ESPECIAL 20º FESTIVAL ARTE FLAMENCO de Mont de Marsan. Eva Yerbabuena, Rosario Toledo, Pilar Ogalla y Andrés Peña, Lebrijano, José de la Tomasa, …

ESPECIAL
20º FESTIVAL ARTE FLAMENCO
de Mont de Marsan

7-12 de julio, 2008. Mont de Marsan (Francia)


Texto: Estela Zatania

Fotos: S. Zambon Galeria fotográfica

Eva YerbabuenaRosario ToledoLa SusiNiño de Pura & Manolo FrancoJuan de JuanLebrijano & José de la TomasaAndrés Peña & Pilar OgallaDe la Mar al Fuego

Cuando el Festival Arte Flamenco se celebró por primera vez en Mont de Marsan en la década de los ochenta, pocos pudieron prever el crecimiento exponencial que el género estaba a punto de experimentar.  Hoy en dia la palabra “globalización” está en boca de todos cuando se habla del flamenco, que se ha convertido en un género más del world music. 

La organización de Mont de Marsan ha respondido a este fenómeno, año tras año, con un diverso programa para todos los públicos y gustos, pero siempre con un esmero especial para el flamenco tradicional.  Entonces, el programa de este año, cuando se está celebrando el vigésimo aniversario de este importante acontecimiento, está repleto de espectáculos de primer nivel, y los mejores cantaores clásicos, desde el Lebrijano o José de la Tomasa, hasta Luis el Zambo, Mariana Cornejo o el Nano de Jerez entre muchos otros. 

Hemos venido a esta ciudad con aire de pueblo para disfrutar de los espectáculos, del estupendo ambiente de convivencia entre las docenas de artistas, conferenciantes y periodistas, y cómo no, de los vinos, quesos, patés y otras delicias galas.

EVA YERBABUENA “A CUATRO VOCES”
Baile, coreografía, dirección artística y escenográfica: Eva Yerbabuena. Baile: Mercedes de Córdoba, Maria Moreno, Asunción Pérez Choni, Lorena Franco, Mariano Bernal, Juan Manuel Zurano, Eduardo Guerrero, Alejandro Rodríguez.  Cante: Enrique Soto, José Valencia, Jeromo Segura, Pepe de Pura.  Guitarra: Paco Jarana, Manuel de la Luz.  Percusión, Raúl Domínguez.  Saxo flauta: Ignacio Vidoechea.
 
El lunes 7 de julio en el amplio Espace François Mitterand, el festival se inauguró espectacularmente con Eva Yerbabuena, posiblemente la mejor bailaora de flamenco de nuestra era.  Pero precisamente su extraordinaria capacidad nos obliga a ser más exigentes con ella, porque tiene todo y porque asume responsabilidad por la coreografía, dirección artística y escenografía.

“A cuatro voces”, obra veterana de Yerbabuena, es otro espectáculo donde la bailaora busca un planteamiento entre el flamenco y el baile contemporáneo.  “Contemporáneo”, no como adjetivo, sino nombre de un género que tiene más de medio siglo y que suele dejar al flamenco en segundo plano ante cualquier intento de maridaje con éste. Afortunadamente, los elementos ajenos no tocan los bailes de Eva en esta obra, y la deconstrucción teatral pre espectáculo o las coreografías abiertamente contemporáneas del cuerpo de baile no disminuyen la impresionante exhibición de talento de la enigmática señora.

El título de la obra alude a los cuatro poetas, Miguel Hernández, Federico García Lorca, Blas de Otero y Vicente Aleixandre que reciben debido homenaje mediante sus versos cantados; pero no está claro si esto añade dimensión al producto global.  Las obras flamencas basadas en la autoría destacada de los versos deben tener la capacidad de sostenerse solos, sin depender de la poesía, aunque sólo sea porque rara vez la amplificación o la vocalización permiten captar las totalidad de las palabras, pero también porque el mensaje visual y musical del flamenco siempre impacta más que el poético.  Manuel Torre era grande, independientemente de la calidad literaria (o falta de ella) de lo que cantaba, igual que el verso más extraordinario no convierte a nadie en cantaor.

