra desmedida en el escenario, un cada vez más ecléctico repertorio y la decisiva pero no siempre compatible herencia de su genial padre.
Segunda parte donde la estética de “La Estrella” marcó el camino del compás, de las bulerías, tangos, rumba, coros y luces que volvieron a erigir la bandera del universo sonoro más populista. Catorce músicos en el escenario, público jaleante pero no extasiado. Era algo que habíamos visto antes y que, quizá, tendría que rellenarse con más flamenco por estar donde estábamos. Si se trataba, nos repetimos ya mucho, de aprovechar la ocasión, lo hubiéramos agradecido todos.
Fin de fiesta, bis, con un chotis, a viva voz. Quizá la mejor torrentera de la noche. Donde se entregó el público y donde nos despedimos de una dama de blanco impoluto que dijo ser de Madrid. El equipo blanco también ganó por la mínima. Cosas que pasan.