Silvia Cruz Lapeña
Fotos: Rafael Manjavacas
Guitarristas: El Perla, Eugenio, Basilio García. Cante: Morenito de Illora, Juañares, Simón Román y Antonio el Bocadillo, Leo Triviño. Palmas: Rafael Peral, Miguel Téllez. Cajón: Paco de Mode. Flauta: Juan Parrilla. En el Teatro de la Abadía. Suma Flamenca 2015
Debut con nota
El Yiyo llegó de Barcelona con sus 18 años a cuestas y su condición de debutante al Teatro de la Abadía de la mano de El Güito aunque en realidad, lo hizo solo. El maestro le montó una farruca, marca de su casa, con la que el joven abrió el espectáculo para dar paso al veterano bailaor que demostró su sabiduría demostrando que un giro de su muñeca vale aún por diez velocísimos zapateados. También cantó, para deleite de quienes lo admiran y demostrando que cuando el cuerpo no acompaña, la sal y lo recorrido son una buena forma de suplirlo. A partir de ahí, dejó solo al debutante, al que quizás le habría ido bien un poquito más de generosidad por parte del maestro, pero que se defendió de maravilla teniendo en cuenta las circunstancias y los nervios de rigor.
El Yiyo se metió por siguiriyas y aunque es cierto que en ocasiones pareció pelearse con el escenario más que dominarlo mostró detalles preciosos en su forma de manejar los hombros, en los movimientos más pausados de sus brazos y en aquellos instantes en los que se dejó llevar por la música. Su cuadro se lo puso fácil y todos se afanaron en arroparlo. Destacó el cante de Morenito de Illora, que sabe un rato largo de escenarios, acompañamiento y sabor flamenco. Los guitarristas, Eugenio y El Perla, tuvieron la ardua tarea de suplir los problemas de sonido que había en la sala. Lo hicieron con nota pero en el teatro deberían plantearse subsanar esas cosas de una vez por todas. Del mismo modo que en una obra de teatro no se ve a los tramoyistas aparecer a cada instante por detrás de los actores, tampoco es admisible en un concierto flamenco.
Pero vamos a lo importante. Por edad y formación, El Yiyo bebe de los “farrucos”, de ahí la velocidad del zapateado de la que hace gala y que tiene más mérito siendo como es un hombre de cierta envergadura. Resultó excitante en algunos quiebros de tobillo, en sus piruetas y en la forma con que domina su esqueleto. Cometió el error estético de rematar todos los tercios del mismo y efectista modo pero esas son las cosas que el público perdona más que la crítica. A pesar de los nervios y de las carencias del show, que adoleció la falta de un director artístico que diera sentido a la narración, El Yiyo enseñó un par de cosas que le han caracterizado desde crío y que debería explotar más: capacidad interpretativa y su vaivén corporal. Debería sacarle jugo a estas facetas, dejarse mecer por la música y enseñar su corazón además de su técnica. Tiene cualidades, físico, gusto y un magnetismo inexplicable pero esencial para subirse a un escenario. Ahora tiene que encontrar su sello, centrarse en sus fortalezas y diferenciarse del resto.
El Yiyo se ha estrenado en Madrid y ha demostrado que le sobran cualidades y cabeza para hacer lo que hace. Tiene un hermoso golpe de cabeza cuando se templa y una forma de pasear el escenario a la que solo le falta dotar de más contenido. Ya ha debutado, con aplausos y sorpresa de un público que lo ha acogido como en casa. Ahora tiene una responsabilidad para la que necesita ayuda: contar su historia, decir con su baile qué es para él el flamenco y transmitirlo. Algo se pudo intuir cuando en el fin de fiesta sacó a bailar a su hermano Ricardo. Ahí gozó El Yiyo, ahí se entrevió su historia, su forma de entender todo esto. En ese instante “bailongueó”, se dejo llevar, disfrutó. Y ese hilo debería seguirlo. Ya ha demostrado que la técnica está en disposición de dominarla, ahora a El Yiyo sólo le falta exponer su alma.