Baile: Eva Yerbabuena, Mercedes de Córdoba, María
Moreno, Sonia Poveda, Asunción Pérez Choni,
Luis Miguel González, Juan Manuel Zurano, Eduardo Guerrero,
Amador Rojas, Alejandro Rodríguez. Cante: Enrique Soto,
Rafael de Utrera, Pepe de Pura, Jeromo Segura. Guitarra: Paco
Jarana, Manuel de la Luz. Saxo-flauta: Ignacio Vidaechea.
Percusión: Antonio Coronel. Coreografía: Eva
Yerbabuena. Música: Paco Jarana. Letras: Horatius García.
Texto y foto: Estela Zatania
El octavo día del Festival de Jerez en la Sala la
Compañía, y dentro del ciclo “Los novísimos”
dedicado a los jóvenes bailaores, el gaditano Juan
Ogalla, que fue pareja de Cristina Hoyos desde 1993 hasta
el 2000, presentó su espectáculo con el acompañamiento
de guitarra de Pedro Sierra, y el excelente trío de
cantaores que se compone de Pepe de Pura, David Lagos y Luis
Moneo. Su línea clásica y coreografía
en actualizada es una oferta interesante, pero como otras
presentaciones en la Sala la Compañía, el programa
contenía largos sólos instrumentales y de cante
que provocaron la impaciencia del público.
El paisaje inquietante y adusto
de Eva Yerbabuena
Llegas
al Teatro Villamarta veinte minutos antes de la hora citada
para “A cuatro voces” del grupo de Eva Yerbabuena,
y cuando te estás acomodando te das cuenta de que ya
hay tres bailarines actores en el escenario realizando una
pantomima a cámara lenta de actividades cotidianas:
uno se está quedando dormido en una silla con una copia
de la Biblia en las manos, otro está sentado en el
borde de la pista con las piernas colgando, otro dobla papeles
y desde los laterales vienen rodando lentamente naranjas por
el suelo cada cuatro o cinco minutos. Tienes la impresión
de que los tres llevan horas con su ballet particular, la
danza de la vida si quieres. De cuando en cuando una voz en
off dice frases poéticas disfrazadas de las típicas
advertencias de la casa de apagar móviles o abstenerse
de realizar fotografías. La ambientación espiritual
no es desagradable cuando acabas de bajar corriendo de un
taxi y todavía sientes la aceleración de la
vida moderna, y las últimas palabras, “la vida
como la veo yo”, nos invitan a entrar en el mundo de
Eva Yerbabuena.
Este espectáculo de la bailaora que vimos en la última
Bienal de Flamenco de Sevilla está cargado de simbolismo,
algunas veces más eficaz que otras, y las “cuatro
voces” aludidas en el título son las de los poetas
Miguel Hernández, Vicente Aleixandre, Federico García
Lorca y Blas de Otero de cuyas obras proceden las letras.
Mucha carga intelectual quizás para los que sólo
queremos ver bailar a Yerbabuena por si alcanza aquellos momentos
gloriosos que a veces se presentan en su baile y hacen que
todo lo demás haya servido de relleno.
Serrana, siguiriya, fandangos, soleá por bulería,
tientos tangos, nana, soleá… Como viene siendo la
moda, el programa promete mucho flamenco, pero la marcada
escasez de cante – cuatro cantaores de etiqueta, pero
poco cante – hace que quede más cercano al ámbito
del baile contemporaneo internacional que el del flamenco,
aunque hay unos minutos de mucha calidad y bastantes elementos
teatrales acertados. La estética debe mucho a la escuela
metafísica de pintura de Magritte o de Chirico: Eva
de camisón blanco sentada bajo un foco cenital acariciando
unos zapatos de hombre, mujeres que parecen curas de otra
galaxia, hojas que caen, una maroma negra con nudos que el
cantaor Rafael de Utrera, descalzo, manipula como si rezara
el rosario, el cantaor Pepe de Pura (haciendo doblete esta
noche) cantando de rodillas, individuos que deambulan lentamente
por el escenario aparentemente ajenos a la acción central.
La vida como la ve Eva Yerbabuena, y es un paisaje inquietante
y adusto – hasta la bulería que baila la señora
al estilo Farruquito y que sería la envidia de muchos
varones, comunica más desesperación que fiesta.
¿Y qué hace ese enorme perro disecado descansando
en el fondo del escenario?
La música de Paco Jarana es muy bella y algunos detalles
originales, especialmente por soleá, son geniales.
Eva encuentra su duende personal brevemente en algunos momentos,
pero la falta de espontaneidad – no hay ni un pestañazo
que no tenga su respuesta musical – llega a cansar.
En planeta Yerbabuena todo está bajo control pero hay
poca diversión.
Un cambio importante comparado con la versión de esta
obra que vimos en la Bienal es que ahora Eva baila la soleá
final en lugar de quedarse inmóvil mirando hacia el
público. La voz en off es la misma, terminando con
“este es mi sitio y no lo cambio por ninguno”
y ahora sí, parece explicar la imperiosa necesidad
de Eva Yerbabuena de comuncarnos su visión a través
del baile.
Otra faceta imprescindible del
flamenco que lo identifica como un arte inconfundiblemente
andaluz
Poco después en la bodega de Los Apóstoles,
Chano Lobato, Matilde Coral y José Luis Ortiz Nuevo
con la ayudita de Rafael el Negro, veterano bailaor y marido
de ésta, dieron un giro de 180 grados a los acontecimientos
anteriores en el Villamarta. Aquí reinaba la espontaneidad
y la picardía, y si Chano contaba las mismas anécdotas
de siempre, nos hemos reído tan agradecidos como en
otras ocasiones, y las ocurrencias y bailecitos de Matilde
nos hicieron recordar esta otra faceta imprescindible del
flamenco que lo identifica como un arte inconfundiblemente
andaluz.
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