Toda la información del Festival
de Jerez, reseñas
Baile: Antonio Márquez, Sara Calero, Maite Chico,
Mercedes Burgos, David Sánchez, Rocío Chacón,
Johana Flores, Virginia Guiñales, Silvia Velis, Nieves
Portas, Carmen Alférez, Marta Toca, Aranzazu Gómez,
Jairo Rodríguez, Elías Morales, Daniel Fernández,
Javier Sánchez, José Antonio Torres, Rubén
Martín, Juan Francisco González, Francesco Bucci.
Cante: Johana Jiménez, Guitarra: Diego Franco. Flauta:
Pedro Esparza. Percusión: Javier Fernández.
Coreografía: Antonio Márquez, Currillo. Música:
Manuel de Falla, Maurice Ravel.
Texto: Estela Zatania
El martes, duodécimo día del Festival de Jerez,
tuvimos el lujo de asistir al recital del guitarrista catalán,
Juan Manuel Cañizares (Sabadell, 1966) en la Sala la
Compañía. Los diez años que este guitarrista
pasó al lado del maestro Paco de Lucía no le
han perjudicado y es un compositor inspirado, inquieto y cerebral.
El programa incluía una variedad de temas con diversas
influencias contemporáneas gozando del apoyo de José
de Lucía en segunda guitarra y bajo y Antonio Granjero
en la percusión.
Colorido, toques de humor y un
cuerpo de baile altamente profesional
La penúltima noche del Festival en el Teatro Villamarta
nos trajo un recital bien distinto a los anteriores. Antonio
Márquez es un bailarín bailaor que hace gala
de su admiración por el estilo más tradicional
del baile español y flamenco al que da una vida y frescura
difíciles de criticar. Su “Sombrero de tres picos”
de Manuel de Falla es una fiel adaptación de la versión
popularizada por el bailarín Antonio Ruiz, o simplemente
“Antonio”, como llegó a conocerse al hombre
que prácticamente inventó el repertorio de la
danza española como lo conocemos hoy día. Con
un vestuario rigurosamente tradicional y lleno de colorido,
muchos toques de humor y un cuerpo de baile altamente profesional,
ganó hasta a los jóvenes vanguardistas que se
encontraban entre el público.
Después de un descanso, otro baile clásico,
esta vez de Antonio Márquez en solitario para un zapateado.
Seguidamente, uno de los momentos más interesantes
de todo el festival. El cuerpo de baile al completo, unas
veinte personas, aparece desde el fondo del escenario y con
las luces atenuadas, nada de música, voz ni percusión,
es decir en el silencio más absoluto, bailan una lentísima
soleá sin taconeo ni ruido alguno. Veinte personas
que se mueven como un solo cuerpo sin más compás
que el de sus propios movimientos – fue un momento mágico
que parecía destacar la innata belleza del flamenco.
Ni siquiera una máquina de humo distraída que
enviaba su descarga hacia las primeras filas del público
provocando un masivo acceso de tos pudo estropear el efecto.
Creo que fue en aquel momento que nos dimos cuenta que Márquez
es uno de los mejores coreógrafos del género.
Y qué agradable sentir la profundidad de aquel momento
sin tener que intelectualizar para desenredar acertijos metafísicos
– el flamenco tiene su propio misterio, sólo
hay que dejar que aparezca.
Todo funciona y es difícil
no dejarse llevar por la vistosidad
El resto del espectáculo consistió en el Bolero
de Ravel, 17 minutos de entradas y salidas de bailarines,
varias combinaciones de individuos y formaciones fascinantes,
de alguna manera una coreografía perfecta a pesar de
unos viejos trucos de cabaret como el movimiento en serie
o luces intermitentes, pero todo funciona y es difícil
no dejarse llevar por la vistosidad. Aplauso estruendoso,
saludos con música, fin de fiesta por alegrías,
las increíbles piruetas de Márquez y un largo
sólo de pies componen el espectacular bis.
A algunos les ha molestado la perpetua sonrisa pegada en
las caras de todos los bailarines, un detalle en que Márquez
insiste mucho según nos cuentan, pero tampoco tiene
fácil justificación la deprimente imagen de
bailaores con caras vacías, vestuario negro y guiones
infumables como algunos han presentado a lo largo del festival.
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