Jueves Flamencos de la Fundación El Monte Jueves, 14 de marzo, 2007. Sala Joaquín Turina, Sevilla |
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DIVINO TESORO Rubén Gutiérrez Baile: Marco Flores. Cante: Antonio Campos. Guitarra: Arcadio Marín, Antonia Jiménez. Palmas: La Popi, Vanesa Coloma. Tras el acertado parón por el Festival de Jerez, el Centro Cultural de El Monte retoma su ciclo de los Jueves Flamencos con una apuesta contemporánea, pero a la vez clásica, con un trío de jóvenes pero experimentados bailaores. Tuvieron su oportunidad en la pasada edición del Festival de Jerez en un sala que desgraciadamente no está hecha para el baile flamenco, cual es la antigua iglesia de la Compañía de Jesús, lo que provocó disparidad de críticas. Han sabido tomar el lado positivo de esas críticas, y han retocado el espectáculo para presentarlo ante la sociedad flamenca sevillana. Ante todo es una obra donde se combina originalidad y jondura. Toda la compañía puesta en pie sobre la escena enciende el espectáculo con una vidalita. Este On, es la obertura de lo que vamos a presenciar, pues en él se recogen pinceladas de lo que van a a ir exhibiendo los tres protagonistas de la noche. Como es de suponer, los movimientos van coreografiados, aunque hay alguna ligera imprecisión, pero que se oculta por el buen hacer de los tres.Toda una declaración de principios, pues todos los elementos de la técnica del baile flamenco se van desgranando con este número. Posteriormente le toca el turno a Marco Flores, embutido en un traje de calle para bailar cabales. No abusa de la velocidad que últimamente se le ha impuesto nuevamente a la seguiriya, y sabe sacar la máxima expresión a base de pitos y braceos. Cuando el baile se hace más vertical demuestra su poderío con el zapateado, que utiliza en su justa medida. Todos los elementos de la técnica del baile flamenco se van desgranando Las cantiñas de Olga Pericet las recordaré mucho tiempo. Una bella bata de cola de tonos malvas fue exquisitamente exhibida por la esta bailaora, a la cual no le pesa su apellido. Todo lo contrario, lo lleva a gala, como los movimientos de la bata de cola. Un alarde de técnica, donde el manejo de esta prenda alcanza instantes de muy difícil ejecución. Llegaría el turno de Manuel Liñán, quizás el más experimentado de los tres. El altius, citius, fortius, creo que no le va muy bien al flamenco, los movimientos demasiados narcisistas acaban siendo repetitivos. Tampoco el cante le ayudó mucho, aunque su técnica es magristral. Si la soleá estuviese algo más templada, su baile se podría considerar dentro de la órbita de este estilo como El Güito o Eva la Yerbabuena. El cierre vuelve a colocar a toda la compañía de pie con el compás por bulerías de hilo argumental. Una baile cortito que nos deja un buen sabor de boca, deseosos de ver más, y creo que en eso consiste un buen espectáculo, no pegarnos un empacho, y quedarnos con las ganas de poder volver a contemplarlo, puesto que a estos tres jóvenes le queda todavía una brillante carrera por delante, y si es juntos, mejor.
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