Especial IX Festival Internacional de Jerez 2005. Rafaela Carrasco 'Una mirada del flamenco'

 

IX
FESTIVAL DE JEREZ 2005.

Compañía
Rafaela Carrasco

“Una mirada del flamenco”

Miércoles, 2 de
marzo, 2005. 2100h. Teatro Villamarta, Jerez

Toda la información del Festival
de Jerez, reseñas

Baile: Rafaela Carrasco, Rocío Montoya, Concha
Jareño, Daniel Doña, Manuel Liñán,
Marco Flores. Cante: Antonio Campos, Miguel “Picuo”.
Guitarra: Fernando de la Rúa, Jesús Torres.
Violonchelo: José Luis López. Tablas: Sudhi
Rajagopal. Piano: Pablo Suárez.

Texto: Estela Zatania

“Mi mirada, mi visión,
la libertad de expresar mi propio concepto”.

Con cuarenta años no se le puede considerar a José
Antonio Rodríguez un guitarrista novel. No obstante
pertenece a la generación guitarrística que
sintió el primer impacto de Paco de Lucía, y
su toque le sitúa plenamente en la nueva era de la
guitarra flamenca. Técnica depurada y gran musicalidad,
templada por una sensibilidad artística contemporánea.
Es el legado de Paco a través de guitarristas como
Rodríguez cuyo recital el miércoles en la Sala
la Compañía empezó el sexto día
de esta edición del Festival de Jerez.

En el Teatro Villamarta la sevillana Rafaela Carrasco estrenó
su obra “Una mirada del flamenco”. Tanto el título
como las afirmaciones de la artista que aparecen en el programa
de mano dejan claro la intención: “Mi mirada,
mi visión, la libertad de expresar mi propio concepto”.
La integridad de esta mujer es su rasgo más identificatorio,
y su mirada es hacia el baile contemporáneo.

Los discretos pendientes de brillante, un perfectamente cuidado
moño francés a lo Audrey Hepburn, una sensibilidad
rigurosamente internacional (a diferencia de española
o andaluza) y una gran dosis de glamur hacen que esta señora
sea más profeta en tierras extranjeras que en la suya
propia, y este hecho quedó reflejado en la composición
del público que acudió a verla. Aparte de las
caras obviamente extranjeras, y los diversos idiomas que se
escuchaban antes y después de la función, después
de cada baile, el teatro se llenó de gritos de guerra
al estilo indio americano, un “jaleo” que se ha
puesto de moda en algunos países que no incluye a España,
y más revelador, el aplauso final fue acompañado
de palmas, no de bulerías como estamos acostumbradas
a escuchar, sino binario o 2/4. Rafaela Carrasco tiene su
público de incondicionales, y no es un público
español. La cuestión que surge entonces es,
en un festival de baile español y flamenco ¿qué
tiene esta obra que gusta tanto al extranjero y tan poco al
español?

Y no es una pregunta con fácil respuesta, porque en
estos tiempos de experimentalismo en el flamenco, estamos
diariamente obligados a cuestionar los parámetros que
definen el flamenco. Justamente cuando piensas que la inclusión
de instrumentos ajenos al flamenco resta flamencura, llega
uno empleando un yembé o violín y su cante o
baile resulta muy flamenco. Entonces dices no, tiene que ver
con ciertas formas o costumbres, pero llega otro y nuevamente
te ves obligado a analizar el tema.

Más profeta en tierras
extranjeras que en la suya propia

O puede funcionar al revés. Asistes a una presentación
como “Una mirada del flamenco” que tiene todos
los elementos que normalmente relacionas con el flamenco,
pero el resultado no llega a la sensibilidad como tal, a pesar
de su calidad artística. No es que Rafaela Carrasco
emplee elementos ajenos al flamenco, sino que convierte el
flamenco en baile contemporáneo. A pesar de emplear
los compases del flamenco, y de depender de pies, pies y más
pies – un exceso corriente en muchos bailaores muy flamencos
– sus posturas geométricas, hombros alzados y
contracciones son elementos sacados directamente del baile
moderno al uso. Como otros espectáculos recientes,
el cante no pinta gran cosa en esta obra, y quizás
lo más molesto, hay una sensación permanente
de frialdad.

La novedad (no tan original) de meter a los varones en bata
de cola para una farruca, parece más bien una declaración
de libertad que una necesidad creativa. Dijo el escritor y
articulista Azorín, “Lo nuevo no es bueno por
nuevo, lo nuevo es bueno solamente cuando es mejor que lo
anterior”. El baile masculino no ha quedado enriquecido
con este número, que al fin y al cabo, no es más
que una farruca corriente bailado por tres hombres que casualmente
llevan batas de cola.

La malagueña de Rafaela que tanto gustó en
este festival hace dos años es repetida, pasando esta
vez sin gloria, tampoco pena. Otros números incluyen
las bulerías de presentación (pies, pies y más
pies), taranto y martinete, todo en la misma línea
futurista y cerebral, dependiendo poco de la voz humana. Rafaela
Carrasco se merece un respeto por cuestionar los límites
y asumir riesgos. Ha gozado de esa libertad que reivindica
de expresar su propio concepto, y nos ha mostrado su “mirada”.
Lo que no está claro es, hacia dónde se dirige
esa mirada, y si su concepto enriquece el baile español
y flamenco.

 



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