Yerbabuena cultiva una intensidad depresiva que la que escribe no acaba de asimilar.  Es cierto que la estética del flamenco se nutre del sufrimiento.  Pero la fuerza negativa de la vida es masticada, transformada y devuelta como positiva; el yin encuentra su yang en el flamenco.  Entiendo que todo arte, incluso el que está basado en referencias trágicas, produce una reacción vigorizadora.  Por otra parte, el flamenco, más que otros géneros, es un arte que exige la complicidad del espectador del cual depende para devorarlo y alimentarlo simultáneamente.  El baile de Eva me fascina, su obra me deprime, y no me apetece ser cómplice de su oscuro mundo.

Hemos disfrutado sobremanera con la impagable música de Paco Jarana, y el rico surtido de voces que representan Enrique Soto, José Valencia, Jeromo Segura y Pepe de Pura.  Con tan buenos elementos, debe ser fácil encontrar un término medio entre esta obra y el flamenco “de pandereta”.

COMPAÑÍA DE ROSARIO TOLEDO “LOS AIRES DE CÁDIZ”
Baile y coreografía: Rosario Toledo. Cante: Juan José Amador, José Valencia. Guitarra: Daniel Méndez, Ricardo Rivera. Percusión: Raúl Domínguez

El martes en el relajado ambiente del Café Cantante donde puedes disfrutar de paella o gazpacho durante los espectáculos, un trozo de Cádiz de menos de sesenta kilos llegó al escenario para abrir puertas y ojos de los que estamos hambrientos del flamenco clásico para la época actual.  Hace años que Rosario Toledo se destacó y es conocida por la afición, pero su actuación en este festival se ha sentido como una consagración definitiva. 

En un recital que me atrevería a calificar como “perfecto”, la joven bailaora entregó cinco bailes completos, malagueña libre, soleá, siguiriyas, tientos y cantiñas, sin contar el fin de fiesta, casi una hora y media sin solos de cante o guitarra propiamente dichos – y ni un momento flojo.  Rosario tiene todo: una técnica apabullante, conocimientos y poder comunicativo.  Pero por encima de todo, brilla su inteligencia y buen gusto, el saber cuando y como, el no dejarse llevar por el efectismo ni el aplauso fácil.  Tiene personalidad.  Aquella materia prima que no se compra en academias de baile ni clases magistrales, y por eso ocupa un lugar privilegiado entre los talentos más nuevos del baile.

Rosario proyecta una sensibilidad clásica que expresa de la manera más fresca, una irresistible fórmula que no dominan los artistas de menor categoría que suelen pecar de “fresco” sin cuidar la parte clásica.  Su extremadamente frágil figura es su mejor aliada, y saca máximo provecho de ella.  Emplea sus largos brazos como tentáculos para dibujar formas que serían imposibles en un cuerpo más relleno.  Se mueve con el porte de la reina de una galaxia lejana, y tiene un sutil sentido del humor.  Juega con su centro de gravedad para realizar posturas que nunca se han visto en el baile flamenco, pero que no tienen nada que ver con las abusadas contorsiones y hombros encogidos del baile contemporáneo.  Y lo más sorprendente: proyecta un feeling diferente en cada baile, como debe de ser.

Unas cantiñas apoteósicas hacen saltar al numeroso público de sus respectivos asientos, y el éxito es lo que se llama en estos caso “rotundo”.  Habemos figura.

LA SUSI
Cante: La Susi. Guitarra: Ramón Amador, Manuel de la Luz.  Coro: Zamara Amador, Carmen Amador. Percusión: Luis Amador. Dirección musical: Diego Amador.

Después de un intermedio que aproveché para probar la tortilla española francesa y un poco de paté de foie, el festival nos regaló el lujo de un recital que Javier Puga, el director artístico y presentador, describió como “otro momento histórico de nuestro festival”. 

Hay artistas que marcan tan indeleblemente una época, que cuando esa época deja de ser actual, sólo queda la nostalgia, y todo intento de resurrección profesional resulta inútil.  Pero hay otros que logran evitar ese escollo y se reinventan con éxito periódicamente.  O a lo mejor soy yo, que pertenezco a la época de la Susi y que estoy enamorada de su arte desde que la conocí hace 34 años en un tablao de Ibiza donde ella bailaba.

