El sueño cumplido de Rafael Riqueni

Rafael Riqueni - Teatro Lope de Vega - foto: Oscar Romero

Rafael Riqueni - Teatro Lope de Vega - foto: Oscar Romero

Espectáculo: Herencia. Guitarra: Rafael Riqueni. Guitarras: Salvador Gutiérrez y Manuel de la Luz. Percusión: Luis Amador. Palmas: Diego y José Amador. Invitados especiales: Rubén Olmo y María Moreno. Lugar: Teatro Lope de Vega. Fecha: Miércoles 29 de enero. Aforo: Lleno

Lo narrativo no sirve para contar la guitarra de Riqueni. Me di cuenta porque era incapaz de tomar notas que pudiesen servir de algo a quienes lean hoy esta reseña. Sobre todo porque su discurso musical huye de lo conceptual y tiene cero de esa altiva intelectualidad con la que se revisten tantas propuestas.

De hecho, cuando agacha su cabeza y atrapa la sonanta con sus largos dedos, como quien se agarra a una tabla salvavidas, Riqueni se sumerge en un universo propio en el que lo que sentimos es ilusión y anhelo, inseguridad y rabia, dolor y esperanza, peligro y deseo. Lo puramente emocional. Por eso, su música resulta tan cercana y accesible, porque nace de la experiencia, de lo real. De aquello que compartimos todos.

 Su sonido, completamente distinto y reconocible, embauca a cualquiera que tenga un mínimo de sensibilidad porque es sincero. De ahí que se le perdone la timidez, la duda y hasta cierta torpeza. ¿Acaso es necesario que ocultar lo que nos hace humanos? 

Pero, además, al margen de la creatividad en sus composiciones y la invitación a vivir que es su guitarra –“vamos a reírnos y a pasarlo bien”, propuso en las pocas ocasiones en que abrió la boca-, lo que ofreció esta noche el sevillano fue un concierto magistral en lo musical que lo sitúa como un artista original, fresco, atemporal. “Te dije que esto no podías perdértelo, que es único”, le decía efusivamente un amigo a otro a la salida del teatro.

De hecho, en las dos horas que permaneció sentado en el centro del escenario, Riqueni pareció concentrar tres (o más) recitales dibujando primero su particular homenaje a los grandes de lo jondo que forma su nuevo álbum ‘Herencia’. Aquí su sonanta se fue desperezando y regalando magia con sus cuerdas. Desde el recogimiento con el que recordó a Morente al soniquete ágil con que trajo a Joaquín Amador, por soleá, alegrías, tangos o seguiriyas. Llenando el ambiente de la belleza de su aire por sevillanas (¡maravilla!), derrochando fantasía en la taranta a Enrique de Melchor y derramando lágrimas por Paco de Lucía en un remate inacabado con el que pareció querer decir que el legado del de Algeciras permanece inalterable.

Después, la melancolía de su Parque de María Luisa, una joya donde volvió a demostrar su delicadeza y exquisita finura, y el recuerdo a algunas de las composiciones claves como la aplaudida versión de Amarguras, actualizada y revisitada hasta sonar nueva otra vez. Y para terminar temas anteriores, como Esa noche, del disco Alcázar de cristal, las bulerías Romero Verde de su Manuel Molina o las rumbas Domalabara, donde ya completamente suelto y sonriente, acompañado por dos generosos y cómplices escuderos como Salvador Gutiérrez y Manuel de la Luz y el compás de los Amador, demostró la frescura, la modernidad y la vigencia de su guitarra. ¡Tremendo musicazo y tremendos temazos!

En definitiva, Riqueni volvió a Sevilla y, al contrario de lo que advierte el manido refrán, su silla le estaba esperando para recordarle que sigue siendo el maestro que mejor le representa. Que su sonanta es la que mejor compone los contrastes y las contradicciones de esta ciudad. Es verdad que el concierto no se vivió con la apoteosis de su regreso al Maestranza, pero también porque ya no sangra el dolor y encontramos a un Riqueni más esperanzador, con el futuro en sus manos. Y, desde luego, el público aquí está dispuesto a caminar adonde él le lleve. “A la gloria contigo”, gritaron desde el patio de butacas. “Es la noche más feliz de mi vida”, respondió él. La guitarra de Riqueni es un sueño cumplido.

Rafael Riqueni – Teatro Lope de Vega – foto: Oscar Romero
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