IV FESTIVAL DE OTOÑO DE GRANADA MIGUEL POVEDA 7 diciembre, 2003. |
Miguel Poveda, uno de los cantaores más representativos
de la élite del flamenco catalán, vino a cantar a
Granada. Si en el llamado triángulo de cante de la Andalucía
occidental todavía no han aceptado del todo el concepto de
cantaores no andaluces, hace tiempo que en Granada han asimilado
la “novedad”. De hecho, sólo José Mercé
y Poveda han cargado con la responsabilidad de llevar un recital
de cante en solitario en este cuarto Festival de Otoño.
El joven veterano cuya espectacular trayectoria pegó el
salto después de su triunfo en el concurso de La Unión,
es capaz de abarcar cualquier estilo de cante, desde el sonido jerezano
por bulerías, hasta las zambras de Caracol o la dulzura del
cante malagueño-granadino-levantino. A sus treinta años
sigue aprendiendo y madurando como artista, y su decir es cada vez
más matizado y sensible, una forma de cantar sumamente apta
para el gusto granadino.
Con la guitarra de su compañero habitual, el también
catalán Chicuelo, y las palmas jerezanas del Londro y Macano,
empezó por alegrías y cantiñas captando perfectamente
esa sensibilidad gaditana que tanto nos recuerda a Manolo Vargas
y otros de su admirable quinta. La hermosa malagueña de la
Peñaranda con final abandolao fue mimada con su dulce voz
y la exquisitez de sus melismas.
Un decir cada vez más matizado
y sensible,
y una forma de cantar sumamente apta para
el gusto granadino
Un taranto endulzado y estilizado sufrió ocasionales arranques
agresivos de la guitarra de Chicuelo, pero la pareja está
perfectamente compenetrada y sólo duele momentáneamente.
Tonás con un remate original se liga con siguiriya terminada
con cabal. Una granaína para el deleite del público
conduce sin costura a la milonga “La rosa cautiva” dedicada
a Juan Valderrama.
Fandangos naturales con un verso dedicado “a un artista que
admiro muchísimo, Enrique Morente”. Tientos tangos
que incluye unos cantes extremeños y de la Repompa. El público
pide soleá, pero Miguel ofrece bulerías acabando con
el popular cuplé, ligera y geográficamente alterado,
“Era catalana y se llamaba Carmen”. Para el obligado
bis, más bulerías con su versión de “La
bien pagá” aliviando lo que posiblemente hubiera sido
una sobrecarga de cante dulzón, y demostrando la extraordinaria
amplitud de Miguel Poveda.
Texto y Fotografías: Estela
Zatania