No lo sé, pero me gusta pensar que esta artista tiene algo que está por encima del camaronismo que cultiva, o de su guapa imagen que es uno de los símbolos flamencos de los años ochenta.  En algún lugar debo tener esas casetes, algunas de canción pop, otras de cante clásico, todas con la voz doliente, sensiblemente rozada y marcadamente flamenca de la Susi.

La Susi llegó a Mont de Marsan con mucha ilusión, y un pequeño ejército de Amadores, su familia, para arropar la actuación.  La alicantina empezó fuerte, por cantiñas, con los matices dulce amargos que le caracterizan.  Por Pastora Pavón, por Lebrija, por la Perla, pero siempre con la inconfundible impronta de la Susi.  Su cante levantino canastero nos revela otro tipo de pureza, y en la soleá, Fernanda de Utrera pasada por la Susi, sigue reivindicando el derecho de ser ella misma, por mucho que se base en los clásicos.  Tangos, bulerías, un inesperado descanso, y cuando vuelve, la magia se ha disipado y le cuesta volver a encontrar el hilo.  Una larga serie de temas libres, baladas y otras canciones, produce la distracción general.  Saber cantar y ser una gran artista no conlleva necesariamente el saber organizar un espectáculo.  Pero poco importa esto a sus incondicionales, y es señal de la categoría de la señora.

NIÑO DE PURA y MANOLO FRANCO “Compadres”

Siguiendo la misma pauta de calidad, un extraordinario recital abrió la velada de miércoles.  Con la luz de día todavía logrando infiltrar el amplio espacio del mercado convertido en café cantante en la Place Saint Roch, Manolo Franco tomó asiento.  Interpreta dos hermosas piezas, granaína y taranta, y se agradece la maestría de este guitarrista de la generación “bisagra” que nos escoltó desde Paco de Lucía hasta Gerardo Núñez sin dolor.  Cuando aparece Niño de Pura, que hace de portavoz de la pareja, explica lo bien que tocan juntos, “las notas se casan perfectamente”.   Y así, con mil abanicos esforzándose para aliviar el intenso calor dentro del recinto, la pareja de maestros entregaron bellos arreglos, juntos y mano a mano, con la percusión de Agustín Henke y las palmas de Bobote para guajiras, alegrías, fandangos y la bulería absolutamente abrasadora con el cante brillante y cristalino de Rafael de Utrera que recordó a su paisano Enrique Montoya a través del cuplé emblemático de éste.

COMPAÑÍA DE JUAN DE JUAN “A mi aire”
Cante: José Valencia, El Pulga, La Tana, Lola Molina. Bailaora: Carmen Lozano. Percusion: José Carrasco. Guitarra: Daniel Méndez.

Con el ambiente del Café Cantante ardiendo después de la primera parte, llega el moronense bailaor Juan de Juan.  Galáctico.  No hay otra palabra.  Velocidad, compás y suficiente técnica para administrar ambos.  Técnicamente sobradísimo, abusando del poderío y de los pies metralleta – qué más quisieran muchos tener el mismo “problema”.  Baila entre loco y alocado, como si su cuerpo se moviera solo y él simplemente se dejara llevar.  Sobre la marcha se va relajando, el exceso de energía es gastado y llegamos a la esencia del meollo del quid de la cuestión.  Sólo entonces, con la camisa empapada y el pelo chorreando, cuando un ser no galáctico daría las gracias al público y abandonaría el escenario…entonces Juan de Juan empieza a entregar su verdadero genio y fluyen sutilezas y pellizcos.  Terminas exhausto, pero el viaje cortesía de Juan de Juan ha valido la pena.

JUAN PEÑA “LEBRIJANO” y JOSÉ DE LA TOMASA
“Las voces de la experiencia”

