Enrique Morente – Jardines de Sabatini – Veranos de la Villa

ENRIQUE MORENTE

Jardines de Sabatini – Veranos de la Villa

Madrid –
2 agosto 2008

 

Enrique Morente saca pecho en Palacio

Texto: Pablo San Nicasio
Fotos: Paco Manzano

Arrancó el flamenco en los Jardines de Sabatini. Un año más, con el Palacio Real de testigo, “Los Veranos de la Villa” salen a la fresca de los sitios reales acogiendo cante, toque y baile.

Para empezar, Enrique Morente, cantaor que viene mucho por Madrid (de las grandes figuras, el que más) y por el que, últimamente, no pasan los años.

Eso, a pesar de que sí cambian sus compañeros de viaje, y con bastante frecuencia por cierto.

El maestro granadino se marcó la noche del día dos un recital de hora y media larga. Con facultades, afinación y compás, con sus cosas y con las de otros. En más de noventa minutos da tiempo para todo.

Comenzaron para abrir boca Bandolero y David Cerreduela a dúo, solos, sin cante. Por aires de rondeña. Guitarrista de buena técnica, toque madrileño carabanchelero donde sobresalió una buena melodía de punteos octavados al final. Sin duda tocaor más solista que acompañante.

Característica esta que se acentuó justo después, ya con Enrique Morente y Paquete sobre las tablas.

Con el maestro en medio, aquello parecía un fuego cruzado de falsetas de Paco de Lucía por alegrías, Paquete el armonizador vs. David el virtuoso. La voz quedaba tapada entre tanto dedo, y no había motivo porque lo interesante estaba saliendo de la garganta del granadino.

Si la Historia no ha querido juntar a Paco con Enrique lo mismo es porque la Historia y ellos mismos saben qué es lo que va con cada uno.

En las bulerías siguientes más de lo mismo. Con menos guitarra solista y más acompañante valdría también. Y el público lo notaba porque las ovaciones eran frías a la media hora de concierto. Ese Morente, estábamos convencidos, no era el que tranquilamente sabe ronear con la guitarra. Él mismo anunció al público sus deseos de sobriedad, pero ni le hacían un hueco para ser austero.

Ya en la soleá por bulerías se vio al cantaor mucho más crecido, más cómodo. No porque el acompañamiento hiciese su tarea, sino porque él defendía su sitio, alargaba los tercios y quería. Sabía que podía.

En los tientos-tangos arrancó definitivamente la segunda mitad, la buena, del concierto. Hasta entonces habíamos visto a un Morente más bien plano, correcto, con arranques tibios en medio de una tormenta de picados.

Fandangos de Huelva de hondo final, bulerías cortas, concisas y con muchísima sustancia y una original siguiriya con incrustaciones de coros grabadas, acabaron con el cuadro.

Las guitarras calmadas, por fin, y Morente en su línea personal. Abriéndose paso, poniendo orden y diciendo quién manda. Esta vez sin palmeros ni coristas.

Con todo dicho, los dos bises reivindicaron a la verdadera vanguardia, la que canta de pie, la que ha hecho aprender verso nacional a media España, más que muchas “profes”.

El grito desconsolado del “Aleluya”, en la segunda propina, tuvo más eco que las profecías de obispos y políticos, esos de los que siempre pasó Morente con mucho respeto. El de Granada había ganado en su concierto, a los pies de la capilla del Palacio Real, en el Madrid de Machado. Amén.

Programación 'Flamenco en los Jardines de Sabatini' de los Veranos de la Villa



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