Toda la información del Festival
de Jerez, reseñas
“Espartaco”. Baile: José Porcel,
Celia Pareja, Elena Martín, Javier Palacios, Julio
Príncipe, Leticia Calatayud, Josué Vivancos.
Artista invitado: Francisco Velasco. Coreografía y
dirección artística: José Granero. Dirección:
José Porcel.
“Dos mujeres, dos miradas”. Baile: Alicia
Márquez, Soraya Clavijo. Guitarra: Manuel Pérez,
Paco Iglesias. Cante: David Lagos, Pepe de Pura, Rosario la
Tremendita.
Texto: Estela Zatania
En las clases de lenguaje de la EGB había un profesor
que insistía mucho en la importancia de no mezclar
metáforas. Un guión basado en una historia de
gladiadores, trasladada a la era Nazi y expresada mediante
el baile español le hubiera valido un insuficiente
y suspenso a su autor. Pero incluso esta estrambótica
propuesta que hemos presenciado la noche de domingo en el
Teatro Villamarta se hubiera salvado de haber habido un nivel
artístico y teatral de “Espartaco”, del
joven bailaor José Porcel. No es tarea agradable tener
que criticar el sincero esfuerzo de personas sinceras con
currículum, pero la gloria les hubiera correspondido
en el caso de haber acertado, entonces la pena también.
Más que “Espartaco”, la obra parece una
parodia de “En busca del arca perdida” realizada
para teatro amater con presupuesto insuficiente.
Tras la primera escena, en la oscuridad del teatro y alumbrando
como puedes con el móvil, rápidamente rastreas
el programa de mano para identificar al delincuente y ves:
“Dirección artística: José Granero,
Dirección: José Porcel”. De José
Porcel no tenemos muchas referencias, pero ignoramos cómo
un veterano como Granero, el que fuera responsable hace dos
décadas de la brillante obra de baile español
“Medea”, no ha aconsejado mejor al joven bailaor
que pasa la hora y media de la presentación, pecho
al desnudo, cual Sylvester Stallone ibérico, exhibiendo
el resultado de muchas horas de gimnasio y de arte dramático,
y demasiado pocas en el estudio de baile.
Este festival está sirviendo de máquina de
tiempo: si el sábado fuimos transportados al año
2068, planeta Belén Maya/Rafaela Carrasco, el domingo
ha sido San Francisco, USA, 1968. Hasta los breves momentos
de cante grabado en la voz del desaparecido Indio Gitano que
no es atribuido en el programa, fueron incapaces de evitar
el lamentable desastre.
Alicia: elegante perfeccionista,
dulcemente garbosa, amiga de la bata de cola y bella estampa
de mujer andaluza
A las doce de la noche en la Sala la Compañía,
volvimos al arte – discreto pero auténtico. Las
protagonistas de “Dos mujeres, dos miradas” son
Alicia Márquez y Soraya Clavijo, sevillanas y experimentadas
bailaoras ambas. Por un lado, Alicia, elegante perfeccionista,
dulcemente garbosa, amiga de la bata de cola y bella estampa
de mujer andaluza. Por otro lado, Soraya, salvajismo interiorizado
y minimalizado, insinuación racial y destellos de temperamento.
Con el cante de David Lagos (que cada vez suena mejor), Pepe
de Pura y Rosario la Tremendita, las dos mujeres abrieron
con un largo mano a mano amistoso, turnándose por martinete
y luego por siguiriya. El escenario de la Sala la Compañía
es pequeño, pero las bailaoras no han necesitado más
de un metro cuadrado cada una para interpretar sus bailes
con sabor a antiguo sin ser anticuados. La afinación
alternativa de las guitarras que se escucha con bastante frecuencia
hoy en día, aporta un eco sutilmente misterioso que
realza el aire quejumbroso de la siguiriya. Primero Alicia,
luego Soraya, luz y oscuridad, detalles a cámara lenta
(otra moda bien aconsejada), y entre las dos, un retrato tridimensional
de un baile fundamental del repertorio del flamenco.
Un solo de cante por tangos al siete por medio salva la dificultad
de combinar voces masculinas y femeninas en el mismo tono,
y Pepe de Pura recuerda letras de una de las primeras grabaciones
de Camarón de la Isla, cantaor que dio lugar a que
se disparara la popularidad de los tangos. Soraya empieza
por soleá que pronto se convierte en soleá por
bulería, un ritmo que emplea para soltar un par o tres
de pellizcos sorprendentes que provocan los oles del público.
Alicia Márquez ilumina la oscuridad que había
reinado hasta entonces (poquísima luz, vestuario negro)
y es una visión de elegancia en su bata de cola blanca
con detalles rojos para bailar unas alegrías tradicionales
con la perfección que siempre caracteriza a esta mujer.
Soraya: salvajismo interiorizado
y minimalizado, insinuación racial y destellos de temperamento
El final que reunió a las dos en una coreografía
por bulerías a ritmo romanceado resultó anticlimático.
Al tener que hacer espejo la una de la otra, las bailaoras
fueron privadas de sendas personalidades: ni Alicia pudo lucir
sus dulces sutilezas, ni Soraya su temperamento, y fueron
reducidas a bailaoras “de atrás”. No obstante
el discreto recital nos había proporcionado una buena
muestra de dos jóvenes bailaoras, y de la famosa “escuela
sevillana”.
No muy lejos de la Sala la Compañía, en la
peña Sordera, Jesús Méndez, sobrino de
la Paquera y uno de los jóvenes cantaores de Santiago
de mayor proyección, ofreció su recital con
el acompañamiento de otro joven en ascenso de otra
familia destacada, Diego de Morao, y así de redonda
terminó una velada que había empezado con la
decepción.
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