El día siguiente nos devolvió al paraíso flamenco con otro doble programa excepcional.  El maestro Juan Peña ‘Lebrijano’, mairenista con inquietudes, cante clásico con conocimientos y personalidad.  El viejo león, el rubio de los Negros de Ronda puso todo su corazón y valentía en un recital duro y comprometido con el acompañamiento de guitarra de su sobrino Pedro María Peña. Le ha costado, los años no perdonan y Juan ha estado delicado de la salud últimamente, pero luchó con el cante y venció.  De hecho, sus facultades mermadas dieron un toque de patetismo a todo lo que hacía, y se asomaron los duendes.  Cantiñas, soleá y siguiriyas, compás de Lebrija, sus galeras…  El público exige bis, como en sus mejores tiempos cuando cerraba festivales amaneciendo el día con una larga intervención por bulerías y un repertorio que parecía no tener fin.  Otro cantaor clásico llegó para coger el testigo y mantener la magia.  José de la Tomasa con la guitarra de Antonio Carrión siguieron en la misma linea, y el público francés muestra, no sólo su agradecimiento, sino un sorprendente grado de afición: los óles llegan cuando deben y los aplausos son debidamente efusivos para soleá, taranto, cantiñas y siguiriyas, “el cante de mi familia” como dice el sobrino nieto de Manuel Torre.  Un emotivo abrazo del Lebrijano puso la guinda a un recital irrepetible.

COMPAÑÍA DE ANDRÉS PEÑA Y PILAR OGALLA “A fuego lento”
Artista invitado: Luis el Zambo. Cante: Luis Moneo, Inmaculada Rivero, David Lagos. Guitarra: Javier Patino, Alfredo Lagos. Palmas: Alfonso Carpio, Carlos Grilo.

Cuando el calor físico iba amainando dentro del amplio teatro café cantante, y ya no quedaba luz de dia, llegó la pareja bailaora de Andrés Peña y Pilar Ogalla, Jerez y Cadíz, jóvenes bailaores con un estilo decididamente anclado en el pasado, y excelente preparación.  El baile de la joven pareja delata mucho cariño, muchas horas de estudio, mucho oficio.  Hoy en día cuando el baile flamenco de pareja ha caido en desuso, Andrés y Pilar reivindican su relevancia, y hacen gala de su capacidad para plasmarlo.  Intervalos de cante en la cálida voz jerezana de Luis el Zambo, es el regalo que nos hace la pareja, y a todo esto, guitarrista Alfredo Lagos volviendo a demostrar que es uno de los mejores del género.

DE LA MAR AL FUEGO

Y el penúltimo día del festival, llegó la gran celebración del vigésimo aniversario.  Un dilatado proyecto dirigido por Javier Puga y producido por la organización del festival, con la colaboración de la Diputación de Sevilla y la Bienal de Flamenco de Sevilla, puso a treinta y un artistas en el escenario del Espace François Mitterand.  Con el imprevisible y acompasado Tomasito haciendo de showman presentador, hicimos un imaginario viaje desde Cádiz hasta Sevilla, la ruta del cante, el triángulo dorado o como quiera que se llame, a través de cinco grupos de seis artistas.  Antes del comienzo se leyó una larga lista de los artistas desaparecidos que habían participado en el festival a lo largo de los años, con unas palabras adicionales para Gaspar de Utrera, el último que nos dejó hace tan sólo unos meses…”¡vaya por ellos!” …y una emotiva nana de Pepa de Benito da comienzo al maratón de actuaciones.  Con artistas veteranos y jóvenes emblematicos de sus localidades…los cantaores Mariana Cornejo de Cádiz, Luis Zambo de Jerez, El Lebrijano de Lebrija, Pepa de Benito de Utrera o José de la Tomasa de Sevilla, bailaores como El Junco, Andrés Peña,  Concha Vargas, Carmen Ledesma o Milagros Mengíbar, además de guitarristas y palmeros…se dio un exhaustivo recorrido del flamenco básico de Andalucía occidental.  Todo terminó con todos los artistas en el escenario para la madre de los fines de fiesta.

Después de la presentación espectacular del dia anterior, la despedida del último día fue un bienvenido regreso al formato reducido.  El Nano de Jerez cantó (no, no hizo el Bombero), y también lo hicieron los Davides, Palomar y Lagos para el baile de El Junco, Pastora Galván y Andrés Peña con Javier Patino y Keko Baldomero a la guitarra.  Una cena “íntima” para mil quinientos comensales, en su inmensa mayoría personas del pueblo ciudad, y un “sencillo” espectáculo con algunas de las más relevantes figuras del flamenco actual.  Tuvo lugar en el Hall de Nauques de Mont de Marsan, poniendo el colofón definitivo al Festival Arte Flamenco 2008…y que cumpla muchos más….

Galería fotográfica
S. Zambon

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